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RAZIEL

— ¿Por qué te llaman Razor Cuts? —me pregunta Harper viéndome con la mirada suavizada.

Su cabello cae sobre su frente y está desordenado. Bajo el rostro, no quiero hablar sobre eso pero es con Harper el único que puedo confesarle ciertas cosas. De todas formas, en la mañana, no hablaremos de esto.

—Por esto —respondo y me siento en la cama, doblo las piernas y coloco la almohada que queda sobre mi estómago y muslos. Levanto las mangas de mi sudadero y sus ojos se abren como esperaba.

Harper se reincorpora también y mira mis brazos arañados. —Raziel...

—No son cortes para matarme —explico—. Yo lo hago cuando estoy nerviosa —no contaba con que mis ojos se iban a llenar de lágrimas tan rápido—. A veces... en la escuela piensan que no siento nada.

Harper niega mientras sigue viendo mis brazos, estira su mano y me toma la muñeca, con su otra mano pasa sus dedos por encima de mi piel marcada de líneas rojas. —Pero, ¿Por qué te lo haces?

Aprieto los dientes. —Solo lo hago, es mi manera de aguantarme de todo —confieso.

Harper mira mi otro brazo y pasa un dedo sobre esa línea donde me hice tan fuerte que me corté con la uña y dejó una pequeña cicatriz. —Raziel, no deberías hacerte daño.

—No es por suicida —aclaro.

—Aun así —no puede quitar los ojos de mis marcas—. No lo hagas, no... no te castigues así, no...

Una lágrima sale de mi ojo derecho y se desliza por mi mejilla. —Es como un hábito, no tiene nada de malo.

Ahora toma mis manos y las aprieta. —Es malo —deja de susurrar—. No te hagas esto, te estas lastimando a ti misma.

—Shh —pido—. Te va a escuchar alguien.

Niega. —No me importa, escúchame bien, no te hagas esto —otra lagrima sale—. No te lastimes así, no deberías... lo que ellos hacen es horrible pero no dejes que te lleven a hacer esto.

—Pero lo hago por costumbre —admito—. Ya no sé cómo detenerme, solo necesito sentir algo porque todo el tiempo finjo estar bien y no lo estoy. No lo estoy, estoy cansada de eso.

Harper me mira llorar, intento no hacer demasiado ruido pero las lágrimas no se detienen. Mi corazón me duele. Mi mente está cansada. Yo estoy cansada y lo que me hago en los brazos es lo que menos me lastima.

Harper estira su mano y limpia mi mejilla con sus nudillos. —Gracias por confiar en mí, Raziel.

Me encojo de hombros.

Él sigue limpiando mis mejillas. —Hablo enserio, sé que es difícil para ti —afirma—. Creo que nuestra aventura nocturna terminó por ahora.

Tomo aire y aunque debe irse, me gustaría que no lo hiciera. Siempre que Harper se regresa a su casa me arrepiento de contarle cosas sobre mí y me despierto esperando que haya revelado todo lo que le dije.

Eso nunca ocurre.

—Sí, debes irte —susurro.

Él niega y sonríe. — ¿Cómo que irme? Cuando dije que iba a pasar la noche contigo hablaba enserio —baja las mangas de mi sudadero—. Así que espero que no ronques porque hoy tendrás a un muñeco de carne y hueso a tu lado.

Siento algo en mi estómago, como si tuviera estática dentro. —No, no lo harás.

Harper me toma de los hombros y me empuja lentamente hacia atrás. Su rostro queda a unos centímetros de mí y me pregunto si esto está sucediendo realmente. ¿Cómo terminó Harper Dorm en mi cama? No, no me refiero a eso.

PERDERSE CONTIGODonde viven las historias. Descúbrelo ahora