extraviados

95 5 0
                                    

8 de enero, 2001. 16:07 horas.

El café se ha enfriado; aunque a la señora Pot no le importa y mantiene la taza entre sus manos, observando distraídamente el líquido oscuro.

—Realmente me preocupa esta vez, Russel.

El mencionado alza la mirada hacia la señora, la comprende totalmente, y en el fondo desea poder hacer algo para disipar esa incertidumbre porque realmente la aprecia como a su propia madre.

—¿No le mencionó algo? —Russel ya ha preguntado eso, pero en esta situación siente que es necesario reafirmar cualquier cosa con tal de encontrar a Stuart.

Ella sacude la cabeza con suavidad, negando como respuesta, y finalmente deja ir la taza de entre sus dedos temblorosos y viejos. La ansiedad de no conocer el paradero de su hijo crece conforme pasan las horas.

—Creí que te habría mencionado algo a ti... —se abraza a sí misma, pero no siente ni una pizca de calidez envolverla— ¿podrías ayudarme a buscarlo? Sé que eres un buen amigo y hoy mi hijo se encuentra perdido. No contesta su celular. Y ya hablé con la policía pero no le dan importancia porque aún no han pasado veinticuatro horas y...

Un temblor en su respiración interrumpe su oración y Russel no duda en extender las manos por sobre la mesa para apretar las de la señora en un gesto de consuelo. Stuart es su mejor amigo, después de todo. Russel sabe que Stuart se ha escapado de casa anteriormente, pero también sabe que siempre se aseguraba de dejar una nota en el refrigerador para su madre, o al menos contestaba a sus llamadas con un mensaje y un emoji de corazón.

Pero esta vez es diferente. No hay notas, ni mensajes. Y tampoco hay rastro de Stuart desde hace ocho horas.

Russel y Stuart han crecido juntos y por lo tanto puede confirmar que, aún a sus veintiún años, el peliazul mantiene la inocencia de un niño; nunca haría preocupar a sus seres queridos de esta manera a propósito.

—No ha estado tomando su medicación... —Los ojos del chico se abren con sorpresa ante la reciente información que suelta la señora Pot.

—¿Qué? Él me decía que estaba siguiendo las instrucciones como debían ser. —De pronto Russel siente una presión en el pecho, la preocupación se asienta como un golpe seco que le hiere el corazón.

La mujer niega nuevamente y continúa:— Lo supe hoy en la mañana, cuando subí a buscarlo a su habitación. Y no me di cuenta de eso antes porque realmente se veía bien. Estaba mejorando, Russ.

Por un momento, parece que la mujer está a punto de quedarse sin aliento tras decir la última oración, y sus ojos reflejan todo el agotamiento que ha acumulado a lo largo de los años como cuidadora de Stuart.

Y Russel no puede evitar preguntarse si la señora Pot siente algo de alivio, muy en el fondo, al verse librada de su hijo. Pero sus pensamientos no salen a flote y él simplemente asiente, porque ha sido testigo de cómo el peliazul incluso había dejado de jugar con sus propios dedos ante la mínima cosa.

Y es que Stuart se veía radiante desde que había comenzado su nueva medicación.

—Puedo preguntarle a Noodle si sabe algo... quizá Stu habló con ella. —El chico ofrece como última alternativa, porque realmente no hay nada más que pueda hacer.

La señora Pot sonríe levemente, agradecida por la disponibilidad del chico, y piensa para ella misma que Stuart es afortunado por haber encontrado un amigo tan bueno.

Con algo de cansancio, la señora se levanta de su asiento en la mesa y retira las tazas. Russel toma esto como el final de la conversación y avanza hacia la salida con una sonrisa amable (aunque fingida) que logra esconder la preocupación por su amigo que no quiere demostrar frente a la mujer.

—Agradezco todo lo que haces por él... —dice ella con voz suave al tiempo que abre la puerta para despedir al menor, suena al borde del llanto una vez más, pero sus ojos no demuestran ningún rastro de querer derramar lágrimas— avísame si sabes algo, por favor.

Él asiente y sale sin decir algo más, porque sabe que no hay nada que pueda calmar el afligido corazón de la señora Pot.

El viento frío de la calle le hace estremecer y oculta las manos en los bolsillos de su chaqueta, un suave suspiro se disuelve entre vaho y el anhelo de que su mejor amigo esté bien.

Russel camina sin algún rumbo en específico, dando vueltas en su mente sobre posibles lugares en los que podría buscar pero ninguno lo convence, ni siquiera la pequeña cabaña donde Stuart, él y Noodle (una chica asiática que se unió a ellos hace un par de años) se reunían a compartir música, alcohol y anécdotas.

¡Noodle!

Con rapidez saca su celular del bolsillo y escribe entre espasmos, ocasionados por el frío, un mensaje a la chica:

"D' ha huído otra vez, pero creo que ahora es serio... ¿habló contigo sobre eso?"

Es corto y claro, así que lo envía de inmediato, esperando una respuesta igual de rápida. Y justo como deseó, no pasa ni un minuto cuando una leve vibración le avisa sobre un mensaje nuevo.

Una dirección.

Russel frunce el ceño, pero el "escribiendo..." evita que saque conclusiones apresuradas. Entonces ve el nuevo mensaje:

"nos vemos en ese parque, tal vez pueda ayudar..."

Y Russel no puede describir la sensación de alivio que lo invade; en el fondo sabe que tal vez no debería esperanzarse tanto, pero al menos esto es un comienzo. Guarda su teléfono de nuevo tras haber revisado la dirección y, ubicándose hacia dónde ir, comienza a caminar con cierta impaciencia.

consuelo en domingo 🪐 [ studoc ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora