13 de noviembre, 2000. 17:30 horas.
Ambos salen del consultorio con la mirada del doctor Hewll tras ellos. No les importa. No les interesa nada más que su pequeña burbuja.
Stuart se abstiene de jugar con sus dedos; no quiere que Murdoc piense que es un hábito raro debido a su ansiedad, pero inconscientemente se mordisquea el interior de las mejillas en un intento por calmarse. Confía en Murdoc, claro, pero es primera vez que van a pasar el rato fuera del psiquiatra. Solos. Libres.
Su vista está fija en cada paso sobre el asfalto y su mente empieza a decirle que deje esa asquerosa actitud tímida y converse, que a Murdoc no le gusta que esté callado, o que por su culpa el ambiente se está tornando incómodo.
Pero sus pensamientos se detienen al sentir una mano fría rozando la suya, y luego unos dedos entrelazándose con los propios.
Alza la vista hacia el mayor, quien le devuelve una mirada de adoración al tiempo que da un suave apretón al agarre de sus manos.
-Puedo escuchar el ruido de tus pensamientos, Stu. -Bromea, rozando un hombro con el ajeno de manera juguetona-. Ya casi llegamos, no te preocupes.
Stuart sonríe, con el corazón aliviado y la mente más ligera. Y es completamente consciente del agarre de sus manos por primera vez. Eso, de alguna manera, le confirma que Murdoc siente lo mismo que él (sea igual de intenso o no, pero el sentimiento existe en ambos y eso es suficiente). Sabe que es 12 años mayor, pero no piensa tomar en cuenta esa pequeña diferencia mientras ambos se hagan sentir bien el uno al otro. Porque es primera vez, en años, que Stuart se siente geniunamente feliz por más de cuatro días y no quiere perder eso; y quiere hacer lo posible por transmitirle esa felicidad a Murdoc.
Cuando llegan al departamento del mayor, Stuart trata de recordar la ruta y dirección para llegar por su cuenta en un futuro. No hay nada peculiar en el edificio, pero a Stuart le gusta. El agarre de sus manos se disuelve con una suave decepción cuando Murdoc saca sus llaves y abre, invitándole a entrar.
-Tengo cerveza y jugo de manzana, ¿quieres?
-Uh... cerveza está bien.
Murdoc vuelve a recalcar que no se sienta cohibido y que es libre de pasearse por ahí, si quiere, así que Stuart olvida la timidez y abraza el cálido sentimiento que el lugar (y la persona) le brindan.
-¿Vives solo? -La pregunta abandona los labios de Stuart antes de pensarlo por segunda vez y se arrepiente al instante en el que escucha un suave gruñido por parte de Murdoc. Bien hecho, Pot.
-Sí... -pero el tono del mayor continúa amable, mientras vuelve de la cocina con una cerveza en cada mano, ofreciéndole una a Stuart-. Ya soy un adulto, tengo que vivir solo, ¿no?
Y la sonrisa en su cara le hace ver a Stuart que realmente hay algo más bajo ese comentario; algo que duele, pero no piensa insistir.
-Es lindo... -comenta el peliazul, dándole un sorbo a su bebida- me gustaría vivir solo, pero aparentemente "no soy apto" para hacerlo. Mi mamá se preocuparía mucho incluso estando en una casa de la misma manzana.
Murdoc asiente, comprensivo, pero realmente no lo hace; no entiende lo que es sentir a alguien cuidándote y preocupándose por ti (como la señora Pot con Stuart), porque en toda su vida no ha habido alguien así a su lado. Termina su cerveza de golpe y hace una sugerencia:
-Ven a vivir conmigo.
Stuart gira sorprendido para encontrarse con esos ojos bicolor.
Es impulsivo, ambos lo saben. Y puede que en un mes hayan estrechado su relación, pero vivir juntos es otro nivel que no traería cosas buenas a un par de inestables.
-Suena bien.
Sin embargo, Stuart sonríe contento y acepta, tomando ese momento para recargarse en el hombro de Murdoc. Pero no se da cuenta de que esa respuesta, ese gesto, solo ha acelerado el pulso del mayor. Le ha dado una confianza que creía perdida durante los últimos meses.
-Quédate aquí hoy. -Murdoc pide en un susurro ansioso. Toma con exagerado cuidado el rostro de Stuart y lo obliga a mirarle-. Quédate, seamos algo más que amigos por hoy.
Stuart se siente ligeramente mareado, y la propuesta lo toma por sorpresa y debe mantenerse callado unos segundos para procesar lo que "ser pareja por hoy" implica. Pero esas estrellas en negro y rojo frente a él le ofrecen seguridad, el aliento cálido a alcohol lo abruma, y entonces Stuart deja de titubear y decide confiar.
-Bésame, entonces.
Deja a un lado su cerveza sin terminar para ocupar ambos brazos y tomar a Murdoc entre estos. Quiere- no, siente la necesidad de demostrarle al mayor todo el afecto posible, todas las caricias que pueda brindarle y decirle con ellas que lo ama y que no volverá a estar solo.
Juntan sus labios sin timidez.
Comparten más que un beso. Saben que con este intercambio están dándole al otro todo el control de hacer y deshacer lo que quieran en sus vidas, pero en este momento no les importa; se han involucrado demasiado, y hacerlo solo un poco más no hará daño, ¿verdad? Entregarse de esta manera es para lo que una persona nace, es lo que ellos han estado buscando y, quizá, sea la solución a todos sus problemas.
La noche pasa entre besos húmedos, confesiones cursis y toques cálidos que los hacen estremecer bajo el frío del otoño, en medio de la sala del mayor que mantiene el calor dentro, envolviéndolos.
No piensan en nada más que en ellos mismos y en lo que están iniciando.
Es un vértigo intenso que les inunda sin necesidad de abandonar el suelo y es mejor que cualquier antidepresivo, entonces vale totalmente la pena.
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consuelo en domingo 🪐 [ studoc ]
Fanfictionla gente los señala, los aíslan, los menosprecian, ellos no han hecho cosa mala, [...] dicen que el destino les deparó algo atroz.