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Hace mucho tiempo, en un lugar habitado únicamente por lobos, se encontraba una manada bastante peculiar.
Eran seis alfas y seis omegas, cada pareja con sus respectivas descendencias. Entre ellas, se encontraban tres pequeños lobitos, de los cuales dos de ellos eran hermanos y alfas, y la restante era una linda omega. Crecieron juntos como amigos y se adoraban.
Solían jugar a cazar, perseguirse y molestarse mutuamente, y así continuaron durante mucho tiempo, hasta llegar la madurez.

Pese a ser dos alfas y solo una omega, siempre se trataron con respeto y nunca se pasaron a llevar. Lo que no sabía ninguno, es que los dos alfas estaban enamorados de la linda omega, pero esta solo le correspondía a uno.

El alfa mayor era divertido, con feromonas fuertes, protector y coqueto. Solía buscarle comida a la omega y la acompañaba para que no le pasara nada. Cuando estaban solos, le coqueteaba descaradamente y ella solo respondía con una risa nerviosa.

Por otro lado, estaba su hermano. Él era más reservado, tranquilo, suave y cuidadoso. Salía de paseo con la omega de vez en cuando para llevarla a ver los atardeceres, le lamía las heridas, la acompañaba en sus tristezas y le llevaba flores. Cuando no andaban los tres juntos, disfrutaban de pequeñas e inocentes miradas en el silencio del amor juvenil.

Estaban enamorados pero no lo decían.




Con el paso del tiempo, llegó la hora de la verdad. Se acercaba el primer celo de la omega y aquello era fundamental para ver qué pasaría con ellos.
Se encontraban los tres recostados alrededor de la fogata, con los ojos perdidos en el fuego.

—Entonces... mañana es tu celo, ¿no? —preguntó primero el alfa más grande.

—Sí... estoy bastante nerviosa por ello. Me da miedo pensar en lo que puede pasar. —respondió la omega, alzando su mirada hacia las estrellas.

—¿Por qué lo dices exactamente? —se unió a la conversación el alfa menor. ¿Acaso se refería a lo que pasaría con los tres?

—Ah, eh... por los síntomas y eso. Me aterra pensar que me puede doler o que sufriré. —contestó con cierto nerviosismo.

El alfa más grande no perdería la oportunidad y aprovechó de lanzar su jugada.

—Para que no duela o sufras, debes estar acompañada de un buen alfa. Sus feromonas deben ser lo suficientemente fuertes para calmarte. Yo puedo ayudarte, sería el más feliz. —finalizó con una pequeña sonrisa y liberando feromonas.

La omega solo rió intentando ignorar la incomodidad del ambiente, hasta que vio los ojitos apenados del otro alfa. Inmediatamente, intentó pensar en cualquier excusa para quedar a solas con él.

Sus ojos se posaron nuevamente en el más grande y le sonrió. —Oye, tengo antojos de comer algo pequeño. ¿Podrías ir a cazar algo? Yo quiero mantener fuerzas para mañana. —le dedicó una tierna sonrisa que casi hace que el alfa se derrita.

—De acuerdo, no me tardo.

Dijo y salió corriendo, haría cualquier cosa para ganar puntos con esa linda omega.

Ahora que estaban solos, la omega se acercó hasta el alfa que seguía triste y se armó de coraje.

—Lamento que hayas tenido que escuchar eso, pero quiero aclararte que yo no necesito un alfa fuerte con las feromonas más potentes que existan.

El alfa la miró.

—¿Y entonces qué es lo que necesitas? —musitó esperanzado.

La omega enmudeció de los nervios. Luego de unos eternos segundos, volvió a hablar.

You are my soulmate - winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora