Capítulo 30. Una victoria, un pago

195 54 28
                                    

Aratirí se encarga de hacer un cerco al rededor de Josefina, Guasú combate con las viudas negras y gotas que nos atacan, Mortel y yo estamos frente a Franco, quien está acompañado de unos cuantos miembros de La Colmena, entre ellos los padres de Rebeca y de Ndusú, malditos traidores.

—¡Pero miren nada más! Los fugitivos de la justicia —dice Franco en lo que invoca una esfera de agua en sus manos, el resto de los 10 acompañantes con armas y espíritus a su alrededor.

—¿Nos vamos a montar una fiesta? —pregunto en lo que transformo el plasma en una especie de rayo que me sirva como porra.

—Una fiesta —rie—. En la que ustedes van a terminar con resaca y de nuevo tras las rejas.

Mortel aprieta su mano e intenta adelantarse, pero lo detengo.

—¡Suelten a la Ninfa, y los apresamos nosotros y no la policía! —Insiste Franco.

La bola de agua se está haciendo más grande, y puedo ver como su rostro se llena de enojo e ira, así también identifico sus ganas de matarnos.

—¿Crees que puedes tocarme? —me burlo—. Incluso sin el Noli me tangere, tuviste que hacerte pasar por mi amigo para acercarte a mi, Franco. Los dos sabemos quien ganaría una batalla aquí, por algo no te atreves a atacar primero.

>>¡Ni ninguno de ustedes, malditos traidores de mierda! ¡Cobardes! Saben a quienes se están enfrentando.

Por mis venas corre el enojo, y siento como todo mi ser se electrifica, escupo a un costado con rabia  y me pongo en posición de combate, Mortel hace lo mismo y en su mano invoca un takape, no es igual al de Luriel, pero de todas maneras la agilidad de Gianti manejando esa arma es legendaria.

Los padres de Ndusú son los primeros que intentan atacarnos, pero con un simple movimiento de muñecas, Mortel los mandó volar, literalmente.

—¡Mierda! —digo emocionado y dando saltitos—. Esto me está motivando.

—¡Qué bueno! —dice Mortel—. Porque acaban de invocar a un Jaguareté y viene directo a nosotros.

—¡Déjame a ni! Y a Franco por favor.

—Todo tuyo.

Al decir esto, Mortel hace un salto porque lo atacan desde el suelo, un par de abejas traidoras. Sin dudar los golpea con el mango del Takapé, uno queda inconsciente y el otro lo sigue atacando.

Yo sé que Mortel no juega a matar, yo tampoco lo hago, mi único objetivo es el imbécil de Asturia.

El Jaguareté negro se acerca a mi, sus feroces dientes están a punto de morderme, pero logo electrocutado con mi bastón.

Hay unas cuantas abejas delante de mi, intentan atacar, pero son unos inútiles, terminan en el suelo.

El cobarde de Franco huye en dirección a Josefina. Doy un salto mortal para escapar de un atacante, lo paralizó con electricidad y con más ganas de matar a Franco, emprendo ña corrida hacia él.

Cuando lo alcanzo, lo tumbo en el suelo. Él me da una patada en la rodilla por lo que caigo en cuatro, se levanta e intenta huir, pero sin demorarme un segundo me vuelvo a poner de pie, y lo detengo.

Me arroja su ataque de agua en el rostro, está está hirviendo, pero el tonto el olvidó que soy inmune.

—No tienes idea de cuanto soñé este momento —digo e intento clavarle el rayo en su cabeza, pero otros Francos me agarran de hacia atras y me separan del verdadero.

¡Puta, madre! Olvidé que usaba este poder de Carina.

Asturia se pone de pie, y sin dudar me golpea en el estómago.

—¡Orkias! —grita Aratirí,  pero no se mueve ni un centímetro, sabe que Jose es prioridad.

—Siempre jugando al héroe —dice Franco en lo que uno de sus clanes le pasa una daga.

—Inténtalo Asturia, vamos —lo tiento—. Quiero ver si eres tan fuerte como para ir contra el Nole me tanguere.

Franco sonríe y sus clones me estiran con mayor fuerza, cierro mis manos en puños  esperando el momento justo.

—Está Daga —dice mirando el arma—. Esta bañada con la sangre de la madre de tus hijos —la sangre me hierve al escucharlo decir eso—. Así que, es muy probable que me permita obtener tu sangre... y uff, no te imaginas todo lo que va a pasar cuando eso pase. El imperio de Eirú y los supuestos correctos, va a caer.

Franco no pierde el tiempo y con ánimo empuña el arma, pero un escudo invisible impide que la hoja se acerque a mi.

Empuja con mayor fuerza, me toma del hombro con la mano libre, pero el escudo lucha contra él.

Le sonrío al ver su fracaso y lo cerca que está de mi.

—Y todavía me pregunto —digo—. ¿Cómo es que lograste mantenerte tanto tiempo entre lo míos, si eres un inútil?

Al terminar de decir eso, abro mis manos, y electrifico a los clones  cuando estos me sueltan con la mano libre tomo a Franco del cuello y lo elevo por los aires.

—Voy a disfrutar esto —suelto las palabras con satisfacción.

Él ya está rojo por la falta de aire. Pero algo logra derrumbarme en el suelo y por ende suelto a Franco.

Al incorporarme veo que se trata de Edara sobre el 6to.

¡Carajo! ¿Cómo logro invocarlo si no estamos bajo su regencia?

—Ups —dice mi ex cuñada en lo que ayuda a Franco a subirse con ella.

El 6to parece estar en confusión. Intenta inclinarse ante mí, pero Edara le estira del cuello cada que lo hace.

Intenton reincorporarme, pero ella pasa sobre mi con el 6to por lo que vuelvo a tumbarme, me cubro la cabeza y espero.

Si yo fuera un común ya estaría muerto, es evidente que el 6to intenta desobedecer a su usuaria.

—No puedes fallar —recrimina Edara al 6to—. Soy tu protegida... —Insiste al oído de Ao Ao.

Cuando vuelve a ordenar al 6to que me pasé por encima, escucho el graznar del ave de Mortel, y con ello el pavo se tiñó en los atacantes.

Aprovecho para ponerme de pie, estiro mi mano y les atacó con rayos que salen de mis dedos. Edara los evita, pero uno toca a Franco. Este se desvanece, pero Edara lo sostiene.

Ella invoca a él señor de la noche, y ella, junto con nuestros atacantes desaparecen.

Me arrojo al suelo de rodillas con el sabor a derrota, a pesar de que ha sido una victoria, sobrevivimos y salvamos a Jose.

Mortel viene a mi, se arroja también al suelo y respira agitado.

—¡La puta que los parió!—dice tapándose la cara—. No puedo creerlo, enfrentarlos es demasiado agotador.

Al decir eso, su ave ingresa a su cuerpo y él ni se inmuta.

—Lo es, pero lo bueno es que le acabamos de restar poder... lo único que lamento es que haya sido lento y no le haya arrancado la cabeza.

—Al menos va humillado y desmayado. —responde— ¡ Cómo odio a ese desgraciado!

Aprieto la mandíbula y copio el gesto de Mortel, también me arrojo al suelo y dejo descansar a mi cuerpo por un segundo, antes de emprender de nuevo la travesía de volver a nuestro escondite.

Los rebeldes [Libro 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora