Capítulo 76. Sincero

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Anastasia me ofreció un cuarto luego de que me di una ducha. Juanjo me trajo ropa y Gus un entremés, era queso Paraguay fresco son miel. Me levantó un poco el ánimo y la energía.

Intenté no dejarme llevar por los recuerdos de ese postre, porque no quería tener en mente a mi abuela toda la tarde, sin embargo ya se había instalado en mi cabeza.

El dolor de nuevo, que cosa terrible es sentirse miserable. Odio tanto ser débil cuando la espina del resentido se afloja y mis emociones fluyen.

La puerta de la habitación se abre, y veo entrar a Juanjo quien trae un termo y una guampa entra como si fuera un verano cualquiera en el que podemos sentarnos a charlar. Yo niego y me pongo de pie.

-No hay tiempo para una tarde de tereré, por los 7 no estampa de vacaciones, por si no lo haz notado.

-Siéntate -ordena.

Intento decir algo, mi cabeza está con mil palabras y no logro hilar ninguna, niego, arrugo mi nariz por el enojo y quedo en silencio, hasta que finalmente obedezco.

-Y luego dices que yo soy el líder. -me quejo.

Juanjo ríe, al mismo tiempo en que Gus irrumpe en la habitación, comiéndose un sándwich y acercando un plato lleno de ellos, lo coloca en la mesa, yo solo llevo mis manos en el rostro, en lo que escucho el sorbo del tereré en los labios de mi amigo.

-¿No quieren salir a andar en bicicleta luego? -pregunto con sarcasmo.

-Iba a ser sorpresa -se queja Gus, lo miro con fastidio, pero termino riendo al final.

-¿Qué es lo que quieren? Hablando en serio -pregunto serio

Juanjo le pasa la guampa a Gus y este ahora bebe de la mágica y refrescante bebida.

-Hablar -Juanjo habla y agarra la guampa que le devuelve Gus.

-¡Claro! -suspiro mientras soy yo quien ahora agarra y bebe el tereré -. Tenemos taaanto tiempo, no es como si tuviéramos una prisionera en el sótano de una casa de campo.

Juanjo me arrebata la guampa de las manos, y luego me da un golpe en la cabeza.

-Que no se pierdan las bonitas costumbres -Gus habla y los tres reímos.

-Luriel, deja de ser idiota -Juanjo y su sinceridad sin filtros-. Estamos vivos, la puta madre. Tu ex novia casi nos mata. Pero estamos aquí, hay que celebrar las mini victorias y dejar de ver todo como un fracaso ¿Lo entiendes? Pudimos morir, mi hermano está a salvo... estamos aquí, amigo, estamos aquí.

Estamos aquí

Repito esas palabras en mi mente. Observo a mis socios, mis hermanos, mis amigos, y cuanta razón. Me olvidé que lo valioso también se ve así, que una guerra puede verse oscura, pero las victorias no son soles, son pequeños faroles... un paso a la vez, un día por vivir un poco más.

Tal vez y esté volviendo ese periodo negro en mi mente. Al fin y al cabo me convertí en un asesino, un verdugo que solo piensa en una cosa, mientras su mente se apaga para trabajar en automático.

Quizás Yael hubiera sido de gran ayuda cuando mamá lo propuso, quien sabe... ahora la Colmena podría seguir unida. Sin embargo mis acciones la destruyeron.

¿Mis acciones? Estoy seguro de esto? O  solo soy el Karma de otros?

—Luriel Gianti —Juanjo me habla y despierto de mi transe.

—¿Qué? —pregunto y me acomodo en mi lugar. Recién me doy cuenta que estoy en el suelo con las piernas cruzadas, la mandíbula tensa y las manos duras.

Hace cuanto no miraba mi alrededor, no percibía los olores o no me fijaba en los pequeños detalles?

—¿Qué te ocurre? —insiste mi amigo.

—Preferiría no hablar...

—¡Qué raro! —se queja Gus en lo que se devora otro sándwich

Juanjo afila la mirada, sus manos agarran el termo, sirve otro mate  y lo bebe, todo esto sin soltarme de su campo de visión.

—No hablar es lo que hizo que el mundo que conocemos se hiciera mierda —dice y el el frío recorrió de mis pies a mi cabeza.

—¿Cómo te sientes ahora que Iracema está aquí? —interviene Gus.

—Me siento... —paro mis palabras, analizo lo que realmente quiero decir pero no encuentro palabras—. No siento nada.

Juanjo baja con cero delicadeza la guampa, traga fuerte y  queda expectante.

—Lo digo en serio —suelto, y no miento, es verdad, me da igual. Es como si alguien hubiera puesto en off mis emociones.

Gustavo baja el sándwich que se estaba por comer y me observa con algo de curiosidad. Se intercambian mirada con Juanjo, para luego hacer una mueca de preocupación.

—Eso es algo peligroso. —Gustavo habla con seriedad, y esto es algo difícil del ver—. Luriel, entendemos tu causa, y luchamos por ella. Pero reconocemos el estrés, los miedos, el enojo, la furia... tú no deberías desconectarte. Eres nuestro líder.

—Ahora mismo solo me siento como un títere —admito y miro al techo—. Siento como que estoy haciendo lo que alguien más desea.

>>Y el problema es que no he tenido tiempo de procesar absolutamente nada. Mis dolores, mis tristezas, mis pérdidas.

>>Fui directo a mi venganza. Todo pasó tan rápido, que ni siquiera reconozco en qué momento ocurrió el descontrol.

>>En qué momento dejé de sentir, cómo fue que me desconecté de todo mi ser. ¿Cuándo me perdí? Y no hablo de cuando me convertí en un asesino despiadado, hablo de cuando dejó de importarme. Cuando apagué mis emociones.

—Quizás desde el momento en que te diste cuenta que... —Juanjo se toma de las rodillas y apoya su mentón allí— si dejas que fluya, el dolor va a ser incontenible.

—Tal vez —contesto y miró mis manos.

—Deberías permitirte llorar, Luriel —Gustavo me sostiene la mirada—. Sé que soy el menos indicado, y que los ataques de pánico que me han dado alguna vez han tenido que ver por guardarme emociones. O quizás es por ello que soy el más adecuado en recomendartelo. Llora, perro... o al menos escribe, no sé, intenta conectarte.

—¿Para qué? —me encojo de hombros—. ¿De qué me serviría eso?

—Para que cuando toque sanar, sea realmente fácil —Juanjo y su sapiensa, a veces lo envidio... y odio.

—Lo que dijo el sensei... —agrega Gus.

—Sé que lo que te voy a decir —Juanjo se aclara la garganta—. No sea lo que desee la mayoría... pero, tal vez, deberías ir a hablar con Iracema.

—¿Cómo por? —pregunto alzando una ceja.

—Porque un roto entiende a otro...  tal vez lo necesites...

—Estoy de acuerdo —secunda Gus volviendo a comer.

—No te digo que la perdones y se hagan mejores amigos —Juanjo pone los ojos en blanco al ver que hago un gesto de incomodidad—. Solo ve...  re conectate, es todo lo que necesitas. Quizás y es lo que te va a dar luz, en medio de tu oscuridad, razones para cortar lazos, e iniciar otros... no sé. Yo solo propongo.

Respiro profundo, miro a mi amigo, luego a Gus. Relamo mis labios  y creo que tiene toda la razón. Quizás y necesito hacer eso, para entenderme, para entender la situación y poder continuar. Quizás es momento de ser sincero conmigo y explotar cuales son las emociones reales por las que paso... esto me conecta, o me termina por volver loco, sea cual sea el resultado, es una avance al fin y al cabo.

Los rebeldes [Libro 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora