Capítulo 38. En mi

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—Lo voy a matar —grito mientras me lavo la cara.

—Tiene demasiada gente intentando matarlo —Habla Cariem mientras revuelve su olla de la que sale el humo lila —. No quiero que creas que no me importa lo que te hizo el desgraciado, Ana. Te juro que lo voy hacer pagar.

—No necesito que seas mi Salvador.

—Es evidente...

Continúa revolviendo su sopa de quien sabe que y levanta una ceja en señal de protesta, yo solo vuelvo a lavarme la cara y respiro profundo intentando mantener mi ira controlada.

Pero qué ganas de salir ahora mismo a clavarle una daga en el cuello, es un desgraciado ese imbécil.

Se cree superior solo por que sí, y porque consiguió un estúpido sello. Mis antepasados deben estar revolcándose en su tumba porque un tipo como él consiguió semejante honor de los dioses.

¿Será que algún originario le entregó alguna pluma sagrada como para conseguirlo? Me intriga y me carcome la cabeza que haya sido capaz de obtenerlo.

—¿Cómo se supone que lo vamos a detener si a cada segundo solo consigue ventajas? —pregunto histerica— ¿Será que Araresá lo está ayudando?

—No seas paranoica Anastasia —habla mientras arroja unos clavos de olor en su olla—.  Es evidente que recibe ayuda ¿Pero de la realeza?

—Sospecha de hasta la persona más noble, todos esconden ambiciones que no conocemos, Cariem, todos —digo mientras me arrojo en el sofá.

Cariem solo afirma, sabe que tengo razón, es evidente que ya no podemos creer que los que nos rodean son buenos por que sí, sí no demuestran sus verdaderos intereses, no son confiables. Prefiero alguien egoísta, pero honesto a una persona que solo finge amabilidad y compasión.

Aprieto mi mandíbula con fuerza, los dientes ya me duelen por la presión exagerada que estoy ejerciendo.

—Te traje un poco de Lavanda —escucho decir a Thalia quien está llegando a la habitación, yo niego con enojo.

—No lo quiero... —respondo mientras me levanto de sofá

—Mi amor... —dice intentando tocarme la mejilla.

—¡Puta! No quiero relajarme, no quiero paz. Quiero ver ader esta porquería de internado, quiero ver a Franco arrastrarse por el lodo.

—Tranquila —dice Thalia, y Cariem niega sin dejar de ver a su olla, mientras una sonrisa se dibuja en su rostro, por supuesto que sabe que Thalia no debió pedirme que quede tranquila.

—¡No! —digo—. No hay nada de tranquilidad, solo hay sed de venganza. Ahora entiendo a Luriel y su método sanguinario.

—Por más que mi hermano solo busca venganza por la muerte de mamá, lo que hace tampoco está bien.

—¡Él por lo menos está haciendo algo! ¿Y tú qué Thalia? —digo llevando mi mano a la altura de la boca de mi estomago.

La impotencia me tomó de rehén, Cariem por fin aparta su mirada de su preparado y observa hacia mi, mientras mis manos tiemblan y mi cuerpo experimenta una sensación de sacudida que me hace cuestionarme si quedarme aquí es suficiente.

Estoy harta, enojada conmigo, enfurecida por qué deje que mi hermano se vaya solo. Desterrado, lejos de mi, cuando él si está luchando por algo.

Mis ancestros deben estar decepcionados de que yo, una Ario allá permitido que me den una cachetada. Ya los decepcioné una vez con Carina, cuando me sometí a su yugo, y lo vuelvo a hacer ahora que no soy capaz de destruir a mi enemigo.

—¡Esto es una mierda! ¿A qué se supone que jugamos moviéndonos cuadro por cuadro en este tablero? Si al fin y al cabo no logramos nada.

>>Quiero... quiero destruirlo, y hacerlo morder el polvo, si es posible, entregarlo al mismo 7mo.

>>¡Ese desgraciado no se merece de nuestra compasión!

—Nadie lo compadece Ana —susurra Thalia—. Él mató a mi madre y merece la pena máxima, y creo que comcuerdas conmigo que una muerte rápida no es.

—Quiero arrancarle la piel —susurro—. Que supliqué su muerte, que implore que le corte la cabeza.

—¿Ves mi amor? —Thalia me vuelve a agarrar del rostro—. No quiero que creas que soy tibia con esto, pero en serio, lo que hace Luriel no está bien.

—Luriel es el puto amo —respondo—. Tiene mi aprobación, mi bendición y si un día lo necesita, mi lealtad. Este panal ya no necesita héroes, necesita mercenarios, justicieros y vengadores. Basta de paz.

Salgo de la habitación, Cariem ni intenta detenerme, Thalia sí, pero cierro la puerta en su rostro.

En el pasillo, intento reprimir el llanto de rabia que se atraviesa en la garganta. Respiro, saco un cigarrillo de mi bolsillo, lo enciendo y le doy una profunda calada.

Suelto el humo y veo como se forman los aros, me seco la lágrima que se escapa del ojo derecho  y camino en dirección a el patio, el nuevo patio de este estúpido nuevo internado.

Cuando estoy en él, camino hasta la sombra de un Jacarandá, me recuesto en el tronco e intento tranquilizarme.

—Estúpido Asturia. —susurro.

—¿Qué pasó con mi papá? —oigo decir a una voz.

Volteo y veo a Iracema quien estaba sentada en el trocó, pero del otro lado.

—¡Vaya mierda! —suelto riendo—. ¿Justo tú debías escucharlo?

Iracema guarda silencio. Me fijo que en la mano lleva una tableta  y tiene abierto un libro en Wattpad, podría decir que es cualquiera, pero conociéndola estoy segura de que lee a Luriel.

—¿Te torturas? —pregunto y sacudo mi cigarrillo, para luego volver a darle una calada.

—Estudio al enemigo, es la tarea que me diste.

—¿Leyéndolo?

—¿Hay una mejor manera de conocer a un escritor? —dice levantando una ceja.

La tierna niña ya no está en Iracema, parece que la programaron, de que funciona en blanco y que el amor que alguna vez le tuvo a Luriel ya no existe. Pero quizás solo esté inducida, por algo no se ha quitado el collar que este le regaló.

—Haces bien —digo y me aparto del árbol—. Estudiado todo, y si puedes a todos... hasta a tu padre.

—¿No confías en él?

Esa pregunta hizo que una risa se me escapara y negara al instante. Iracema se pone de pie y me observa con atención.

—No, Ira, no confío, tampoco en ti.

—Yo sí confío en ti —dice la chica

—No deberías —respondo cuando suelto el humo que tenia retenido, tiro el cigarrillo en el suelo y lo piso—. Créeme, Princesa, no deberías confiar ni un poco en mi.

Y dichas estas palabras me alejo del escenario y me adentro al bosque, ya estoy harta, me voy de este lugar, y me importa una mierda mi matrimonio... solo quiero, venganza y muerte al traidor.

Los rebeldes [Libro 4]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora