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Lunes por la noche. Después de un largo día de preparatoria, no había nada mejor que un paquete de palomitas para disfrutar de un par, incluso de tres, rom-coms de los 2000s. Jimin presionó los botones en el microondas para que el plato comenzara a girar y las palomitas reventaran instantáneamente. Sus padres no estaban en casa, regresaban después de medianoche de sus respectivos trabajos, y su hermana mayor siendo una estudiante de medicina pasaba sus noches en el hospital haciendo su residencia. Estaba sola la mayor parte de sus noches, adelantaba sus tareas para estar libre y poder hacer lo que sea que ella disfrutaba. Entre sus cosas favoritas por hacer estaba jugar Just Dance o hacer un maratón de películas como en ese preciso momento.
Por el minuto 2:35 de cocción en el microondas, el teléfono fijo de su hogar sonó.
―¿Hola?
―Hola Jimin.
―¿Quién habla? ―preguntó temerosa al no reconocer la voz masculina y raposa que le llamaba sin ella esperarlo. Echó un visto a la pantalla del teléfono, no reconocía el número y no tenía identificador. Su familia en pocas ocasiones utilizaba el teléfono fijo, a este punto en la tecnología era un aparato obsoleto pero al contratar el servicio de internet para su hogar, éste venía incluído, así que era un modelo muy sencillo al no tener la opción de eliminarlo del paquete.
―No me conoces pero yo a tí sí.
―Colgaré si no me dice de quién se trata ―amenazó en un intento por intimidar al desconocido al otro lado de la línea.
―Juguemos a las preguntas. Yo hago una, tú respondes. Tú haces una, yo respondo. Y te diré quién soy.
La alarma del microondas sonó haciendo sobresaltar a Jimin y robándole un grito. Regresó a la cocina y sacó las palomitas del electrodoméstico para colocarlas en un tazón.
―¿Qué fue eso?
―El microondas. Estaba haciendo palomitas.
―¿Por qué estás tan nerviosa?
―No estoy nerviosa ―pero era mentira, sí lo estaba ya, comenzaba a ponerse paranoica. Miró a todas las ventanas de su casa intentando ver algo sospechoso, mientras caminaba hacía el salón. ―Pero no me gusta hablar con desconocidos.
―Auch, yo no soy cualquier desconocido, Jimin. ¿Cuál es tu película favorita de miedo?
―No me gustan las películas de terror. No puedo verlas.
Con la paranoia subiendo a tope, por precaución Jimin cerró las ventanas una a una, con el teléfono entre la oreja y el hombro. Puso seguro a la puerta y se sentó en el sofá grande frente al televisor, levantando los pies y abrazándolos contra su pecho.
―Qué lástima, el género es tan diverso y grandes películas han salido de él.
