02 - "Spreen"

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Sus ojos se fueron abriendo lentamente dejando que la luz del sol se cuele entre sus párpados. Roier se sintió extrañamente cómodo a pesar de que lo único que recordaba era estar recostado en el suelo acorralado por un enorme animal que amenazaba con atacarle. Al tener los oscuros ojos del oso en su memoria su cuerpo se incorporó de inmediato encontrándose a si mismo en una pequeña habitación.

Los muebles que decoraban el cuarto eran de madera, siendo estos un armario y una pequeña mesa con su respectiva silla, sin contar la cama donde al parecer se había pasado unas horas durmiendo. Tampoco era que en aquel lugar cabía mucho más pues el espacio era bastante reducido.

El chico se levantó de la cama y caminó hasta la puerta de la habitación girando la manivela de esta. Salió a lo que parecía una cocina de aspecto bastante rural, en las paredes habían estantes donde reposaban cuencos de madera junto a vasos del mismo material. En la encimera habían algunos platos sucios con sus respectivos cubiertos, parecía que llevaban ahí unos días.

A Roier le llamó la atención una pequeña figura que parecía estar hecha de forma artesanal con una navaja o herramienta parecida con la que habían cortado trozos de madera para conseguir aquella forma. Estiró su brazo para alcanzarla y echarle un vistazo más de cerca: en efecto la corteza no parecía estar procesada por ningún tipo de máquina y algunas imperfecciones se podían notar en su superficie.

Cuando iba a dejar la figurita en su sitio dio sin querer con uno de los platos sucios haciendo que este cayera al suelo. El susto que la caída del objeto le dio no se pudo comparar al pequeño grito que pegó al escuchar una voz detrás suyo.

-¡¿Qué te pasa pelotudo?!

Un chico de cabellos oscuros apareció para recoger el plato que yacía a sus pies para después dejarlo en su sitio y dirigirle una mirada de desaprobación a Roier, quien no pudo evitar fijarse en las pequeñas orejitas negras que se asomaban entre el pelo del desconocido.

-¿Cómo llevás la cabeza? ¿Te duele?- preguntó el chico mientras tocaba con suavidad dicha zona.

Roier, nervioso ante el tacto ajeno, retrocedió un paso sobre sus pies a lo que el pelinegro retiró rápidamente su mano.

-No, pues está todo bien.

La incomodidad del ambiente se podía notar a leguas, a parte del silencio incómodo que se había formado, la situación de por si ya era extraña. Roier se había despertado en la casa de alguien a quien no había visto nunca antes y este le hablaba como si le conociera.

El otro chico se aclaró la voz con sus mejillas levemente sonrojadas al no saber que decir para romper el silencio:

-En ese caso será mejor que te marchés -habló secamente mientras se dirigía hacia otro lado agarrando lo que parecía una caña de pescar-, aunque no sea muy tarde por esta zona se hace de noche antes.

Roier caminó hacia él una pequeña distancia, curioso por sus acciones. Sus ojos se dirigieron hacia la bolita negra esponjosa que asomaba por su espalda baja, el castaño llegó a la conclusión de que se trataba de una cola o algo parecido. Entre eso y las orejas, Roier se replanteó si estaba lidiando con un híbrido de oso, había oído hablar de ellos más de una vez, aunque era más bien un tema tabú, no eran muy bien vistos por la gente en general. Pasaron unos segundos hasta que conectó todos los puntos y llegó a la conclusión de que el oso que se había encontrado aquella mañana lo tenía delante en su forma humana.

Sus sentidos se pusieron alerta cuando el otro chico se dio la vuelta y le miró con una ceja alzada:

-¿Querés algo gato? Ya te he dicho que te vayas.

Roier tragó saliva nervioso intentando no hacer contacto visual con el contrario, por algún motivo sentía mucho interés por él.

-La neta... -divagó unos segundos desviando la mirada- Me gustaría saber tu nombre.

Al otro lado del bosque {Spiderbear}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora