03 - "Estrellas"

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Sus dedos se clavaron en la cuerda del arco, tensándola hasta donde sus fuerzas le permitían, mientras que con la otra mano sostenía la madera que terminaba de formar el arma. Entre todo aquello una flecha de punta afilada se dejaba ver, apuntando directamente al pequeño conejo de blanco pelaje que comía despreocupadamente la hierba que crecía del suelo. Se quedó unos segundos concentrado, esperando el momento ideal de disparar, mientras que una suave brisa hacia mecer sus oscuros cabellos.

Spreen había salido a cazar aquella mañana, dispuesto a conseguir algún animalillo que tuviera la desgracia de dejarse ver por él. Así que, con su arco en mano y varias flechas guardadas en su carcaj, se había recorrido un lado del bosque encontrándose un pequeño conejo en el proceso. Ahora, escondido entre unos matorrales, contenía la respiración mientras apuntaba directamente a la cabeza del animal.

-¿Spreen?

La voz detrás suyo hizo que la flecha se disparara de golpe mientras él se giraba asustado, haciendo que esta se clavara en el tronco de un árbol a pocos centímetros de la cara de Roier.

-¡¿Sos pelotudo?! ¡Podría haberte matado!

Para aquel entonces el conejito blanco ya había salido corriendo, asustado por todo el jaleo. Roier rió nervioso mirando de reojo la flecha.

-Quería volver a verte y así me recibes, y yo que te había traído un regalo -murmuró el castaño mientras escondía algo detrás de su espalda.

-¿Me estás echando la culpa?

Spreen frunció el ceño dispuesto a seguir con su sermón, sin embargo unos pastelitos de chocolate le dejaron con las palabras en la boca.

-Los hice anoche porque no podía dormirme -le dijo mientras sostenía la caja entre sus brazos-, pensé en traerte algunos.

El silencio fue lo único que recibió por parte del híbrido de oso, quien se quedó atónito ante el regalo de Roier. Las mejillas de Spreen se enrojecieron discretamente mientras guardaba el arco en el mismo carcaj donde tenía las flechas.

-No tenías por qué boludo, además a mí ni siquiera me gusta el chocolate.

Roier dejó salir un "a" mientras volvía a mirar los pastelitos un tanto triste.

-P-pero puedo probarlos luego -volvió a hablar Spreen un tanto nervioso ante la reacción del otro chico-, no te los llevés, vamos a mi casa y allá los dejás.

Mientras ambos caminaban hacia el hogar del pelinegro, lo único que pasaba por la cabeza de Spreen era por qué demonios tenía la necesidad de consentir al castaño. Después de todo, Roier solo era alguien más que pronto se cansaría de él y dejaría de ir a verle en un tiempo. Solo eso.

🐻🕷️

-¿Puedes enseñarme a disparar un arco?

Spreen comenzó a toser el pastelito de chocolate que se había echado a la boca segundos atrás. No se esperaba aquella pregunta por parte de Roier.

-¿Para que querés saber disparar un arco? -le preguntó esta vez él una vez que había parado de toser.

-Siempre me ha parecido bastante chingón ver en las películas como disparan flechas a tanta distancia dando en el blanco -dijo Roier mientras se levantaba de la silla donde se había sentado a comer para imitar la pose de un arquero al apuntar.

Spreen suspiró pesadamente replanteándose que hacía ahí aguantando aquella situación. Sin embargo sus ojos se cruzaron con el brillo de los del castaño, dejándole totalmente indefenso.

-Vení -es lo único que dijo para después cruzar la puerta trasera de la casa seguido por Roier.

El castaño se quedó observando el bonito jardín que decoraba la parte de atrás de la cabaña, habían flores de diversos colores dispersas por todo el lugar, las cuales se notaba que eran cuidadas a menudo.

Al otro lado del bosque {Spiderbear}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora