Los ojos de Roier se abrieron poco a poco, dejando que la luz del sol se colara a través de sus pestañas. Nada más recobrar la conciencia sintió su abdomen adolorido, soltando un leve quejido mientras llevaba una de sus manos a dicha zona. Sus dedos se encontraron con el tacto de lo que a él le pareció una venda, y fue ahí cuando lo recordó todo. El reencuentro con Spreen, la aparición de Natalan, el revolver y la bala que él decidió tomar por su amigo. Su cabeza dolió ligeramente al llegarle todos los recuerdos.
Sus ojos se dirigieron entonces a la habitación en la que estaba, encontrándose con su dormitorio. En dos sillas estaban Mariana y Missa, dormidos, sentados de mala manera. A Roier le dolió el cuello de solo ver la postura en la que dormían. Al castaño le llamó la atención las notables ojeras que tenían ambos bajo sus ojos, se preguntó si es que habían pasado noches en vela esperando a que despertara. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente?
Su atención fue captada por un ruido a su lado, observando como Mariana se despertaba lentamente y se desperezaba, quejándose en voz baja. Los ojos de Roier se cruzaron con los de su amigo, quien al principio tan solo se quedó mirando al castaño en silencio, procesando la información. Fue entonces cuando Mariana se lanzó a abrazar a Roier mientras reía de felicidad.
-Roier no vuelvas a hacerme esto hijo de puta -lágrimas saladas de alegría se asomaban por la comisura de sus ojos-, pensé que te perdía wey.
El castaño rio al corresponder el abrazo.
-No seas pendejo, ¿cómo iba a dejarlos a ustedes?
-¡Missa! ¡Missa! -llamó Mariana a su amigo quien se despertó alterado a causa de los gritos.
El chico se restregó los ojos cansado mirando a Mariana con el ceño fruncido, molesto por haberle despertado. Sin embargo al ver a Roier sentado en la cama se levantó rápido de su asiento y corrió a abrazarle.
Los siguientes minutos solo existieron para los tres, riendo y conversando. Mariana y Missa le contaron a Roier que había estado inconsciente por una semana y que Spreen lo había traído al pueblo pidiendo ayuda. Le dijeron que los días que había estado reposando en el hospital alguien había estado pasando las 24h horas a su lado, sosteniendo su mano y durmiendo junto a la camilla. Al parecer el desconocido había estado usando una capucha y con eso Roier supo al instante que no podía traterse de otro que de Spreen. Obviamente el pelinegro ocultaría sus orejas si iba a algún lugar habitado por personas.
Hacía tan solo un día que lo habían trasladado a su casa y desde entonces Mariana y Missa no se habían ido de su lado, siempre con la esperanza de que despertara.
Lo siguiente que pasó fue que tanto Luzu como Quackity entraron al dormitorio al escuchar a los tres chicos hablar. Quackity lloró sin parar mientras regañaba a su hijo por pegarles tremendo susto mientras Luzu intentaba calmar a su esposo. A la hora Mariana y Missa anunciaron que debían irse, asi que se despidieron de su amigo y de sus padres, no sin antes decirle a Roier que si necesitaba cualquier cosa les llamara sin dudarlo.
Ahora el castaño se encontraba sentado en su cama, observando la pared de su habitación pensado sobre todo lo que había ocurrido. Quería ir a ver a Spreen lo antes posible, quería hacerle saber que estaba bien y agradecerle por salvarle la vida. Conociéndolo, estaría preocupado y angustidado ahora que no podía ir a verle a su casa.
De repente la puerta de su dormitorio se abrió poco a poco, haciendo que Roier girara en dicha dirección, extrañado:
-¿Mariana? ¿Missa?
Sin embargo la persona que se asomó por la puerta no correspondía a ninguno de los nombres anteriormente mencionados. Roier sintió la angustia recorrer su cuerpo al ver a Natalan frente a él. El chico tenía unas enormes ojeras y una mirada triste decorando su rostro. Roier se puso alerta ante cualquier movimiento extraño proveniente del chico.
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Al otro lado del bosque {Spiderbear}
FanfictionDesde muy pequeño Roier había aprendido que bajo ninguna circunstancia debía acercarse al bosque, pues no eran pocas las oscuras leyendas que circulaban alrededor de él. Sin embargo conforme el chico crecía, su curiosidad también, por lo que no pudo...