Razón #19 Las imágenes de gente sangrando no te hacen vomitar

6 0 0
                                    

Incluso volando por la carretera a una velocidad que no sabía que era capaz de alcanzar el Corsica, no voy tan rápido como quiero. Dejo el coche encendido contra la acera cuando me detengo, salgo y corro hacia Jungkook, que está sentado empapado por la lluvia en un edificio decrépito en el que nunca he estado o visto, a las afueras de la ciudad.

No dice nada y yo tampoco. Sólo lo meto entre mis brazos y lo llevo dentro del coche.

Más silencio mientras subo junto a él, sube el calor y lo saco de donde sea que estemos.

Estoy muerto de miedo de preguntarle qué pasa. No está encendiendo la radio, o poniendo sus pies en el salpicadero, o incluso llorando. Está siendo demasiado tranquilo para Jungkook y nada viene a mi mente sobre cómo romper el silencio.

Después de unos minutos, estoy listo para golpear en el estéreo sólo para deshacerme de la tensión en el aire, pero finalmente dice algo.

—Gracias.

Echo un vistazo hacia él antes de volver a la carretera. No está mirándome. —Ajá.

—No tienes que quedarte conmigo en la biblioteca si no quieres. Lo miro de nuevo. Está mirándome, también.

—¿Todavía quieres ir a la biblioteca? —Intento dar una sonrisa—. ¿O quieres probar algunos juegos de video en mi casa?

Se ríe, pero no realmente. —¿Y arriesgarnos a otro corte de luz? Me encojo de hombros. —Seguro.

Sus labios se presionan y mira hacia atrás por la ventana. —Gracias, pero realmente sólo... tengo que ir a la biblioteca.

Suspiro, dando vuelta sobre el camino que me llevará allí. —Está bien, pero no te dejaré solo.

—En serio, Jimin, puedo tomar el autobús...

—No te dejaré.

Sé que probablemente sueno como un idiota, pero no voy a dejarlo justo después de... lo que sea que pasó. Se ruboriza y sonríe—una real—todavía sin mirarme, pero voy a tomar todo lo que pueda.

Hay más silencio durante el resto del viaje, entrando a la biblioteca y luego más cuando volvemos a la sección "muerta para el mundo". Entonces él lo rompe diciéndome que espere en el sofá y que volverá en un rato.

Me tiro en el asiento y pongo las piernas en alto para ocupar todo el lugar y que nadie se siente a mi lado. No es como si lo fueran a hacer. Kookie vuelve con un libro grande y gordo metido contra su pecho.

Empuja mis pies del sofá y se sienta con las piernas cruzadas junto a mí, haciéndome poner un brazo alrededor de sus hombros. Abre el libro y mis ojos se salen de mi cráneo.

—Eh...

Se ríe. —Sí, esto es lo que le pasa a los chicos de la tribu Satere Mawé del Amazonas cuando se convierten en hombres.

Me trago la bilis en mi garganta, tratando de actuar como hombre pero, eh, sí, no estoy seguro de si podría soportar unos guantes de hormigas veinticuatro. Las pobres manos del chico están tan hinchadas y rojas que podrían ser animales de globo. Cómo es que Kookie está mirando esto con una gran sonrisa en su cara, no tengo idea, pero me hace sentir aún más como un marica. Le doy la vuelta a la página de los dedos repugnantes.

Oh, hombre. El acrofóbico en mí tampoco puede soportar a los niños que cuelgan de los tobillos por las vides en grandes acantilados.

—Esto se llama salto de la tierra. —Kookie sonríe mientras alisa la página—.

Se dice que si su cabeza no toca el suelo, va a ser una mala cosecha.

—¿Te refieres a que tienen que golpearse el cráneo?

—No si son muy cuidadosos. —Él guiña y da vuelta la página.

Respiro hondo y echo la cabeza hacia atrás contra el cojín. —Bien, entonces. ¿Y por qué me muestras esto?

Su trasero se desliza más cerca del mío mientras se instala el libro en el regazo. De acuerdo, no entiendo lo que está pasando por su cabeza—odio esta imagen mirándome, pero no puedo evitar sentir que tal vez esto es lo que necesita para olvidar lo que está molestándole. Ver imágenes brutas y hablar de cosas locas.

—Tribu Matausa. Creen que si se deshacen de la sangre femenina en ellos, la sangre de su madre, atraerán a más mujeres y se harán más valientes.

—Sí, eso tiene mucho sentido.

Ríe y se encoje de hombros frente a mí. —Te ves verde. ¿Tal vez debería poner el libro a un lado?

—No. —Lo entiendo. Esto es lo que necesita—. Continua. Está bien.

Me mira una vez más, por lo que trato de lucir cómodo, luego da vuelta la página otra vez.

—¡Santa mierda! ¡Ese chico está desnudo!

—¡Shh! —Se está riendo de mí mientras presiona un dedo en mis labios.

—¿Tienen este material en la biblioteca?—digo bajo su mano.

—Sí. Es educativo. Y es sólo un trasero. Estoy seguro de que has visto peores.

—No.

Niega con la cabeza y rueda sus ojos.—Salto de vaca. Tienen que hacerlo desnudos.

—¿Cómo sabes todo esto?

Sus manos rozan la página antes de cerrar el libro, dejándolo en mi regazo.— Lo leo mucho.

Empiezo a correr mi mano arriba y abajo por su brazo. Su piel se pone de gallina y trato de esconder la sonrisa formándose en mis labios. —¿Por qué? ¿Te gustan las cosas extrañas como ésta?

No me mira y mantiene los ojos fijos en el libro en mi regazo. —Supongo que la vida no parece tan mala a veces cuando ves lo que esta gente tiene que hacer para complacer a sus padres.

Bingo. Es eso. Su maldita madre. Pensé que podría tener algo que ver con el extraño edificio y la frenética llamada telefónica.

Aprieto sus hombros y su cabeza cae sobre mi pecho.

—¿Jimin?

—¿Sí?

—¿P-puedo... puedo tomar tu mano?

Me río entre dientes, sin quererlo. Sin embargo, sale de todos modos. Agarro su mano con la mía libre, dejando caer el libro ruidosamente al piso.

—Ni siquiera tienes que preguntar, Kookie.

Razones por las que me enamore de mi amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora