Capítulo 01

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7 años después. 26 y 25 años.

—Déjame ver si entendí... ¿Rechazaron tu proyecto solo porque enviaste un mail pasivo-agresivo?—preguntó Alhacén mirando de reojo a su amigo por encima del pequeño libro que sostenía entre sus manos. Kaveh iba a llamar la atención con su humor pesado en toda la biblioteca, por lo que Alhacén procuró desentenderse de él en cuanto le llamaron la atención.

—Sí. ¿Acaso puedes creerlo?—Kaveh tomó asiento en la misma mesa que su compañero, y con sus manos se agarró su cabeza en señal de frustración. Sentía que había perdido la única oportunidad que tenía de pagar sus deudas debido al malgasto de presupuesto por un proyecto muy ambicioso que terminó de mala manera.

—Nunca cambiarás, ¿verdad? —Alhacén soltó una pequeña sonrisa que ocultó rápidamente detrás de las páginas de su libro.

—¡Hey! ¡Tengo derecho a quejarme de que ese tipo se la pase enviándome especificaciones a las tres de la mañana! ¿Acaso te parece normal? —La sangre de Kaveh comenzó a hervir por la actitud burlona del de cabello gris. Se puso firme en su asiento y lo miró desafiante, a lo que el opuesto cambió su expresión a una más seria y directa.

—Solo silencia tu teléfono, genio.

—¿Crees que puedo darme el lujo de perder clientes por leer tarde mis correos? Estoy al borde de la quiebra por ese idiota... —levantó la voz comenzando a llamar la atención de algunos eruditos que dejaron sus lecturas para posicionar sus miradas sobre él—. Sé que finges ser un tipo ocupado y no pienso intervenir en eso, pero necesito que me dejes vivir contigo.

—¿Estás loco?— Alhacén cerró con fuerza el libro y plantó su mirada fija en su amigo. Kaveh frunció el ceño y gritó:

—¡Solo por unas noches, malnacido! Te prometo que haré todos tus malditos quehaceres, solo déjame tu habitación de invitados por unos días hasta que me paguen— agregó a su súplica un salto de su silla, dejando salir parte de su frustración por la indiferencia de Alhacén.

—¿Lavarás mi ropa? ¿Lavarás los platos? ¿Limpiarás los muebles? ¿Me harás la cena? Tiendes a ser bastante holgazán cuando no tienes trabajo —Si bien el mayor solo seguía acotando acusaciones y excusas, en el fondo estaba viendo de qué era capaz el rubio frente al rechazo de su propio mejor amigo. Alhacén cubrió con su mano libre su rostro para disimular una pequeña sonrisa delatante de su broma.

—Sí tirano, haré cada maldito labor que quieras. ¿Te parece? No me dejes en la calle —colocó sus manos enfrentadas frente a su rostro en forma de súplica, y Alhacén rio por lo bajo por lo ridículo de la situación y la desesperación de Kaveh.

—Por supuesto que sí, idiota. ¿Acaso creíste que sería tan desalmado como para dejarte en la calle durmiendo con los perros? Solo espero que no toques mis libros y hagas la cena, no soy muy bueno cocinando —mencionó recuperando la serenidad. Volvió a abrir su libro y lo colocó frente a él, perdiendo totalmente el contacto visual con Kaveh, pero manteniendo sigilosamente su vista sobre él por encima de su libro.

—Pues prepara esa cama de dos plazas, querida. ¡Este chico va a convertir en un santuario moderno ese cuadrado en el que vives! —volvió a levantar la voz, y nuevamente todos posaron su mirada en el joven, que ahora se encontraba avergonzado por su actitud sumisa cuando intentó convencer al peligris sobre su estancia en su hogar. Sus mejillas se enrojecieron pero al instante bajó la cabeza para calmar su respiración que se había intensificado por el calor del momento. Alhacén no pudo evitar darse cuenta de que este lo había llamado "querida", sonrió disimuladamente debido a que ese gesto no solía ser habitual en Kaveh, sin embargo, no se negó a si mismo que le había causado gracia cada ocurrencia que al menor se le ocurría.

—Baja los humos, Kaveh. No hagas que me arrepienta. ¡Y ni se te ocurra cambiar el amueblado sin consultármelo! —El rubio rio ante la observación de Alhacén, el cual había vuelto a mirarlo de frente—. De todas formas, necesitaré hacer una copia de la llave. ¿Piensas quedarte a partir de hoy?

—De ser posible...

—Bien, aprovechemos el almuerzo entonces. Acompáñame —Alhacén cerró su libro y lo resguardó bajo su brazo, utilizando así sus manos para buscar entre sus bolsillos las llaves de su auto. Kaveh comprendió que irían a realizar una copia en ese mismo momento, por lo que siguió al mayor y con entusiasmo apresuró el paso hacia fuera de la Academia. Le emocionaban los viajes en el lujoso auto de Alhacén, por lo que nunca desaprovechaba la oportunidad para bajar las ventanillas y alardear con su actitud victoriosa.

—Si no la cagaras con tus proyectos, podrías permitirte uno igual a este —acotó el peligris mientras encendía el auto y se abrochaba rápidamente el cinturón. Kaveh decidió ignorarlo solamente por el hecho de que se sentía poderoso dentro de un automóvil de esa gama y estilo, así que se limitó a aprovechar el suave aroma a auto limpio para imaginarse como sería tener su propio coche con todos los detalles que a él le gustan.

Kaveh, inmerso en sus pensamientos, no había notado el momento en el que Alhacén arrancó el auto y comenzó a conducir por las relucientes calles de Sumeru, sin embargo iba tranquilo revisando cada detalle, cada tienda y cada persona que caminaba imperante por la acera. El rubio cerró sus ojos por un momento y apoyó su cabeza sobre el marco de la ventanilla del auto, dejando así que el viento golpeara con él y fuera despeinando cada mechón de cabello. Sin embargo, al llegar a una luz roja que provocaría que Alhacén frenara lentamente, Kaveh no pudo evitar sentir un nudo en el estómago en cuanto escuchó un fuerte ruido proveniente del exterior.

—¿Qué sucede? —preguntó Alhacén volteando su mirada hacia la ventanilla de Kaveh, sin quitar su mano del volante en lo que esperaba la luz verde del semáforo. El menor sintió su sangre helar en cuanto se dio cuenta de lo que estaba pasando.

—¿Por qué no mejor te vas de aquí, maricón? —un grupo de cuatro personas caminaba a pasos agigantados. En medio de todos ellos, un quinto hombre estaba siendo arrastrado con heridas en todo su rostro y cuerpo, gritando y pidiendo por favor que lo dejaran en paz. Los sujetos hicieron caso omiso y siguieron arrastrándolo hasta llegar a un callejón en el que solo había contenedores de basura repletos de bolsas. Entre los cuatro, tomaron impulso y lo arrojaron el helado suelo mientras muchas de sus heridas manchaban su vestimenta y teñían de rojo su rostro

—¡No queremos gente como tú en nuestra ciudad! —La tranquilidad que caracterizaba a Kaveh se había esfumado por completo, y sus ojos, abiertos con sorpresa, se encontraban húmedos por la presión que comenzó a sentir en ese momento..., sin embargo, rápidamente parpadeó para evitar algún momento indebido frente a Alhacén que delatara sus sentimientos encontrados con esa horrible situación. Para su desgracia, este ese percató de que algo no andaba bien.

—¿Todo bien, Kaveh? —preguntó Alhacén en voz baja, intentando no ser tan invasivo. El rubio se volteó y puso su mirada al frente intentando no darle importancia a lo que acababa de ver, posteriormente apretó el botón que subiría la ventanilla del auto y disimuló su preocupación mostrándose serio ante su amigo.

—Avanza. —La bocina del auto que estaba detrás de ambos jóvenes hizo volver a la tierra a Alhacén que, concentrado en los ojos carmesí de de Kaveh, casi había perdido la noción del tiempo y el espacio en el que se encontraba. Volvió su vista al frente al instante y avanzó por la calle ahora despejada. Si bien quería responderle algo al chico a su lado, este no supo muy bien que decir y prefirió no arruinarlo con algún comentario desafortunado. Kaveh parecía no tener problemas con el silencio entre ambos.

Prohibidos | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora