Capítulo 02

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El modesto pero elegante departamento de Alhacén se había inundado de barullo, gritos y risas en tan solo una semana. Kaveh logró tomar un espacio en una habitación vacía que Alhacén solo ocupaba para guardar cajas de su antiguo hogar, sin embargo, la convivencia se volvió un tema complicado de abordar entre ambos jóvenes, en su mayoría debido a las personalidades tan opuestas que tenían.

Alhacén tenía un rutina bastante estructurada y con cierta monotonía en ella. Madruga, desayuna una buena taza de café, toma una ducha y sale a trabajar en su puesto de escribano. Usando una riñonera que casi nadie distingue con sus ropas tan oscuras, y unos audífonos que usa tanto para música como para cancelar el ruido que tanto le molesta de la calle, realiza su trabajo en silencio y continua con su día de la forma más serena posible. En cambio... Kaveh era todo lo opuesto a la inamovible rutina del mayor. Un chico descuidado, vago pero emocional rubio de ojos carmesí despertaba cada día sin estar lo suficientemente seguro de lo que le depararía la tarde. Todas sus mañanas se ven interrumpidas por una momentánea pero intensa dosis de inspiración y motivación que el limpio aire fresco recién llegado del oeste despertaban en él, por lo que debía aprovechar esos instantes en los que podía centrarse a trabajar en sus proyectos pendientes, por más incómodo indebido que sea el momento en el que se le crucen esas ideas. Si era inspiración lograba dar frutos, podía estar toda la tarde trabajando en su pequeña habitación con la música a todo volumen mientras Alhacén no estaba en casa... en cambio, si no lograba centrarse porque sus ideas aún no llegaban cual revelación a su cabeza, dedicaba todo su día a merodear por el departamento (nuevamente, con la música a todo volumen) esta vez con la única esperanza de que las horas pasaran más rápido para que al llegar la noche, este intentaría convencer a Alhacén de que lo acompañe a tomar algo al bar más cercano. Este siempre se negaba, por lo que paulatinamente seguiría insistiendo en busca de un compañero de cerveza o vino que lo llevara en su auto para que este no tuviera un accidente a media carretera.

Ambos, totalmente opuestos, tenían una inmensa facilidad para discutir sobre las reglas del departamento: Alhacén quería que todas sus cosas se mantuvieran en orden, que guardara silencio en la tarde, que intentara lavar los platos que ensucia, y que tomara un lápiz y dibujara sus -malditos- edificios, ya que Alhacén no planeaba hospedarlo gratis para siempre.Kaveh intentaba seguir las reglas que el mayor le proporcionaba, sin embargo... él era un espíritu libre, y no quería perderse un día de escuchar buena música o de practicar hobbies durante sus momentos de bloqueo laboral siendo que tenía un lugar solo para él, en el que nadie lo molestaría. El peligris ardía en llamas cada que escuchaba a Kaveh hablar de las holgazanerías que realizaba mientras él no estaba, pero pensándolo fríamente, ¿qué podía hacer él contra eso? Por lo que Alhacén se limita a recordarle que tarde o temprano tendría que pagarle algún porcentaje del alquiler del departamento.

—Y si no tienes dinero... ¿Cómo piensas salir a beber? —djio Alhacén aun sin bajar la vista de su libro. Se sintió confiado de que sabría la perfecta respuesta de su amigo que, efectivamente, estaba dentro de sus expectativas.

—¿Te crees que necesito beber para seguir viviendo? Puedo estar una semana sin salir de noche... —respondió Kaveh emocionado. A medida que soltaba cada palabra, su mirada bajó junto con su cabeza y su voz se achicó hasta ser inaudible por el peligris.

—De casualidad, ¿recuerdas la última vez que dijiste eso? —Alhacén rió por lo bajo.

—¿Recordar qué? —abrió los ojos con sorpresa, y un escalofrío recorrió su piel de arriba de abajo. Creía saber lo que su amigo estaba por contar, sin embargo, esto no iba a ser lo que se esperaba.

—En la universidad prometiste que dejarías el alcohol un tiempo para enfocarte en aprobar tus exámenes... Habrás durado cuánto, ¿tres días? Hasta que llegaste llorando a la habitación de Cyno con tres botellas de Vodka —el rubio respiró profundo cuando se dio cuenta de que este había omitido detalles importantes que no eran necesarios de mencionar. Aun así, su sangre hirvió cuando notó la poca fe que este tenía sobre él. Se paró del banco frente a la barra de la cocina y exclamó:

Prohibidos | HaikavehDonde viven las historias. Descúbrelo ahora