Extra 8

326 50 11
                                    

PORSCHE

—Macao—. Lo llamé. El mocoso llevaba varios segundos con la mirada perdida frente a mi puerta. 

Pero vaya, que sorpresa...

—P'—. Me hizo un respeto y me miró con sus enormes ojos avellana, avergonzado. —Yo- bueno... Mmmm...

—¿Quieres pasar?—. Me hice a un lado y el chiquillo asintió.

Cuando pasó por mi lado pude ver lo rojas que estaban sus orejas y su nuca; nunca había visto a Macao de esa manera, ¿Qué estaba mal? 

—¿Pasa algo? ¿Te sientes mal?—. Toqué su frente preocupado pero el giró el rostro renuente o, más bien apenado. —Habla, niño. ¿Quieres que llame a tu hermano?

—¡No!—. Pidió exaltado. Lo miré sorprendido cuando se pasó sus manos por su rostro, exasperado, y luego me devolvió la mirada.

—¿En serio estás bien? ¿Por qué tanto drama?—. Recosté mi mejilla en mi puño cerrado, acostándome en la cómoda pegada a la cama imitando al niño. En este punto Macao ya había inflado sus mejillas como un adorable pez globo.

—P'... Bueno, estaba hablando con Chay y el me dijo unas cosas que me hicieron pensar—. ¿Cómo? —Chay dice que no le gusta vernos pelear y él cree que aún hay ciertas asperezas entre nosotros por, ya sabe, lo de la fuente.

¿Asperezas? ¿Cómo por qué un niño de su edad usaba un vocabulario tan amplio?

Recordaba muy bien ese accidente y todos los problemas que me había causado con los hermanos de la gran casa, sin poder olvidarme lo emocionado que había estado Khun cuando se enteró que le había abierto la cabeza a su aparente mini némesis. Y a todo esto, ¿Qué había sido de él? ¿En donde estaba Khun? ¿Cómo me pude olvidar de su molesta voz de repente?

—No te presiones si no quieres, no estoy enojado, eso pasó hace mucho Macao—. Le di un golpecito en su sien y el se quejó rojo de la rabia. —Peleamos porque eso hacen las personas. Las personas se pelean, gritan, se quejan y luego en el comedor se cuentan su día—. Le sonreí tratando de que comprendiera.

—Jamás llegué a la parte del comedor—. Hizo una mueca y mi corazón dolió. Había mucho de ellos que aún nos sabía, si, pero algo me detenía de preguntar; como si en realidad no quisiera oir la respuesta.

—Bueno, aún estamos a tiempo—. Le volví a sonreír de la misma forma en que lo hacía con Chay. —Si todo sale bien, y no tienes idea de las muchas ganas que tengo de que eso pase; seremos una familia.

—¿Y para qué voy a querer una? solo estorban—. Bufó haciendo precisamente la misma mueca que su hermano: frunció el ceño con asco, estriando sus delgadas cejas y arrugó su nariz de botón con dramatismo.  A pesar de su renuencia pude ver como su respiración se volvía mas ruda, como si le costara el estar aquí. 

—La quieres—. Murmuré genuinamente sorprendido. Alguna parte de mi había querido creer en lo que había dicho el niño pero no, no al verlo como se veía tan deprimido, tan desesperado porque le creyera, como si su única forma de protegerse fuera tratando de alejarme siendo grosero. —¿Qué fue lo te hicieron?—. Susurré abatido. Levanté mi mano a su nuca y acaricié la zona sintiendo los suaves cabellos rozar mi palma.

Los pequeños y gruesos hombros de Macao se tensaron y alejó mi mano de un manotazo.

—No me trates como si fuera tu hijo—. Siseó molesto. —Yo ya tuve un padre.

Sus ojos se aguaron pero no había ningún rastro de dolor, solo ira; pura y peligrosa ira.

—Macao, estas entendiendo mal las cosas—. Suspiré tratando de sonar suave de alguna manera. —No estoy tratando de remplazar a Khun Kan.

AT THE END [VegasPorsche] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora