Extra 4

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VEGAS

Recuerdo estar desesperado, y entonces, en medio de mi crisis sentí un tirón en la boca del estómago que me obligó a determine por un minuto; era algo extraño que últimamente me sucedía bastante seguido; mismo tirón que me llevaba siempre a la misma persona cuya postura a la defensiva siempre estaba en lo alto; Porsche.

No supe en qué momento comencé hablarle, o en que momento me abrí con él sobre Macao y lo asustado que estaba, solo sentía que hablar de algo así con él, de esa manera tan íntima, era lo correcto; y entonces lo supe; Porsche no me tenía lástima como mis primos, tampoco me decía lo que quería escuchar como Pete y Macao lo hacían. Porsche me entendía, y eso me agradaba más de lo que quería admitir.

Acerqué mi mano a su rostro cuando mis dedos comenzaron a picar por tocarlo, un sentimiento bastante recurrente desde que nos acercamos. Hacia unos minutos estaba enfadado por no poder comprender los sentimientos de mi hermanito, y ahora todo lo que podía pensar era que podía pasar hora y más horas hablando con él sin sentirme mal, porque reírte con Porsche es tan sencillo que me hacia sentir algo avergonzado.

Cuando se fue me apresuré a tomar una ducha, vestirme y tomar el estuche de mis lentes hacia mi despacho. La misma oficina frívola que mi padre había tenido por tanto tiempo. Había estado aquí tantas veces, y sabía con exactitud que no había, ni habría, una foto de nosotros como una verdadera familia. Sí, teníamos una que se exhibía en la sala principal de la casa, pero..., no era lo mismo. La recordaba, era enorme; Macao y yo estábamos vestidos con trajes ridículamente caros, parados al lado del hombre que no dejó de humillarnos ni un solo día de su jodida vida mirando a la cámara sin ninguna expresión en particular, solo un par de sonrisas tristes.
Suspiré con cansancio. Desde que había tomado el control de la familia no me había tomado un momento para pensar en que haría ahora que Porsche se había sumado a mis planes, ni como la pulga de su hermanito encajaría en éste mundo. No me quejaba, ellos hacían que Kinn y el listillo de su hermano, el bastardo de Kim, estuvieran en mis manos, sin embargo, Nop me había dejado muy en claro que la pequeña pulga no quería saber nada de mi primo.

—¿Sabes por qué sigues aquí, no? —. Pregunté a penas Kinn se dejó caer en el sofá frente a mi escritorio. A penas iba a redecorar la habitación, y por supuesto lo primero que iba a tirar iba a ser ese horrozo sillón.

—Tsk, ilumíname primo —. Sonrió Kinn de lado con una postura despreocupada.

Todo en él era totalmente diferente al poderoso Kinn de siempre, el mismo que se paseaba por ésta misma casa coqueteando con la servidumbre, y a penas mirándonos por encima de su hombro.
Me removí en la silla en donde estaba sentado, y dejé los papeles que tenía que revisar para transferir todo a mi nombre y el de Porsche; y una que otra propiedad a Macao. Nop me había dicho que el abogado Palm vendría por la tarde para arreglar todo.

—Necesito que me hagas un favor..., primo —. Lo llamé cautelosamente. En estos momentos tenía que ser el más listo de la sala y pensar con la cabeza fría, y por más que me pesara admitirlo... Kinn sabía como hacer su trabajo.

—¿Es enserio lo que me estás diciendo? —. Preguntó incrédulo, y yo remojé mis labios cuando todo su cuerpo se tensó de forma violenta.

—Kinn, no estoy hablándote como familia —. Dejé mis lentes en la mesa y lo miré de manera paciente. —Te estoy hablando como empresario.

—¿Ahora eso hacemos? —. Se rió irónicamente.

—Kinn, escucha... Yo-

—No, tu escucha hijo de puta —. Kinn golpeó mi escrito y me apuntó con su dedo índice amenazadoramente. —Me quitaste todo. ¡TODO!

AT THE END [VegasPorsche] Donde viven las historias. Descúbrelo ahora