Capítulo noveno: Consecuencias aplazadas

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El ambiente dentro del automóvil del mayor se mantuvo incómodo, tenso, silencioso. Kyabe temblaba mientras observaba la expresión furiosa de su padre, quien parecía estar a punto de estallar en ira; sin embargo, por alguna razón todavía no optaba por darle alguna golpiza o como mínimo un barullo de gritos.

—Padre... —Pronunció en una voz apenas audible, el mayor ni siquiera se molestó en dirigirle la mirada. —¿Qué?

—Yo... —El chico intentó pronunciar una disculpa, pero su miedo llegaba a tal punto que era totalmente incapaz de articular algo más que simples monosílabos. —No, nada.

El mayor simplemente gruñó con evidente molestia, pero sin ningún insulto o golpe de por medio, lo cual relajó un poco al adolescente. Luego de ese intento de disculpa por parte del joven ninguno volvió a pronunciar palabra, al menos no hasta que llegaron a su residencia ubicada en una zona algo costosa de la ciudad. Al llegar ahí, el chico supo porqué su padre no le había hecho nada en todo el viaje pese a que en apariencia este deseaba darle una golpiza por lo que hizo.

—¿Tía Bruselle? —Pronunció confundido al distinguir la figura de su agradable tía en la entrada de la casa, saludándolo con una radiante sonrisa. Bruselle Salad era la hermana melliza de su padre, apenas mayor que él por cinco minutos. Una mujer de baja estatura y cabellera lacia que dejaba caer el característico flequillo sobre la frente que muchos en la familia tenían y que a diferencia de él, había optado por no tener descendencia o una pareja porque; según ella, no deseaba repetir patrones y terminar traumando a sus propios hijos. —¡Tiempo sin verte Kyabe!

Al terminar de estacionar el coche, ambos hombres salieron de este y el más joven recibió un cálido abrazo por parte de la mujer elegantemente vestida, viendo la expresión irritada de su padre ante esto.

—Vas a terminar asfixiándolo Brui, ya déjalo. —Kyabe se mostró extrañado al escuchar la forma en la que su padre se dirigió a su tía, pues no estaba habituado a verlos llevarse bien o siquiera tolerarse; al menos eso por parte del mellizo más joven, su padre. —¡Vaya! Me sorprende que estés feliz de verme, Lett.

—No lo estoy. —Replicó el hombre de cicatrices en el rostro, la mayor sonrió incómoda para luego dirigirse a su querido sobrino. —Bueno... ¿y cómo estás tú, mi dulce de coco? Veo que saliste.

El adolescente de flequillo sintió cómo sus manos comenzaban a sudar cuando su tía dijo aquello mientras señalaba su escaso equipaje, Lett bufó con cierta molestia.

—Deberías preguntarle lo que hizo. Salió a quién sabe dónde sin mi permiso, y de no ser porque estás aquí ya le habría dado su ejemplar castigo. —Bruselle cambió su alegre expresión por una muchísimo más seria, tanto que Kyabe no pudo evitar sentirse intimidado por ello. —No tientes tu suerte conmigo, Lett Salad. Tú sabes mejor que nadie lo que puede pasar si me entero de que le hiciste algo grave al chico.

—No necesito tus amenazas a esta hora, Bruselle. Kyabe no ha sido corregido sin merecerlo ¿o acaso no te enteraste de lo que le hizo a uno de sus compañeros? —Respondió Lett completamente a la defensiva, la mayor suspiró. —No vale la pena discutir contigo. De todas formas, yo solo vine a visitarlos y a asegurarme que mi dulce de coco siga tan lúcido como lo dejé.

El adolescente sintió su cabellera siendo revuelta cariñosamente por su tía, a lo que el hombre de mayor edad se cruzó de brazos, ya harto de la conversación.

—Mejor entremos a la casa, la cena ya debe estar lista. —Bruselle dejó que el tema muriera en ese punto, por el momento no era adecuado discutir el asunto de su sobrino y los cuestionables métodos que Lett utilizó para "controlarlo" y "corregir" su comportamiento problemático impulsado por el único amigo que tenía. Ahora solo quería convivir con su sobrino más joven como era debido, solo eso. —Está bien. Kyabe, si quieres yo llevo esto a tu habitación, tú adelántate.

Frost... eres un idiotaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora