5

48 19 121
                                    

Estadio "La Rosaleda", Málaga

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Estadio "La Rosaleda", Málaga. 20 de diciembre de 2022.

—¡Por Artemisa! Estás cosas son las que me hacen recordar por qué prefiero estar con los animales —dijo Agria mientras despegaba sus pies del suelo, pues habían quedado atrapados entre cerveza, comida y fluidos corporales.

Conseguir entrar al estado había sido una aventura digna de las epopeyas antiguas. Homero se hubiese sentido orgulloso de nuestros héroes que sorteaban borrachos, banderas y bengalas en la Avenida Luis Buñuel. El fútbol movía tal cantidad de gente en la capital que, a pesar de encontrarse el equipo al filo del desastre en Segunda División, era imposible respirar sin que las fosas nasales se inundasen con el desagradable olor de miles de personas.

Habían llegado a las entrañas del estadio cuando la noche se empezó a dejar intuir en un horizonte que ellos no veían pero supusieron al ver como los focos del campo se encendían con fulgor y la gente comenzaba a gritar con más ímpetu, si es que eso era posible. Encima, Orfeo les había llevado por el lugar donde se encontraban los aficionados del equipo rival mientras cantaba a voz en grito el himno del Málaga. Si no llega a ser por la intervención de Agria, ya que Hilo y Helena se desentendieron del problema, con sus poderes para calmar a los enfurecidos seguidores Orfeo hubiese acabado siendo apaleado en los pasillos del estadio.

—No ha sido mi culpa, mujer —dijo Orfeo colocándose de nuevo a la cabeza de la expedición—. Los cordobeses son unos brutos. Tienen que respetar, que están en el palacio del fútbol y no en su estadio ruinoso a medio construir.

—¡Ya basta, Orfeo! —recriminó Hilo con voz grave—. Llevamos unas horas juntos y ya estoy harto de tus tonterías. Espero que no nos des más vueltas y estemos en el camino correcto porque si no...

Se encaró con él, poniendo la pose amenazante de la que tanto le gustaba hacer gala mientras Agria y Helena ponían los ojos en blanco. El joven músico retrocedió y, con una sonrisa en los labios, extendió los brazos señalando unas anchas y oscuras escaleras de hormigón.

—Las señoras primero —dijo acompañando su gesto con las manos, a lo que fue respondido por parte de Helena con un empujón haciéndole trastabillar por las escaleras mientras se esforzaba en mantener el equilibro, cosa que consiguió.

—¿Qué hace una entrada al Inframundo debajo de un estadio de fútbol? —preguntó Agria, extrañada.

—Supongo que tiene un poco que ver con el sentido del humor de los dioses —respondió Orfeo guiando a la comitiva por las escaleras—. Hades decidió colocarla aquí hace unos dieciséis años y ahí comenzó el declive de mi querido Málaga.

Fingió limpiarse una lágrima y continuó andando en silencio, algo bastante extraño en él. Tras unos minutos de descenso, que para Helena y su prótesis se hicieron eternos, llegaron a un pasillo sin salida donde un muro de hormigón se alzaba cortándoles el paso.

Helena y la búsqueda del espeto doradoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora