CAPITULO 16:

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EL VALLE DE LA PERFECCIÓN

Mientras salían de la casa de muñecas, la princesa meditaba sobre las palabras de la bruja.
-¿Me estás diciendo que no tengo que seguir intentando ser diferente y que está bien ser como Soy?, - le
preguntó la princesa por Fin.
-Eres mucho mejor- contestó la bruja-. De hecho, eres perfecta.
La princesa bajó la cabeza:
-Eso es lo que he intentado ser toda mi vida, pero daba igual lo que hiciera porque seguía siendo demasiado
delicada y sensible, no desaparecían mis miedos a todo y continuaba soñando con cosas que, con toda
seguridad, nunca se cumplirían
-¿No se te ocurrió pensar que tal vez debías ser todas esas cosas?.
La princesa suspiró:
-Sí, lo pensé pero me pareció muy difícil de creer. En realidad, no sé cómo querían que fuera, o quién o por
qué.
-Ya es hora de que lo averigües, ¿no te parece? Por suerte, estamos en el lugar perfecto- dijo la bruja
llevándose la mano a la boca para retener una risita maliciosa que, a pesar del esfuerzo por contenerla, no
pudo reprimir-. Ven por aquí cariño quiero enseñarte algo.
La bruja llevó a la princesa a la cima de una gran colina.
-Me gustaría mostrarte una de las vistas más espectaculares de la Tierra... El Valle de la Perfección, -le dijo al
tiempo que abría los brazos como si intentase abarcar toda la belleza de la ondulada pradera que se extendía a
sus pies.
-¿El Valle de la Perfección?, ¿quieres decirme que todo lo de ahí abajo es perfecto?
-Sí, todo.
Rodeada por la vegetación más exuberante que jamás había visto la princesa, se divisaba un estanque mucho
más azul que los ojos del príncipe. La luz bailaba jugueteando con el agua, los campos de fresas y las matas
de flores silvestres crecían abandonadas mientras se mezclaban sus olores, extendiéndose hasta la cima de la
colina. Las ardillas corrían de un lado para otro, las mariposas revoloteaban de acá para allá, las alondras
impregnaban el aire con su dulce canto. Todo parecía fresco y limpio como si hubiese sido regado por una
suave llovizna.
-¡Ojalá pudiera ser igual de perfecta! --exclamó la princesa admirando la belleza tan exquisita que tenía ante
ella-, ¿Podernos bajar hasta allí?
-Por supuesto, -contestó la bruja conduciéndola por la larga y suave pendiente.
Mientras caminaban, la princesa fue fijándose con más atención en el valle, y cuantas más cosas veía, más se
daba cuenta de que no eran tan perfectas como le habían parecido desde lo alto de la colina y mayor iba
siendo cada vez su desilusión.
-Creí que dijiste que todo lo que había en este valle era perfecto... lo que quiero decir es que es muy bonito
pero cuando ves todo más de cerca, te das cuenta de que no es perfecto: los arbustos no son tan verdes, los
árboles son corrientes, el estanque no es tan claro como parece, hay insectos y.. bueno, al menos éstas de
aquí siguen teniendo buen aspecto -dijo agachándose para coger una fresa roja, brillante y carnosa,
mostrándosela después a la bruja-, ésta es la única que sigue pareciendo perfecta.
Pero en el mismo instante en el que daba un mordisco al exquisito manjar, hizo un gesto de desaprobación con
la boca:
-¡Es agria!, nada de lo que hay aquí es perfecto, nada de nada.
-Cariño, eres una experta en pasar por alto la grandeza de las cosas»
-Normalmente no, pero me dijiste que todo era perfecto, y no es cierto. Estoy muy decepcionada, esperaba
que...
-La perfección, al igual que la belleza, depende de los ojos con que se mira.
La princesa estaba confundida:
-Pero cualquiera puede ver que ni los arbustos, ni los árboles, ni el estanque, ni las fresas son perfectos -fijó la
vista en el suelo y continuó diciendo en voz baja-: De igual forma, es posible que nada lo sea; ni el rey ni la
reina ni el príncipe ni yo... ni siquiera el amor o mi cuento de hadas.
-Todo es como queremos que sea- dijo la bruja alentándola con sus palabras-. Eso es lo que hace que sea
perfecto, y lo único imperfecto es tu manera de percibir la perfección.
La bruja siguió hablando, pero la princesa sólo oía algunos fragmentos sueltos ya que estaba trastornada
pensando que incluso su forma de percibir la perfección era, según parecía, imperfecta.
-Las rocas son duras, el agua moja y, a veces, las fresas rojas, brillantes y carnosas resultan ácidas. Lo que es,
es, pues en la Naturaleza todo es y se comporta siguiendo el fin con el que fue ideado.
-El objetivo con el que fui creada yo debía de ser imperfecto.
Todo lo contrario, tu misión consiste en llevar a cabo el plan que el universo tiene para ti.
La princesa movió la cabeza:
-No sé nada acerca de ningún plan. Sólo sé que intenté convencerme de que mi forma de ser era la correcta,
pero hay muchas cosas de mí misma que desearía cambiar.
-Tu Yo superior, el que forma parte de un todo, es perfecto -comenzó a explicarle la bruja---, siempre lo fue y
siempre lo será. La perfección es un don de la naturaleza y no es algo que tengas que ganarte porque forma
parte de lo que ya eres, al margen de las cosas que crees que deberías cambiar.
La princesa pensó en todos los años en los que había intentado ser perfecta y comportarse como tal.
-;Quieres decir que ya era perfecta en todo ese tiempo?,- preguntó.
-¡Eso es! Formas parte de un orden superior y éste es perfecto en su supuesta imperfección.
-Pero, ¿qué hay de mi debilidad, de mi sensibilidad, de mi temor hacia todo y de mis sueños sobre cosas que
es posible que no ocurran?, ¿y de mi lista con los pros y los contras?
Cuando aceptas el milagro de lo que eres y te amas de forma incondicional, es fácil cambiar todo lo que
necesitas cambiar. Pero algunas de las cosas sobre tí misma que siempre has estado pensando que
necesitabas modificar, es decir, todo lo que creías que era negativo en ti, tus propios enemigos... en realidad,
han sido tus sirvientes más leales- dijo la bruja-.
Gracias a ellos eres así: un ser único y perfecto, distinto a cualquier otro que vino antes que tú o que vendrá
después.
Los pensamientos se sucedían en la mente de la princesa de forma atropellada.
-¿Podía estar en lo cierto?- se preguntó pensando, a la vez, en todos los años en los que había sido ella misma
y en las repetidas ocasiones en las que se había sentido enojada consigo misma por no ser diferente y por no
ser mejor de lo que ya era.
-Había veces en las que pensaba que no era lo bastante buena para que me quisieran», comentó la princesa
mientras te temblaba el labio inferior.
-Mi pobre niña -dijo la bruja cogiéndola por los hombros y mirándola fijamente a los ojos-, siempre has sido lo
bastante buena para que te quisieran y no por lo que hubieras dicho o hecho o por lo que dejaras de hacer o de
decir, sino sólo por ser una criatura del universo. Ha llegado el momento de que aceptes lo que durante toda tu
vida has estado rechazando.
Tomó las manos de la princesa entre las suyas.
-Ya es hora de que valores tu delicadeza que tanto se parece a tus queridas rosas que florecen en el Jardín del
palacio. También es el momento de que aprecies tu sensibilidad pues te ha abierto la puerta a los placeres del
universo, no en vano el que sufre el dolor más profundo también siente la alegría mas inmensa. Acepta tus
miedos pues son los que te han retado para que desarrolles la misma fuerza y coraje de un esforzado caballero
en la batalla. Asimismo, ya es hora de que reconozcas los sueños que expresan los deseos de tu corazón pues
intentan con ello revelarte el plan secreto que el universo tiene para ti, -y así continuó la bruja haciéndole ver
con gran amor la verdad más absoluta.
La princesa se sintió suspendida en el tiempo y en el espacio, Poco a poco, fue desapareciendo la pesada
carga de sus hombros y todo comenzó a tener un nuevo sentido para ella. Pensó en lo que había sido toda su
vida y en todo lo que había aprendido, en cómo había crecido y se había convertido en lo que era gracias a lo
que había sido antes. Lo recordó todo y se sintió feliz.
De repente, el valle parecía diferente. Los brillantes rayos del sol acariciaban el maravilloso paisaje; los árboles
y los arbustos se volvieron más verdes, el estanque más azul y la fragancia de las flores se hizo más dulce. La
princesa contempló a las ardillas corriendo de un lado a otro, a las mariposas revoloteando de acá para allá
mientras escuchaba el canto de las alondras. Todo parecía tan fresco y tan limpio como la primera vez que lo
vio y, en ese preciso instante, un amor intenso fue creciendo en su interior.
-Me veo más hermosa ahora que antes... salvo, quizás, cuando era niña,- dijo pensando y volviendo a recordar
el pasado.
-Cuando buscas la belleza en el universo, comienzas también a ver tu propia belleza -le contestó la bruja-, si la
buscas en lo que es, la encontrarás. Si, por el contrario, te fijas sólo en la imperfección, eso es lo único que
hallarás.
En ese momento, una voz humilde y familiar interrumpió los pensamientos de la princesa:
-¿Victoria?
Se le hizo un nudo en la garganta:
-¿Sí?
-Tenía razón en algo, - dijo Vicky.
-¿En qué?
Esperó un momento antes de contestar:
-En que era capaz, de quererme a mí misma si tú podías aceptarme tal y como era.
Tanto Vicky como Victoria comenzaron a llorar de alegría durante un buen rato hasta que, una vez más, se
vieron inundadas por las mismas lágrimas pero esta vez de felicidad. -No tenemos que preocuparnos por si nos
ahogamos, ¿verdad, Victoria? -preguntó Vicky llena de júbilo---, no nos va a ocurrir porque nos tenemos la una
a la otra y ya sabemos nadar, ¿no es así, Victoria?
-Así es.
De pronto, la princesa sintió una inmensa paz que en que había sentido hasta ese momento.
-De alguna manera, me siento como si hubiera vuelto a casa.
-Es cierto - le contestó la bruja-, has regresado a la casa y a la familia que desde hace mucho tiempo tenías en el olvido y que mucha gente se pasa buscando toda la vida... sin darse cuenta de que forman parte de ella desde el principio.
-¿Familia?, ¿qué familia?
-En el país de Es todos somos una familia, incluidos los conejos, los pájaros, los peces, las flores, las estrellas,
tú y yo. Desde este mismo momento, independientemente del lugar al que vayas o en el que estés, será tu
hogar porque estés con quien estés será tu familia.
La princesa observó toda la belleza que le rodeaba y de la que formaba parte, sintiéndola en todo su esplendor.
-Ahora, cariño, el templo de la Verdad y el pergamino sagrado te aguardan.
-¡El templo de la Verdad! -gritó la princesa-, no lo he visto ¿dónde está?
-En la cima de esa montaña -le contestó la bruja señalando hacia el otro lado del valle-, es un paseo
maravilloso, disfrutarás con él.
-¿No vienes conmigo?
-No, esta etapa del camino debes realizarla tú sola.
-Pero, ¿por qué?
Porque es la única manera de que puedas oír la voz del infinito.
-¿Que es eso?
-Es algo que no se puede explicar porque para saber lo que es, primero hay que sentirla.
-¿Te volveré a ver alguna vez?, -preguntó la princesa comenzando a echar ya de menos a la bruja.
-¡Claro que sí, cariño!, antes de lo que crees, - le contestó la bruja, dándole un beso y desapareciendo tras una
nube de humo blanco.
Con el corazón lleno de alegría, la princesa se puso en camino cruzando el valle hacia el templo de la Verdad.
Cuando llegó a la falda de la montaña, divisó un sauce llorón que se erigía solemne como un monumento
retando al ciclo del atardecer, a pesar de estar inclinado por el peso. La princesa se detuvo bajo sus ramas
unos minutos preguntándose por qué se sentía tan fascinada por ese árbol. Por fin, halló la respuesta: el sauce
que con decisión miraba hacia el cielo transformando todo su peso en belleza y elegancia, representaba toda
su vida.
Dejó caer su bolso de cachemir y se sentó al lado del árbol, apoyando la cabeza en el tronco y cerrando los
ojos. Se relajó tanto que, unos minutos más tarde, hasta el clamor de sus propios pensamientos se fue
apagando. En ese momento fue cuando la oyó.
La voz del infinito no se parecía a ninguna otra; era una voz dulce que le hablaba susurrando a su corazón. De
hecho, la princesa pensó al principio que se lo estaba imaginando.
Con dulzura la voz le volvió a hablar. No fue lo que le dijo lo que le hizo pensar que algo insólito estaba
sucediendo, sino la intuitiva sensación de su presencia. Se sintió en paz, tranquila y llena de energía.
Asimismo, el amor parecía envolverla igual que una cálida manta de invierno.
-¿Por qué no me has hablado antes?,- preguntó la princesa.
-Lo he hecho muchas veces, pero tú no me escuchabas, -le contestó.
En la mente de la princesa comenzaron a surgir muchas preguntas que acaparaban su atención.
-Tengo un millón de preguntas que hacerte, -le dijo sintiéndose, a la vez, un tanto ridícula e incómoda pues
tenía sus dudas de no estar hablando consigo misma.
-Sea cual sea tu pregunta, la respuesta está en la verdad -dijo la voz-, encuéntrala y sabrás todo lo que
desees.
-Pero, ¿y el amor?
-Dondequiera que esté la verdad, ahí hay amor.
Sin inmutarse, preguntó la princesa a continuación:
-¿De la verdad y del amor es de lo que trata todo, es decir, la vida?
La voz del infinito le honró con su respuesta:
-La vida consiste en descubrir su propia naturaleza.
Luego, de la misma forma misteriosa en la que había aparecido, la voz fue desapareciendo.
-¡Espera, no te vayas!, ¡no me dejes!, -gritó la princesa preocupada al pensar que si se iba desaparecería ese
sentimiento de amor y de paz que la envolvía.
-Formo parte de un todo superior y tú también. Yo estoy dentro de ti y tú lo estás dentro de mí. Siempre
estamos juntas, incluso cuando crees que no es así, -le dijo la voz.
El gran vacío que durante tantos años había ocupado el interior de la princesa se llenó de júbilo, de ella misma
y de una paz inmensa.
-¿Lo prometes?
Como un eco lejano trajo el viento su respuesta:
-Siempre estaré contigo, lo único que tienes que hacer es llamarme... y luego escuchar.
Un silencio, todavía más absoluto, reinó tres el eco de su voz.
A continuación, la princesa comenzó a subir por la montaña balanceando con gran regocijo el bolso de cachemir en dirección al templo de la Verdad mientras su corazón latía lleno de esperanza.

La Princesa que Creía en Cuentos de HadasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora