Dios sabe que no he muerto, pero me estoy desangrando

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La vida no es justa, lo ha sabido desde siempre. No hay justicia para los débiles, las cosas son difíciles para los inocentes, siempre es una constante guerra, muchas cosas que no tienen solución o se hunden en el olvido. Discriminación que arde como quemaduras de tercer grado, ser humillado por un quirk "débil" o de "villano" o por no tener ninguno.

Las gotas de agua resbalan por la superficie de la ventana, trazando diferentes líneas húmedas en el cristal mientras la tormenta golpea con furia en el exterior.

Aizawa Shouta, Omega de 21 años, desde su posición en la cama de hospital en la que reposaba, observa la lluvia que golpea la ventana de su habitación asignada.

No hay nada de interesante en ello, todo es monótono, gris. Dónde antes hubo colores ahora se extinguen y se desvanecen.

Shouta, un Omega, un pro-hero clandestino, ha escuchado mucho, ha observado mucho, ha experimentado mucho; después de todo, eso viene como, no solo parte de su trabajo, sino también de su propia vida. Conoce lo más oscuro en lo profundo, se enfrenta a situaciones que los héroes del Daylight no enfrentan, escucha más, sabe más.

Su mirada oscura jamás abandona la ventana, su cabello ébano cae como una cortina para ocultar parte de su rostro. Su corazón late desenfrenado, su garganta un nudo por la angustia, hecho pedazos.

Reza y ruega en silencio, sin emitir un solo ruido, sin moverse, solo quieto, muy quieto.

Pero... Ni todo el conocimiento que ha adquirido lo ayudaría a calmar el dolor experimentado, no ayudaría a comprender el dolor que desgarra su pecho ni ayudaría con su alma desgarrada ante la perspectiva de un nido vacío, un nido que debería haber estado habitado.

Agrio, su olor es tan agrio que dejaría sin oxígeno a alguien, él lo sabe, incluso podría decir que es un olor a muerte...

No, no está muerto, se siente como si lo fuera, pero no lo está. Solo se está desangrando, sangra y sangra sin parar porque se han ido. Se han ido.

¿Por qué se han ido? ¿Dónde están? ¿Cómo pasó?

Shouta no los cuidó, él no los protegió cómo se debía. Una fracción de él, esa parte que siempre se rige por la lógica lo sabe, sabe que no es su culpa, estaba indefenso, se suponía que estaban a salvo.

Un hospital, un área designada a los pro-hero, repleta de seguridad, repleta de verificación y organización. No se suponía que pasara, no se suponía que alguna vez suceda.

Todo había ido bien, había llegado con sus esposos, sus alfas, tomando sus manos y mientras consolaron sus constantes nervios porque, ya venían, estaban en camino.

Y luego estaban en la habitación, mucho dolor, muchos gritos, pero lo hicieron. Lo hicieron. Y ellos estaban ahí, pequeños e indefensos, llorando sin parar como un pequeño par problemático que no le dieron tregua a los doctores.

Shouta... Oh, Shouta no podía describir ese calor en su pecho, esa emoción burbujeando en su estómago y la oleada de amor cuando los dos fueron acomodados en sus brazos mientras él tenía una frente sudorosa y respiraba con agitación.

El dolor, los nervios, el cansancio y angustia se fueron al olvido cuando estuvieron en su regazo, dónde ellos pertenecen, dónde encajan con perfección mientras todo es cálido y fresco a la vez.

Se volvió loco de amor como si fuera la primera vez. Con risas y sollozos de felicidad había enterrado su nariz en uno de ellos. Mechones diminutos de cabello color ébano como el suyo, su nariz absorbiendo un olor lechoso combinado con una ligera pizca de olor a tierra húmeda y jazmines. Había dado un delicado beso en el rostro del pequeño, sus mejillas pintadas con una constelación de estrellas, porque, oh, esas pecas alguna vez las tuvo en su propio rostro cuando fue niño y se desvanecieron con el tiempo, y verlas ahora en ese dulce rostro es simplemente deslumbrante. Se fue a deleitar con el silencioso arrullo de la pequeña criatura, provocando un arrullo propio de pura satisfacción.

Un Camino que me Lleve a (Ti) Ellos [BNHA] [A/B/O]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora