-Me contabas que habías hecho una lista.
-Si - hace unos días había tenido la brillante idea de ordenar mis dolores o traumas según su gravedad. Supongo que a la psicóloga le entusiasmó. Ahí estaba sentada frente a mí con su libreta y lápiz preparados aguardando que hablara.
Afuera llovía como si no existiera un mañana, parecía que el cielo se fuera a caer. Por suerte, dentro estaba agradable, tuve que quitarme la chaqueta al entrar para no mojar todo, fue un milagro que aun mantuviera los pies secos. Aunque mis botines estaban embarrados y mis pantalones negros lucían suaves gotas. Seguro que a la vuelta parecería que me he bañado con ropa.
-Son cinco - volví a la conversación - podríamos comenzar del más sencillo.
-Como gustes, es tu espacio.
Supongo que he tenido depresión desde muy niña, pero nunca lo note y tampoco lo notaron otros. Era difícil, siempre estaba sonriendo y riendo como si tuviera una vida feliz, claro que no fingía alegría, en su gran mayoría, nunca entendí como mi personalidad es tan alegre por naturaleza y al mismo tiempo estar muriendo por dentro. Comencé a manifestar mis emociones a los 15, nunca se me cruzó por la mente generarme dolor, pero al ver cortes en otros, decidí intentarlo. Insisto, no por querer generarme dolor, sino porque necesitaba desesperadamente qué alguien viera que algo iba mal conmigo, nunca fueron cortes profundos, rasguños como mucho. Lo que importaba del hecho era gritar ayuda y aunque mostraba lo que me había ocasionado, nadie quiso hacer algo.
Con el suicidio fue distinto, la idea si nació de mí. Desde los 10 años no quería nada más que desaparecer, dejar tranquila a mi familia y poder descansar. Me sentía un estorbo, inútil, alguien que arruinó una vida. El sentimiento fue creciendo cada vez que me gritaban, nunca he sido alguien que suele desobedecer, me considero bastante tranquila y que aun así me dijeran que hacia las cosas mal, activaba los pensamientos de que no debería existir. La primera vez que lo intente, tenía 16. En ese tiempo me alejaba mucho de la casa para pasear a mi mascota, era perfecto, nadie me encontraría en un buen tiempo. Recuerdo que ese día llore hasta que no pude más, cuando me decidí algo me lo impidió, no sé qué fue, una imagen cruzó por mi mente y cambie por completo de idea.
Luego de eso, seguí con la vida, continúe la rutina del día a día y las cosas comenzaron a salir bien. Hasta dos años después.
Al entrar a la universidad, me invadió un miedo a lo desconocido qué no sabía controlar, la ansiedad se apoderó de mi haciendo que me hundiera en un vaso y no sabía cómo salir. Estaba en terapia de grupo por eso, además de psicóloga personal. No sé si esas sesiones fueron buenas o malas porque termine por explotar. Mi cerebro dijo que ya era hora de recordar y me lanzó una bomba de información que desencadenó el comienzo de un futuro intento. Lo que faltaba fue que me terminará mi ex, no fue el hecho en si lo que me afectó, si no que él era lo único que me quedaba de mi antigua vida, lo que hacía que no viera que todo estaba cambiando. Que no se malentienda, llore por él, fueron casi dos años de convivencia, me dolió, solo que no tanto como lo que prometía esa separación. Tres noches después de terminar, intente generarme una sobredosis, tome tantas pastillas que aún no se cómo mi hígado sigue sano. Claro está que no logré la sobredosis, pero si logré un dolor de estómago qué no me dejaba salir del baño. Superado ese incidente continúe con los estudios y la terapia.
El segundo año fue mejor, comencé a abrirme a conocer nuevas personas. Hice amigos y no me daba miedo mostrarme como soy. Sentí que estaba encajando y estaba feliz. Tuve algunos encuentros donde no me lleve bien con algunos, pero no me molesto. Me sentía tan dichosa que decidí celebrar mi cumpleaños. No es algo normal en mí, todos los años lo dejaba pasar como un día más. Pero ese año, tenia amigos, personas que me aceptaban por lo que era y no me segregaban, personas que no sabían que por dentro estaba podrida. Por desgracia, dos semanas después mi mente comenzó a atacar, no entendía que me pasaba, estaba feliz. Ahora entiendo que me estaba autosaboteando, nunca había tenido eso que no me sentía merecedora de tanto cariño y felicidad. Así fue todo el verano, hasta que al volver a clases, colapse.
-Cuando comenzaste a venir.
-Si.
Me golpeo mis vivencias, me cerré tanto a que debía aprovechar la felicidad que me daba la vida que acumulé todo hasta que no pude más. Trate mal a la persona con la que estaba teniendo algo en ese entonces, para mi yo de ese entonces, su odio era mejor que su cariño. No quería que nadie me quisiera ¿Quién podría querer a alguien tan rota? Comencé a alejarme, a faltar a clases, a resguardarme en mi burbuja y subí todos los muros para que nadie me pudiera sacar ni entrara a ayudarme.
Una noche, me odie a mi misma por ser terca y estúpida. Detestaba mi vida y comenzaron a volver los pensamientos intrusivos, esta vez, el detonante no fue mi familia, si no yo misma. Mis elecciones y mi incapacidad de poder sanar. Tome cualquier cosa con fila y comencé a cortar, esta vez con profundidad, mientras me daba una crisis de ansiedad, no podía respirar y lloraba todo lo que no había llorado. Encontré cajas de pastillas y comencé a tomar, daba igual de lo que fueran, las ingerí porque sí. En ese transcurso, mi cerebro se desconectó.
No recuerdo si al día siguiente fui a clases, tengo lagunas con respecto a lo que viví el año pasado. Sé que después busque ayuda y termine aquí. Tampoco ayuda mucho a mi memoria el haberme estado acostumbrando a los antidepresivos, me sentía por las nubes y me costaba concentrarme. Creo que si alguien llega a decirme que hice algo, me costara recordar o simplemente ya no está en la banca de recuerdos.
El último año no ha sido fácil, logré evitar las ideas de suicidio, pero no las de no pertenecer. Pase por cosas, que están encasilladas en los otros puntos de la lista, si bien, tres son complementarios. Creo que cada uno necesita su análisis por separado. Aun así, las cosas iban relativamente bien hasta el principio de este semestre, hice cosas sin pensar y eso me llevo a volver a los pensamientos de que mi existencia sobraba. Tuve un lapsus donde las cosas emocionales comenzaron a salir mal y estuve a nada de tomarme una caja de pastillas para la epilepsia, las tengo porque mi mascota más grande debe tomarlas. Me freno el que recordé haber leído en un libro de cazadores de sombras, sobre dos amigos, uno tenia una enfermedad y debía medicarse para vivir, el otro tuvo una crisis existencial y recurrió a este medicamento para desconectar de sus problemas. Suena curiosa la comparación, pero me imagine a mi mascota como este amigo diciendo – usas para morir lo que necesito para vivir – cambie de idea y decidí que debía dormir. Con los pensamientos fríos son más fáciles las decisiones. Desde entonces, no he vuelto a tener una recaída.
-¿Cómo estas ahora?
-En teoría bien. Es motivante haber aprobado mis asignaturas. Siempre he sido capaz, pero demostrármelo me sube el ánimo.
-En otras sesiones, habías dicho que te gusta quedar como la mala de la historia ¿Por qué?
-Cuando los demás te odian, se hace sencillo el odio a si mismo. Pero cuando te quieren, no conocen que los puedes hundir.
-¿Por qué dices que los puedes hundir?
-Conocer los demonios de alguien involucra estar preocupado de ese alguien, aprendí que querer es una responsabilidad y constantemente me digo que puedo cuidarme. Pero no me quiero, al menos no lo suficiente. El querer tiene que ver con el siguiente dolor, como se esta acabando el tiempo, supongo que lo indagaremos en la siguiente sesión.
-Por supuesto, no vemos en un mes.