CAPITULO ONCE

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Miró la hora en el móvil antes de cruzar la calle hacia el Four Roses. No estaba muy seguro de si había escogido bien el momento para ir a pedirle trabajo a Jin, pero después de pensarlo un rato imaginó que sería buena idea si el local no estaba demasiado abarrotado, tampoco quería molestar a nadie.

Llevaba semanas dándole vueltas al asunto. El nuevo semestre se presentaba más tranquilo que el anterior, muchos de sus créditos eran prácticos y ahora sentía que podía ser capaz de hacer algo más que estudiar y hacer los recados que Jin le seguía dejando apuntados en una libreta.

Casi todos los días hablaba con Sam por teléfono, su vínculo se había fortalecido durante las últimas semanas y ya no sentía la misma angustia y vulnerabilidad cada vez que pensaba en sus padres o en el temor a la soledad que tanto había pesado en él los meses anteriores. Le hacía muy feliz escuchar la forma en la que Sam hablaba de su futura maternidad y el modo en que lo incluía en sus decisiones y en la vida que estaba planeando para su bebé.

Todo eso le dio una nueva perspectiva para su futuro. Gracias a sus padres no tendría que preocuparse nunca del aspecto económico en su vida, pero sentía que no podía quedarse de brazos cruzados esperando que el dinero de su herencia cayera sobre su regazo. La seguridad que le daba su relación con Sam, saber que podía contar con una familia de nuevo gracias a ella, le dio el empuje que necesitaba para olvidarse un poco de sus problemas pasados y querer experimentar el significado de aprender a valerse por sí mismo.

Sam solía hablar mucho de su adolescencia y la de Jin, el modo en que los dos, cada uno a su manera, salieron adelante en la vida sin nadie más a su lado que ellos mismos. Él quería seguir su ejemplo y dejar de depender de los demás, probar sus alas y demostrarse que podía hacerlo.

Aunque en el fondo siguiera necesitando tener a la gente que le importaba a su alrededor.

Por eso no se le ocurrió mejor idea que gastar su fuerza, tiempo y energía aprendiendo lo que era un trabajo de verdad siendo el chico para todo en el bar de Jin. Sin embargo si le salía el tiro por la culata y no era bienvenido en el Four Roses no tendría más remedio que buscar trabajo en otro sitio. No pensaba rendirse.

En su despacho Jin tecleó en el ordenador para completar el pago a uno de sus proveedores de bebidas. Frunciendo el ceño se giró para buscar la carpeta de facturas que aún le quedaban por revisar. Si tenía que elegir todo lo relacionado con pagos, facturas y papeleo era lo que menos le gustaba de ser el propietario de un negocio. Las ventas y el trato con los clientes era lo suyo, aunque que no le gustara no quería decir que no fuera bueno en ello.

Un negocio mal llevado podía ser la ruina completa para alguien que no sabía dónde se había metido.

Levantó la vista de su tarea al escuchar el golpeteo en la puerta semiabierta de su despacho. Teresa asomó medio cuerpo con una sonrisa radiante pintada en sus labios.

—Jefe, tu chico está aquí.

De inmediato supo a quién se refería ella. No se molestó en corregirla, simplemente frunció más el ceño.

—Estoy ocupado —gruñó.

—Lo sé —se encogió de hombros sin hacer caso a su mal carácter—.

Dijo que no tenía prisa.

—Pues que espere.

Teresa se tomó su contestación de buena manera y simplemente le enseñó un pulgar hacia arriba antes de desaparecer por la puerta. Intentó retomar el trabajo pendiente ignorando la idea de que Kook estaba en el bar, le costó concentrarse y terminar todo sin cometer ningún error, pero no iba a cambiar su rutina solo porque él se hubiera presentado allí sin avisar.

No te rindasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora