CAPITULO TRECE

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Asistir a la universidad fue complicado durante las siguientes semanas.

Quería que todo siguiera como siempre e intentó continuar con su rutina diaria, pero la falta de sueño y la angustia que a veces le sobrevenía hacía que su humor cambiara continuamente y que la gente a su alrededor se preocupara por él.

Su consejero en la universidad le recomendó asistir a terapia, y aunque al principio opuso resistencia al final decidió aceptar. Encontró también apoyo entre sus compañeros y profesores. Por suerte todo lo relacionado con la agresión iba a resolverse más pronto que tarde. Gracias a los testigos y las grabaciones los agresores se declararon culpables. No tendría que verles la cara nunca más.

Donde encontró un refugio en el que deseaba estar todos los días fue en el Four Roses. Paul y Teresa se preocuparon por él desde el principio, pero hacían todo lo posible para que se distrajera y no tuviera que pensar en nada más. Muchos de sus compañeros de la universidad habían tomado la costumbre de visitarle allí cuando estaba de turno y pasaban las horas muertas charlando o repasando apuntes mientras tomaban algo. Jin les miraba de vez en cuando desde la barra con el ceño fruncido, pero como no se metían en líos y hacían consumiciones no tenía nada que decir al respecto.

Durante esos días también cambió la actitud de Jin hacia él. Desde la noche de la agresión. Desde la mañana en la que le besó cuando despertó a su lado.

Su forma de dirigirse a él ya no era tan hosca o agresiva. Seguía manteniendo las distancias y muchas veces era consciente de la forma en la que le miraba cuando trabajaba en el bar o cuando estaban en casa. No le miraba con el ceño fruncido, de mal humor, como si le estuviera juzgando y no diera la talla. Tampoco es que fuera cariñoso o amable con él, ni siquiera más cercano, todo lo contrario.

Jin había cambiado y no sabía aún si eso era bueno o era malo.

Una noche, después de ayudar a uno de los empleados de Jin a recoger las mesas sucias, fue a la cocina a echar una mano a Paul en lo que fuera necesario. Llegó justo cuando Jin salía por la puerta de atrás cargando con un par de bolsas, obviamente, llenas de comida. Curioso fue tras él y se asomó discretamente, no supo cómo pero intuyó que debía ser discreto. Entonces le vio hablar con dos hombres que le esperaban en el callejón, era evidente que esas personas vivían en la calle; estaban desaliñados y sus ropas descuidadas y sucias. No podía escuchar lo que estaban diciendo pero Jin les trataba de forma cordial y cercana. Ambos aceptaron los paquetes de comida y después de unos minutos se despidieron con un gesto y desaparecieron doblando la esquina.

Casi nunca se quedaba tan tarde en el bar, así que esa fue la primera vez que le vio hacer eso. Pero no fue la única. Días después se dio cuenta que para Jin esa era una costumbre, no una excepción. Picado por la curiosidad decidió que tenía que preguntar a alguien, así que le preguntó a Paul.

—¡Ah! Esos son los veteranos de Jin —le explicó sencillamente mientras dejaba frente a él una pila de platos limpios para secar.

—¿Les da para comer las sobras del bar? —preguntó comenzando a secar el primer plato.

—No solo eso. A veces prepara expresamente algo caliente y nutritivo para darles, sobre todo en invierno —dijo, como si estuviera orgulloso de lo que Jin hacía—. Las da la comida y a cambio les pide que le hagan recados; sacar la basura, llevar cosas a reciclar o cualquier cosa que sea fácil y que no puedan rechazar. Les ayuda a volver a sentirse útiles, que forman parte de algo.

—¿Son muchos? —no estaba seguro, pero había visto a varias personas diferentes un par de veces.

—Cuatro o cinco —dijo haciendo memoria—, a veces más. Ya ha conseguido que alguno deje las calles, sobre todo los más jóvenes que llevan poco tiempo —explicó—. No solo les da comida, también les da información, y ayuda en lo que puede para que ellos tomen el coraje y la fe de pensar que pueden salir adelante.

No te rindasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora