➳ cinque

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El clima estaba en su punto perfecto, las olas chocaban con serenidad, los rayos del sol cubrían sus pieles de manera cálida y las personas a su alrededor disfrutaban de lo que hacían

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El clima estaba en su punto perfecto, las olas chocaban con serenidad, los rayos del sol cubrían sus pieles de manera cálida y las personas a su alrededor disfrutaban de lo que hacían.

Hinata y Kageyama decidieron salir a la playa, específicamente a Marina Piccola. Una playa donde hay diferentes tamaños de rocas, llegando a ser grandes para darles un poco de sombra. El agua casi cristalina de un bello azul, lugar donde las personas jugaban contentos o simplemente nadaban para distraerse.

Habían llegado después de comer para poder apreciar el atardecer. Colocaron una manta en la arena junto unos camastros, ahí decidieron entretenerse por unos minutos con sus celulares. Sí, disfrutaban platicar con el otro, pero a veces necesitaban su propio espacio de ocio. Al aburrirse Hinata le lanzó un balón de voleibol a Kageyama directo al estómago, haciendo que este se doblegara en sí mismo ante el repentino dolor. Lo maldijo por ser tan bruto, pero Hinata sólo se levantó decidido con las manos en las caderas mirándolo con mucha determinación.

¡Juguemos voleibol y quien pierda debe de invitar la cena!

Por supuesto que Kageyama no iba a pagar la cena por tercera vez consecutiva.

Verán, Tobio decidió no seguir los consejos baratos de internet y mucho menos los de sus amigos. Ahora su plan era propio, uno original (o así quería engañarse) y proponerle matrimonio en la playa con el atardecer de fondo. Shoyo subiría una foto enseñando el anillo reluciente en su dedo anular con una gran sonrisa de felicidad. Sí, era perfecto.

De todas formas ya estaba en sus planes venir a la playa, pero por desastrosas razones tendría que hacerlo en este lugar. No era gran fan de las aglomeraciones, ¿pero qué le costaba sacrificarse un poquito por Shoyo?

La pelota rebotaba de un lado y otro en sus manos expertas en jugar voleibol, la arena se filtraba entre sus sandalias, las gotas de sudor iban apareciendo en sus pieles y la adrenalina de querer ganar se hacía persistente. Hinata se movía a todas partes para que perdiera el ritmo, pasándole la pelota en diferentes puntos. Kageyama no se inmutaba demasiado, era suficiente con alargar sus brazos o dar unos cuantos pasos.

— ¡Pierde para que me compres un helado! — El pase fue rápido, uno que Kageyama logró detener y pasar de igual manera.

Hinata corrió a dirección del balón. Por supuesto que no se dejaría ganar, Tobio era un glotón y pediría comida que parecería para una familia entera, sobrinos incluidos. No es que él fuera diferente, pero sabía cuando parar porque su estómago hacía ruidos de dinosaurios rugiendo, avisándole que se acercaba una posible diarrea por ingerir tanto.

La cabeza de Kageyama no tenía una idea clara de qué momento debería de proponerselo, aunque su mente fue descifrandolo conforme iban lanzando la pelota.

Observar a Shoyo saltar, flexionar sus músculos, sacar la lengua concentrado en el juego y sonreír cuando hacía un buen tiro, sintió un foco arriba de su cabeza prenderse al instante. Hizo un pase con el balón, antes de que cayera en las manos de Shoyo, le gritó:

La luz del día | KageHinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora