«Yasuchika Haninozuka»

617 29 3
                                    

El único dulce que necesito.

Pintaba para ser un día normal bajo los intensos rayos de sol de verano, o al menos así parecía en el Dojo de los Haninozuka. Entre sudor y arduos entrenamientos, en pocas palabras transcurría un día común y corriente.

Como era bien sabido; Honey había dejado sus entrenamientos por atender el Host Club. Por supuesto la simple idea desconcertó a su hermano menor, Yasuchika.
¿Cómo podía alguien dejar los entrenamientos por algo tan banal como un club de acompañamiento? Ah, sí, y un par de pasteles. A veces pensaba que su hermano era demasiado fácil de sobornar... Aunque más bien era un hecho, qué deshonra. Tanto potencial desperdiciado, pensaba el menor.

Ahora era él, el menor de los Haninozuka debía hacerse cargo del Dojo. Algo positivo al menos aunque de todos modos le pesaba que su hermano mayor se desentendiera de los entrenamientos siendo tan bueno. A día de hoy todavía era incapaz de comprenderlo. Por eso y porque era capaz de devorar una tanda enorme de pasteles y golosinas en cuestión de segundos incluso después de la cena. Por esas simples pero cuantiosas razones era que le consideraba un alienígena.

El día marchaba normalmente hasta ahora. Yasuchika instruía a los aprendices que acudían al Dojo. A simple vista el castaño parecía un maestro duro y estricto, probablemente lo era, pero genuinamente quería lo mejor para sus alumnos.

El recinto se inundó con los gritos de total esfuerzo por parte de todos, se palpaba la disciplina y la dedicación desde afuera de éstos. No sólo eso sino que también en el ambiente podía sentirse toda esa carga energética.
La práctica seguía su programación habitual, hasta que fue interrumpida por la repentina aparición de una misteriosa chica que aparentemente venía a retar al líder de dicho Dojo.
Su nombre era Yuna, una de las compañeras de Yasuchika en la secundaria, de hecho. Era una joven dura por fuera debido al entrenamiento arduo que enfrentaba a diario, a la par de ésto era alguien humilde, bondadosa, amable y servicial pese a su posición social, contrastaba muy bien en un balance justo.

Yuna y Yasuchika no interactuaban en la escuela realmente, el castaño era demasiado serio e independiente como para acercarse a él fácilmente, a diferencia de la pelirroja que era más sociable.
Los planes de ambas familias era otro; acercar a los chicos aunque fuera por medio de las artes marciales, para iniciar. Ésto daba explicación al porqué el padre de Yuna la envió a retar al Dojo de los Haninozuka acompañada del propio.

Es así cómo el primer capítulo de ésta historia de artes marciales comienza, con Yuna dando el primer paso.

-Mi nombre es Yuna Aminari y vengo a retarlos junto a todo mi Dojo.- Lanzó la chica extendiendo su brazo apuntando a su líder directamente y con firmeza.

Yasuchika detuvo lo que estaba haciendo junto a los demás para tomar una postura firme y visualizar a quien le habló. Reconocía a la chica en cuestión, pero nunca había tenido la oportunidad o «ganas» de hablar con ella antes. Tomó un paso hacia adelante para encararla, no era algo que debiera tomarse a la ligera.

-Son muy valientes al venir aquí y retarnos.- Declaró sin dejar la firmeza a un lado ni esa mirada que se tornó filosa al verla.

-Tal vez nos hemos tomado un gran atrevimiento, pero no retrocederemos en nuestra palabra.- Respondió ella sin dejarse intimidar. Los estudiantes detrás de ella la apoyaban y respaldaban con un sonoro; ¡sí!

-Bien, si están tan decididos entonces nosotros tampoco desistiremos.- Afirmó él apretando los puños para darse fuerza.

Al recibir una respuesta positiva; una sonrisa se dibujó en los labios de la chica. Una sonrisa que denotaba desafío pero alegría en el fondo. Todos sabían lo buenos que eran los Haninozuka en el campo de las artes marciales, era todo un desafío, pero para su buena suerte ella adoraba los desafíos. Éste reto iba a ser de lo más emocionante.

«Oυran нιgн ѕcнool нoѕт clυв one ѕнoтѕ»Donde viven las historias. Descúbrelo ahora