LA OSCURIDAD CRECIENTE (PARTE III)

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Denzel y Fuchs bajaron a toda velocidad por la estrecha escalera en forma de espiral a la cual los condujo la pequeña puerta por la que huyeron Weisskrutz y sus secuaces. Con el ambiente pobremente iluminado por una antorcha que rescataron del piso; ninguno de los dos podía permitirse usar magia en eso si querían estar listos para cualquier eventualidad; no sabían con que iban a encontrarse y era mejor ahorrar recursos. Calculaban que habían descendido al menos dos niveles por debajo de la planta principal y la espiral no terminaba. Mientras daban incómodas zancadas por la escalera, Denzel no dejaba de pensar en todo lo que contó Manfred el mayordomo. Rara vez intimidaba a un testigo o informante, lo consideraba poco honorable; pero este era una caso especial; aunque no tuvo que ejercer mucha presión, pues el aterrorizado hombrecillo cantó como jilguero en primavera.

- El señor Weisskrutz solo siguió órdenes. La familia Latto debía llegar hace seis días a Wahltaun. Y la niña Vasya con ellos, el resto de su familia no era importante. Pero el secuestro de ambas familias retrasó los planes, eso no debía haber sucedido. Por eso su Excelencia contrató al Doce Dedos y le pidió que buscara a alguien más. Alguien lo suficientemente valiente o loco, o ambas inclusive, para adentrarse en Las Excavaciones y rescatar a las familias o lo quedara de ellas. Pero él ya sabía que usted venía hacia acá y que el Doce Dedos es buen amigo suyo, así estaba seguro de que el rescate se lograría. Lo que desconocía era quien había llevado a cabo el secuestro de las familias, eso fue...inesperado.

- ¿Siguiendo órdenes de quién? ¿Quién le avisó que yo vendría?

- No lo sé señor DeVries

- ¡Es capitán DeVries! -. Le increpó Fuchs

- Déjalo, no lo asustes más-. Denzel acercó una vez más su rostro al de Manfred, esta vez con expresión calmada. -Necesito que respires pausadamente y te calmes. Y que luego me cuentes como supo Weisskrutz de mi salida de Yamalin-. Dijo en tono relajado. - ¿Quién está detrás de todo esto?

- Le digo la verdad señor...capitán...no lo sé, solo puedo decirle, por lo poco que leí de reojo en algunos mensajes, que hay alguien o varios "alguienes" en las altas esferas de poder moviendo las cuerdas. Y no solo en Yamalin, también en Tharbakin y hasta en la mismísima Cathalon.

- Mmm... ¿Sabías de la licantropía?

- Sabía que estaba asociándose con gente muy oscura, esa familia Latto es de cuidado realmente, pero no llegué a imaginar que su devoción a la oscuridad había llegado tan lejos...imagínese, tanto como para infectar a su guardia con esa virulencia macabra. ¿Qué será ahora de esta pequeña ciudad? Habíamos logrado tanto en estos años. ¿Qué va a ser de mí? ¿Me juzgará? Por favor, no vaya a ejecutarme, soy un hombre de familia y solo hacía mi trabajo, se lo ruego, tenga misericordia de mí.

- Me has dicho menos de lo que esperaba que supieras. Espero que no me estés ocultando nada Manfred. No es para nada justo tener que castigar a un hombre por los crímenes de otro.

- No le he mentido capitán, le he dicho todo lo que sé. Su excelencia era muy precavido, nunca me dio suficiente información de estas cosas, yo las supe porque me generó curiosidad ciertos comportamientos. Pero en su despacho debe estar todo; los planes, los mensajes recibidos. Su escritorio tiene un cajón de seguridad, ahí guardaba esa cosas.

- ¿Y la llave?

- No...no la tengo...él la lleva siempre consigo

- No necesitamos una llave para abrir ese cajón-. Comentó Fuchs.

Al final de la espiral de roca por la que descendieron, encontraron un portón de madera entreabierto que los llevó a un amplio túnel, iluminado por antorchas hasta donde la vista alcanzaba. Pero en primer plano se encontraban los cuerpos destrozados de dos cadetes de la guardia y un alazán, cubiertos en fango y sangre. Denzel se adelantó un poco, se agachó y notó las marcas de ruedas grabadas en el suelo húmedo del túnel: -Se llevaron el carruaje y mataron al único caballo que quedaba. Será una proeza lograr alcanzarlos-. Fuchs posó su mano izquierda en el hombro de su compañero y le mostró dos frascos pequeños que tenía en su mano derecha y que había sacado de su mochila: -Tengo exactamente lo que necesitamos. Además, tú estás más que acostumbrado a hacer proezas, así que, ¡salud! -. Dijo al entregarle el frasquito a Denzel y proceder a beber el contenido del suyo. Ambos sintieron un chispazo recorrer sus vertebras una a una, sintieron como sus músculos se tensaron y se llenaron de una energía tremenda que demandaba ser descargada. -Diez piezas de oro a que llego primero que tú-. Bromeó Fuchs mientras alternaba en saltos sus rodillas. -Primero tienes que saber a donde llegar-. Respondió Denzel estirando los brazos. -Por suerte ya lo sabemos, viejo amigo-. Se miraron y asintieron...Y ambos salieron despedidos como saetas en la penumbra del túnel.

Crónicas de Blumenheim. La Travesia del Ejecutor.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora