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King's landing

La boda había sido anunciada y todo el reino celebraba que el primer hijo varón con su hermana mayor, la última hija de Aemma Arryn, dentro de sus aposentos la princesa estaba acompañada de la reina y su hermana menor

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La boda había sido anunciada y todo el reino celebraba que el primer hijo varón con su hermana mayor, la última hija de Aemma Arryn, dentro de sus aposentos la princesa estaba acompañada de la reina y su hermana menor.

—Luces preciosa, mi querida Aemma.—Alicent acarició las mejillas de su hijastra.—No puedo creer cuanto haz crecido.

—Felicidades, hermana... Espero que puedas ser muy feliz.

Pero la cabeza de la peliplata solo tenía una pregunta repitiéndose una y otra vez.

—Ellos no vinieron, ¿Verdad?—Murmuró borrando momentáneamente su sonrisa.

—No querida.—La reina notó aquella preocupación.—Pero no entristezcas, aquí tienes a las personas que más te quieren... Daeron incluso viajo desde el sur para poder acompañarnos.
Somos todo lo que necesitas.

—Mi intención no fue molestarla.

Ya le había contado todo a Alicent, a la final era como su madre y la única que nunca le mintió.

—Lo sé, pero le molesta saber que todos conocemos su secreto... Sus hijos son bastardos.—Habló tratando de sonar amable.

—No entristezcas Aemma, no te molestaran por siempre.—Balbuceó la menor quien poco hablaba.

La mayor de todas suspiró antes de mirar con cariño a su hijastra, realmente estaba orgullosa de la mujer en la que se había convertido muy diferente a su hermana.

—Sonríe, hoy es el día más importante de tu vida...—Animó.—Serás la esposa de Aegon, hoy es tu día... No dejes que lo arruinen.

Aemma levantó su cabeza, a pesar de todo estaba nerviosa, su ansiedad la iba a atacar en cualquier momento si no iba pronto al altar para encontrar a su prometido.

La gente bailaba en el salón, los prometidos sentados uno junto al otro entre sus familias esperando el momento de la ceremonia, Viserys levantó su copa haciendo un brindis por sus hijos en el cual nadie se limitó a beber de alegría.

—Agradezco a todos por su presencia en esta noche de regocijo, hoy mis queridos hijos Aemma y Aegon formarán una sola alma... Mi Aemma, solo puedo desear felicidad en tu vida...

Pero para la joven cada palabra que salía de la boca del rey eran falacias, pero lo entendía, debía tener aquella imagen de padre amoroso a pesar de que en sus 18 años de vida jamás había recibido una sola muestra de cariño de su parte al igual que Aegon quien con 16 años reconocía más como un padre a Sir Criston que a quien lo engendró.

—Que tontería.—Murmuró Aegon.

—Sabes que tiene que hacer su deber como rey.—Intervino Aemma sujetando la mano de su menor.—Déjalo dar su tonto discurso.

—Al menos estás aprendiendo a maldecir.—Se burló.

—Si me voy a casar contigo debo acostumbrarme a tu vocabulario, porque dudo que tú puedas vivir en un mundo sin groserías.

Ambos se miraron con una sonrisa burlona, entre discursos, parloteos y chismes llegó el momento del primer baile de la pareja, Aegon tomó a su prometida intentando no verse nervioso ante la multitud.

—Quien viera tu cara de preocupación creería que nunca haz bailado con una mujer.

—Nunca he bailado contigo, eso lo vuelve algo especial.

La danza de los enamorados fue una maravilla a los ojos de los demás, el alma joven de la princesa y el príncipe guerrero estaban en armonía, sus miradas penetraron en ambos como si pudieran comunicarse a través de ellas, entonces la reina Alicent supo que había hecho lo correcto.

Hasta que la hora llegó, Aemma fue entregada por su padre recibiendo su bendición, ya en el altar la ceremonia empezó, la mayor temblaba pues sus sentimientos se habían acumulado, cada emoción era nueva para ella, sus manos se unieron como dictaba la tradición mientras cada palabra los acercaba a su destino, estar juntos. Una vez terminado el rito besaron sus mejillas, susurraron sus deseos, su vida ahora la compartirían hasta que los dioses den su sentencia de muerte.

—Felicidades mi niña.—Alicent besó la cabeza de su hijastra.—Pediré todas las noches porque tu matrimonio sea fructífero y lleno de amor.

—Agradezco sus palabras, mi reina.—Sonrió.

Antes de apartarse, Alicent le lanzó una mirada seria a su hijo, muchas veces le había advertido sobre el bienestar de su ahora nuera, el mismo se acercó a su esposa para posar sus manos en las mejillas de la mayor haciéndola sonreír.

—Te juro por mi vida Aemma, que si algún día soy la causa de tu tristeza me apartaré de ti.—Posó sus labios en la frente de la joven.—Espero ser un buen esposo para ti.

—Estoy segura que lo serás, haz sido mi mejor amigo durante toda mi vida... Y ahora la compartiremos.

Ambos tenían aquel brillo radiante en sus ojos, sus corazones latían ansiosos y sus cuerpos ya no querían volver a separarse, pero una voz llamó a la Targaryen.

—Vamos, hay que ponerte bonita.—Su querida Helaena tomó su mano.

—Enseguida voy.—Le mostró una cálida sonrisa, aquella que solo su hermana mayor podría darle.

Aquella noche sería la primera para Aemma, con ella sellarían su unión y quizás le darían un nuevo integrante a la familia. Pronto las sirvientas arreglaron a Aemma quien portaba un hermoso vestido ligero, elegante, mientras su cabello fue adornado con pequeñas joyas que harían resaltar aquel color característico.

—Tranquila Aemma.—Su hermana menor sonrió con inocencia.—¿Qué de malo puede haber en compartir aposentos con Aegon?

Conocía aquella mirada infantil de su hermana y deseaba que se quedara con aquella idea, sin ninguna perversion, algún día ella se casaría pero hasta entonces quería que conservara su inocencia.

—Aemma.—Su esposo la saludó una vez ella ingresó a la habitación.—Eres la mujer más hermosa que alguna vez haya visto.

—Seré sincera... Estoy muy nerviosa.—Soltó una risilla algo incómoda.—Quiero que esta noche sea perfecta.

—Lo será.—Aseguró el menor.

La noche de bodas fue la noche que marcaría un antes y un después en la vida de ambos, una nueva vida estaba por nacer y un destino se escribió.

Killer queen |Aegon Targaryen.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora