¿Acaso yo te invente?
Elizabeth estaba en un rincón, sentada con un trago en la mano mirando alrededor, miro de soslayo a Rachel que parecía ser muy cercana a Henry.
― Ellos están involucrados con el otro―Chloe dijo acercándose a ella, su ropa estaba empapada―. Estoy seguro.
― Lo sé, no son tan discretos como piensan.
Ambas rieron.
Rachel se había mudado a su propio apartamento, sin embargo, habían congeniando tan bien que ella y Elizabeth ahora eran una piezas claves en sus planes, esta noche en particular estaban celebrando el cumpleaños de Chloe en una casa a las afueras de la ciudad. Elizabeth era la única que seguía seca, pues todos los demás habían sido empujados a la piscina a pesar de que la primavera aún se sentía fría.
― ¿Cómo te sienta?
― De maravilla, Henry lleva mucho tiempo soltero mientras que parece que llevo una vida con Alex ―Chloe sonrió y se sirvió un trago de la botella junto a Lizzie mientras iniciaba una nueva canción―. ¡Ay amo esta! Ven a bailar conmigo.
Ella sonrió, asintiendo y dejándose llevar en medio de los demás amigos de Chloe, riendo alrededor de las demás chicas hasta que se dio cuenta de que las risitas se sentían diferentes. Se quedo quieta e hizo contacto visual con un par de personas que tenían grandes sonrisas que mostraban los dientes y tuvo un mal presentimiento.
― Lo siento Miss Ofidia ―dijo Alex detrás de ella.
― Ay no.
Se dio la vuelta con una risa nerviosa, antes de poder huir Alexander la había cargado por encima del hombro con una facilidad envidiable. No valieron los insultos que ella le lanzo o el hecho de que patease su pecho mas de una vez, dos manos heladas le quitaron los tacones y soltó un ultimo grito antes de sentir la gravedad y tras esto, el agua envolviendo su cuerpo.
Gruño, intentando tocar el suelo cuando alguien la sostuvo de la cintura arrastrándola hacia arriba, inhalo el aire fresco sintiendo satisfactoriamente como sus pulmones se expandieron; al girarse encontró la sonrisa burlona de Dorian, ella bufo y enrollo las piernas a su alrededor, negándose a la idea de hundirse de nuevo.
― Maldita sea, me estoy congelando ―murmuro entre risas, realmente no estaba enojada.
― Te sacare de aquí, sostente.
Dorian apretó sus piernas y se movió con pasos torpes hasta las escaleras, Elizabeth fulmino con la mirada a Alexander quien solo negó con la cabeza mientras sonreía. Apenas estuvieron fuera del agua el aire helado la hizo tiritar.
Él los guio a una habitación, la dejo en el suelo mientras buscaba una toalla para envolverla y tratar de secar su cabello.
― Debo parecer un mapache ―ella se rio.
― No, tu maquillaje aun esta perfecto ―él acaricio su mejilla suavemente―, ni siquiera tu cabello se ve mal.
― Me ves con los ojos del whiskey y el amor.
― Lizzie ―él sostuvo su rostro entre sus manos―, eres el ser más bonito que he visto en mi vida. Además, estoy sobrio.
Ella dejo salir una risita y lo empujo hacia la cama haciéndolo sentarse, se acomodó en su regazo, bajo su atenta mirada mientras agradecía la calefacción de la habitación.
― ¿Sabes algo que siempre quise hacer en mi vida?
― No.
Ella sonrió, sabiendo que no llevaría la conversación por donde él creía, simplemente era divertido burlarse.
― Siempre quise mudarme a Londres.
― Al final lo hiciste ―él sonrió.
― Me mude, tengo un trabajo increíble, te conocí a ti y eso vino de la mano con personas increíbles.
Se inclino hacia él besando sus labios castamente.
― Siempre he querido tatuarme ―él simplemente dijo.
― ¿Por qué nunca lo has hecho?
― Oh no ―Dorian rio―. Mi mamá me mataría, pero antes de eso seguro me deshereda, y fíjate que no tiene nada que pueda heredarme, pero igual es preocupante.
― Bueno, no creo que pase toda la vida sin hablarte por una mancha de tinta.
Dorian entrecerró los ojos, en un intento por ver si estaba hablando de verdad.
―Elizabeth ―advirtió.
― ¿Ya te he dicho antes cuanto amo mi nombre saliendo de tus labios? ―ella sonrió― La vida es tan corta Dorian.
― No lo hagas ―Él apretó los ojos―, solo por favor no vayas por ahí. Te conozco.
Elizabeth trazo los contornos de su rostro con sus dedos.
― ¿Qué es lo peor que puede pasar? Oh ya se, voy a convertirme en el malvado demonio que quiere robarse toda la decencia de su hijo ―se burló.
― No estoy seguro de si lo que estas insinuando es lo que creo ―él abrió los ojos, su respiración se entrecortó cuando se dio cuenta de lo cerca que estaban sus rostros.
― Quiero que salgamos de aquí y vayamos a que te tatúes, yo invito.
― Estamos empapados.
― Simplemente podemos cambiamos de ropa. Además, dijiste que estabas sobrio
Él dejo caer la cabeza hacia atrás mientras murmuraba algo inentendible y arrugo la nariz.
― Hagamos esto antes de que me arrepienta.
Elizabeth jamás se había cambiado de ropa más rápido en su vida, se despidieron de pasada sin dar explicaciones de a donde iban y mientras Dorian conducía, ella trataba de secar su cabello con una toalla.
Se detuvieron frente a los letreros neón del estudio, con una sonrisa y poniendo los ojos en blanco Dorian guio el camino.
― Estamos a nada de cerrar ―dijo el dependiente―, es casi de madrugada.
Lizzie palmeo su billetera y saco su tarjeta, sacudiéndola entre sus dedos frente a él.
― Pagaremos suficiente.
Dorian deslizo su tarjeta sobre la mesa. El dependiente miro a sus compañeros, una joven se adelantó con una sonrisa.
― Llegue a trabajar a las 5 pm, dependiendo de lo que quieran lo terminamos hoy o nos tomara más sesiones.
― Oh tengo muy claro lo que busco ―Dorian aseguró.
― Liam, ordena algo de café y comida ―ella sonrió al dependiente y los guio al fondo del estudio.
Elizabeth se hizo un par de perforaciones nuevas en las orejas para quemar tiempo mientras él revisaba el boceto, cuando se acercó al cubículo en el que trabajaban con Dorian sintió la garganta seca al ver el dibujo en su piel.
― Dorian... ―ella dudo.
― No lo digas, tal vez si me afectó un poco el Whiskey.
― Pero...
― Tu lo pagas Lizzie, pero yo lo decido.
Ella dejo salir una risa nerviosa, mientras veía como las agujas empezaban a perforar su piel creando gradualmente la figura de una serpiente que se enrollaba alrededor de su antebrazo.
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Nuestro apocalipsis
Romance"La persona adecuada el momento incorrecto". Elizabeth comprendió aquella frase aunque tal vez hubiese preferido no hacerlo, ¿se arrepentía? no, pero aun dolía. Una boda la hizo volver a Londres, la ciudad en la que todo sucedió y mientras se prepar...