Capítulo 13

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Elizabeth despertó con la respiración entrecortada y una fina capa de sudor cubriéndola.

"Dios mío, tienes que estarte jodiendo a ti misma"

Camino al baño apreciando el frío del suelo, para calmar su pulso acelerado. Era de madrugada así que en Nueva York debía ser algo tarde en la noche, pero no llamaría a su padre, maldita sea el diablo en el que no creía la jalaría con gusto al infierno si se atreviera a marcar el teléfono con la intención de hablar con alguno de sus papás.

Pero tampoco era una opción despertar a nadie a esta hora, en algún momento, su normalidad dictaba que, en noches como esta, llamaría a Dorian con una sonrisa en los labios, él tomaría el teléfono con la voz ronca por el sueño, pero no tardaría más de media hora en darle alguna solución.

Bajo las escaleras tratando de manejar su respiración, contempló darse una ducha helada pero la mera idea la hizo sentir cansada. Así que en su lugar se preparó un té para conciliar el sueño nuevamente.

Se dejó caer en la mesa en medio de la oscuridad, esperando a que la bebida se enfriara lo suficiente.

― Maldito seas Dorian Foster, maldito tu y tu maldita incapacidad para hacerme sacarte de mi cabeza.

Murmuró, apretando los ojos para alejar las imágenes de su sueño que volvían en un remolino. Tal vez habría sido más facil si no se hubiese encontrado con él, si no hubiese entrado a su casa o si hubiese ignorado aquellos preciosos ojos.

― Y maldita sea yo por alejarte de mi lado.

Gruñó, prestando atención a los ruidos de fondo, solo para asegurarse de que nadie estuviese despierto; mantuvo sus manos intencionalmente sobre la mesa, asegurándose de no moverse ni un milímetro.

Se rindió y recapitulo cada cosa, notando un detalle que había dejado escapar cuando despertó, por que estaba muy abrumada por que la sensación de su cuerpo sobre el suyo era demasiado realista; todos sus nuevos tatuajes estaban ahí, incluyendo los nuevos que adquirió luego de que ella se fuese, pero los que desconocía parecían una mancha borrosa.

Golpeo su frente contra la mesa una vez, como si eso fuese a expulsar sus fantasías. Si, mejor iba a tomar esa ducha.

Nuestro apocalipsisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora