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-Juanita- resolló como un moribundo, buscando desesperadamente la curva de su cuello con la boca abierta gracias a las intenciones de besarla y llamarla. Rodeó su cintura y tiró de su camisola, como si con eso fuera a desaparecer.

-Toño, ¿qué te pasa? Mhm- su pregunta fue silenciada por un beso brusco y necesitado que la arrastró al interior de su habitación. Cuando abrió la puerta en medio de la noche lo que menos se esperaba era una visita de Antonio y, aunque no le molestaba su ímpetu, si que la tenía desconcertada. Al principio pensó en detenerlo, pero después de pensarlo rápidamente, no le venía mal un poco de diversión después de un día arduo de trabajo. Retrocedió algunos pasos, mismos que fueron rápidamente avanzados por el mozo, cada vez ganando más terreno en su espacio. Levantó el borde de la falda y coló su mano delgada y dura dentro de la ropa, intentando abarcar toda la piel que pudiera, apretar los muslos y los glúteos, hundir la nariz en sus senos llenos y blandos.

Pero no servía. No se sentía ni un poquito mejor.

La volvió a besar, esta vez su lengua entrando en la cavidad contraria de un sopetón, como si probar la saliva femenina fuera un antídoto que él necesitara desesperadamente. Cayeron en el colchón pesadamente y con una brusquedad que Juana no se explicaba, Antonio manoseó su pecho. Ella, que no terminaba de entender lo que pasaba ni conectar por completo con los ánimos del mozo, abrió los ojos en medio del beso y aunque estuvo muy cerca, pudo notar en su rostro una expresión de disconformidad que la apagó por completo.

-Oye, para, para- con sus manos lo alejó de los hombros. Le faltaba el aire pero no la determinación -¿Crees que soy tonta?

-No… ¿Por qué?

-A ti algo te pasa- hizo una pausa para acomodarse la ropa -Y me estás usando a mí para, no sé, pensar en otra cosa o algo, pero déjame dejarte en claro que yo no ando a las pará' de nadie y tú no me vai' a agarrar como una muñequita y usarme a tu gusto. Nosotros teníamos un acuerdo y ahora creo que ninguno de los dos está cómodo; es más, ni siquiera sé si quiero seguir acostándome contigo.

-¿No?

-No.

-¿Por qué?

-Porque ya no tengo ganas. Me gusta alguien.

Antonio suspiró rendido y retrocedió sobre el colchón, encogiéndose hasta esconder su rostro entre las piernas. ¿Si le gustaban tanto las mujeres por qué no podía dejar de pensar en Gabriel?

-¿Y bueno?

-¿Qué cosa?

-¡Qué te pasa pue'!

-¿No que estai' enoja'?

-No, no tanto, al final soy tu amiga, así que quiero saber qué te pasa.

-Es que… peleé con el Gabriel.

-¿En serio? Con razón lo vi tan mal en la tarde, pero no me quiso decir nada, hace tiempo que anda raro conmigo… espera, no me digai'- un jadeo ante una idea alertó a Antonio, que la miró acongojado, esperando que no lo dijera en voz alta -¡Tú le gustas!

-Sí…

-¡Y yo no me di cuenta! ¿¡Cómo soy tan tonta!? ¡Me he estado metiendo con el weón que le gusta todo este tiempo!

-¡Oye!

-¡Me quiero morir! ¿Cómo soy tan mala amiga?

-Pero si no sabías.

-Ya pero era obvio, ¡obvio!- Juana también se encogió, en su cabeza pasando todas las veces en que fue más que evidente la atracción que tenía Gabriel por Antonio -Pobrecito…- el tan solo imaginar lo mal que la había pasado en silencio la hundía en una culpabilidad asfixiante que rápidamente se convirtió en pequeñas lágrimas que no querían escapar de sus ojos. Odiaba la idea de haberle hecho daño, ella, que tanto lo quería.

Los Días Junto a Él Donde viven las historias. Descúbrelo ahora