Empujó el edredón y las sábanas más debajo de las caderas y sus boxers lo siguieron. El aire frío de la habitación le golpeó la piel, pero que no le importaba mientras pateaba para que nada restringiera sus movimientos.
—Cariño –rechinó entre dientes, suplicando a Louis que siguiera hablando. Lo hizo, murmurándole, diciéndole cómo tocarse, lo que le haría si estuviera allí con él, lo mucho que le gustaba escuchar los sonidos que Harry hacía. Este no trató de reducir sus gemidos y quejidos, dejó que Louis los oyera, dejó que Louis lo usara para alcanzar su propio final.
—Suenas tan bueno —susurró Louis, con voz profunda y ronca.
El roce de su voz cubrió a Harry, lo envolvió en calidez y placer. Harry levantó las caderas del colchón, todo su cuerpo se tensó.
—¡Vamos, Harry! —gritó Louis, sonando tan desesperado como hacía a menudo cuando Harry estaba dentro de él.
Harry gritó y levantó la mano para clavar sus dedos en la cabecera mientras se corría. Movió la mano más fuerte, luego se masajeó las pelotas para un orgasmo aún más fuerte mientras se corría sobre el vientre e incluso el pecho. Podía oír a Louis hablando con él, pero no registró las palabras hasta que su respiración se calmó.—Harry —dijo Louis, su voz sonaba muy lejos.
Harry cogió el teléfono y apagó el altavoz, luego lo acercó a su oído. El aire frío le golpeó mientras se calmaba, sabía que tendría que salir de la cama por lo menos para limpiarse con una toalla húmeda antes de dormir. Sin embargo, la tensión se había ido, y se dijo que no había razón para sentirse solitario. Louis estaba ahí fuera, esperándole, echándole de menos.
—Aunque ha sido bueno, lo prefiero en persona —dijo Harry.
Louis rió entre dientes, el sonido oscuro y familiar.
—Ahora ve a limpiarte. Mírate, deberías estar avergonzado.
—Lo mismo, pervertido —gruñó Harry, sonriendo.
—Buenas noches, Harry.
—Buenas noches, Louis.
La llamada terminó sin ninguna queja o más cumplidos. Harry permaneció despierto durante un tiempo más, sorprendido por cómo una simple llamada y unos minutos escuchando la voz de Louis podía cambiar su perspectiva.
Se quedó dormido con el teléfono todavía en la mano.—Papá, ¿en qué estabas pensando, yendo por ahí solo? —preguntó Harry.
Se apartó de la barandilla del balcón del segundo piso de la gran casa y frunció el ceño a su padre, que estaba sentado en una de las sillas de la sala y miraba la tierra.
Se sorprendió por los cambios en el hombre. Su cabello había ido del gris acero al casi blanco en el último año más o menos. Su rostro era más delgado, rozando el demacrado, y aunque Harry se atribuía gran parte a sus heridas, estaba preocupado por la falta de vida en los ojos oscuros de su padre. Las únicas cosas que no habían cambiado eran el impresionante bigote de herradura y la profunda resonancia de su voz.—No estaba pensando en recibir un disparo, si eso es lo que estás pensando.
Harry resopló y se volvió para mirar hacia la tierra.
—Deberías conseguir más ayuda, ya lo sabes.
—Lo estoy haciendo bien.
Harry resopló.
—O eres terco o tacaño.—Soy perezoso, hay una diferencia. Lleva trabajo contratar un nuevo hombre en quien pueda confiar.
Harry se echó a reír, y luego sacó el teléfono de su bolsillo trasero y lo comprobó por quinta vez desde que habían llegado a casa. Ni mensajes ni llamadas.