13.

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Llegó, no sabía cómo, pero llegó. Se sentía mal y cortó a Rodri con una excusa boba, como pudo fue a buscar su bolso y se encerró en el baño. Por sus manos temblorosas no podía trabar la puerta del cubículo, soltó una exhalación desesperado hasta que al fin lo logró. Parecía que el mundo le daba vueltas, al fin se dejó caer sobre la tapa del inodoro.

No sabía como describir su malestar, era raro, como un deja vu. Un deja vu más de lo mismo, más de esa vez que Leandro lo llamó para decirle que se iba a casar. Era algo así, o peor incluso.

Habían muchas cosas que se iban aglomerando en su cabeza, Paulo estaba pensando en mil cosas y a la vez en nada, él estaba ahí, pero al mismo tiempo era sólo su cuerpo en forma terrenal porque su alma se había escapado. Era horrible.

No quería llorar, se prometió a él mismo que no lo haría. Le prometió incluso a Cristian, esa había sido la promesa que se hicieron cuando terminaron su relación meramente sexual. La realidad era que a él no le gustaba llorar, era un signo de debilidad y no le gustaba verse débil. Dybala estaba esforzándose para no hacerlo.

Sus manos no muy grandes de tamaño estaban estrujando la tela áspera del bolso, al mismo tiempo, sus ojos verdes estaban completamente abiertos y enfocados en un punto fijo, muerto, sin alma. Su mirada no decía nada, su cuerpo estaba demasiado rígido, demasiado quieto, pero su mandíbula estaba completamente tensa. Sus dientes se apretaban tan fuerte al punto que dolía, pero no se permitiría llorar. Tenía un nudo enorme en su garganta, era doloroso, pero no lloraría.

No podía permitirse esa humillación. Pero era débil, muy débil. Paulo se estaba odiando.

La tensión en su mandíbula era más dura mientras más intentaba luchar contra las lágrimas, sus ojos comenzaban a tornarse rojos y cristalinos, y su cuerpo, su ahora frágil cuerpo empezó a vibrar. Los temblores se hicieron más notorios y el agarre en su bolso más fuerte. Paulo tenía su rostro completamente rojo del esfuerzo, sus venas resaltaban y su ceño estaba fruncido.

"No, no" se repitió, pero no había forma de ganar.

Sus labios se abrieron en un fuerte sollozo y al fin se permitió llorar. El bolso cayó al suelo en un ruido sordo, y Dybala llevó ambas manos a su cara. Su cuerpo entero se sacudía en espasmo por el llanto, todavía tenía otra lucha y esta ahora era para no ser escuchado. Quebrado, destruido y sin poder parar esa angustia que crecía cada vez más, la presión en el pecho que no lo dejaba respirar; una maldita tormenta que arrasó sin piedad.

Ahora comprendía que en realidad su alma no huyó dejando su cuerpo en un solitario abandono, más bien sentía su alma hecha trizas, si al menos se hubiera ido podría regresar, pero un alma destruida no había forma de reparar. Estaba muerto en vida.

Sus manos se movían desde su rostro completamente rojo a su cabello, sus dedos tiraban fuerte de su pelo castaño, pero no sentía dolor, nada era más doloroso que su sufrimiento sentimental. Las cuatro paredes del habitáculo eran testigos de la caída de Paulo Dybala, una caída de la que solamente él podría levantarse y no creía tener fuerzas para hacerlo.

Lloró hasta el cansancio, hasta que las lágrimas ya no salían más. Sus brazos cayeron a cada lado de su cuerpo y todavía hipeaba. No secó el rastro húmedo en sus ojos, se secaron solos con el pasar de los minutos. Paulo incluso había olvidado el entrenamiento. Nuevamente se encontró mirando un punto fijo, ahora en el techo. Cada tanto escuchaba entrar y salir gente del baño, algunas voces las reconoció como las de sus compañeros, pero no tenía planeado salir todavía.

Era un desastre, física y mentalmente. Él, quien siempre se preocupaba por su apariencia, ahora no era más que un humano sin ganas de vivir, con ojos rojos y pelo desordenado.

IRRESPONSABLE  [ +18 ] ㅡ Paredes X DybalaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora