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Ser la hermana de John B y la mejor amiga de JJ conlleva ventajas y desventajas. Una de esas ventajas es que nadie te jode. Sin embargo, por otro lado, significa que ningún hombre se acercará a diez pies de ti.
Hasta que Rafe Cameron te vio al menos. Era el único chico en la isla interesado que no tenía miedo, y de alguna manera se abrió camino hasta tu corazón.
Por supuesto, ser su novia tiene su propia notoriedad.
Ahora eres la reina Pogue y Kook, una de las únicas personas en ganarse la confianza de ambos lados simultáneamente. La totalidad de Outer Banks es prácticamente tu reino, eres temida y respetada desde todos los rincones.
Te has acostumbrado a la forma en que las personas evitan el contacto visual y literalmente se separan como el Mar Rojo cuando pasas caminando. En parte se debe a tu propia reputación que te precede, pero sobre todo se debe a que tus muchachos siempre están en formación unos metros detrás de ti, como el servicio secreto.
No es ningún secreto que estás bajo su protección. Eres prácticamente invencible.
De acuerdo, también eres conocida por tu afán de pelear y tu lengua afilada. Todo el mundo sabe que aunque te vean sola, no significa que seas vulnerable.
Así que no sorprende que cuando entras al club con Rafe y el resto de los Pogues, los tres están justo detrás de ti con aspecto de doberman. Te acompañan a la barra para tomar una copa y luego a una mesa escondida en la esquina trasera, lejos del caos de la pista de baile.
La música está alta y ya sientes que una sonrisa se dibuja en tu rostro. Después de toda la locura, se siente bien estar simplemente divirtiéndose con tus amigos. Todos se acomodan, tu cuerpo sentado entre Rafe y Sarah en la cabina.
Es tranquilo por un tiempo, todos se ríen y mantienen conversaciones alegres mientras fluye el alcohol. Sin embargo, tu bebida no tarda mucho en agotarse y golpeas la rodilla de Rafe con la tuya para indicarle que te deje salir.
—¿Adónde vas?—.
Te inclinas y le das un dulce beso, sacudiendo la cabeza ante su tono protector.
—Voy a buscar otro trago—.
Él asiente y comienza a seguirte cuando te giras y lo miras.
—Puedo encargarme de pedir un trago, Rafe—.
Duda por un segundo, pero sabe que puedes defenderte sola y que debe darte tu espacio. Los tres pueden ser como tus guardaespaldas, pero saben respetar tus límites. No eres una flor frágil que necesita ser tratada como un niño, se los has demostrado una y otra vez.
Él te observa mientras te alejas, sus ojos nunca dejan tu cuerpo escasamente vestido.
Te diriges al bar y esperas pacientemente tu bebida. Está bastante lleno el lugar, y sabes que los cantineros están trabajando lo más rápido que pueden. Estás un poco inclinada hacia adelante con los codos apoyados en el mostrador retroiluminado mientras mueves la cabeza al ritmo de la canción que suena.
