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Había llegado sin complicaciones a la ciudad del viento y vino, y antes de ingresar, Wanderer estaba en duda sobre en qué gastar lo que consiguió de algunas apuestas en la embarcación.

¿Era lo ideal comprar una estadía en algún hotel en vez de dormir en la intemperie? ¿O tal vez fingir alimentarse con comida de la zona? A todo eso comenzó a pensar que el concepto de la mora era demasiado innecesario en su vida, de todos modos creía comprender el porqué para los humanos realmente era esencial.

Divagando en sus pensamientos se quedó quieto a las puertas de la ciudad, de noche y con la mirada perdida en la nada, los guardias comenzaron a mirarlo muy extrañados de su comportamiento, o de su estado.

Uno se le acercó y para llamar su atención aclaró su garganta.

—Diculpe, honorable forastero, ¿está todo en orden? —Le preguntó con cortesía y un pequeño tono de inquietud presente, pues a vista Wanderer no se veía como un normal civil que se diga.

Soltó un bufido por la interrupción, asintió con la cabeza y omitiendo conversación igual que habiendo tomado una decisión se dio media vuelta, y comenzó a irse por el puente, dejando a los dos guardias confundidos y en alerta de ese extraño comportamiento del individuo de sombrero.

La marioneta centenaria decidió que acampar a las afueras sería lo más razonable, el dinero lo podría utilizar en algún otro momento, y reposar en las bancas de la ciudad parecía demasiado complicado con la cantidad de guardias que había logrado ver desde la entrada, sin duda no lo dejarían descansar en paz en esos sitios.

Sentía la mirada de los guardias cada que estaba a vista de ese gran arco de entrada, muy molesto a ese punto se alejo lo más que pudo utilizando su visión sin darse cuenta de ese detalle del todo.

Era una gran llanura la que estaba delante de él, sin muchos desniveles, perfecta para ir a velocidades que no había podido probar en otras zonas selváticas, montañosas o forestales como las que había estado desde que consiguió esa brillante visión.

Avanzando pudo notar una gran sombra, era un gran árbol a la vista.

Estaba satisfecho del sitio aparentemente sin molestias a la vista, revisó un poco la zona, hasta el punto en que sus ojos le dejaban apreciar, y seguro del sitio, se sentó entre las raíces que le proporcionaban una sensación de comodidad extraña.

Junto al sonido de las ramas mecerse fue que Wanderer consiguió cerrar sus ojos y descansar su vista cegada por la oscuridad de la noche.

En el transcurso de la madrugada a veces su conciencia se levantaba y analizaba el alrededor, estaba comenzando a considerar gastar esa mora ganada para comprar una lámpara y saber de donde provenían variedad de sonidos que no se le hacían familiares, intrigantes por supuesto.

Pasaron horas y sin darse cuenta, la luz ya guardaba varias sombras indicando lo alto que se encontraba el sol, eso despertó al de visión Anemo por completo.

El olor a mar llegaba hasta el lugar y pasajeramente lograba recordar momentos en embarcaciones o costas, quedándose sentado unos momentos para tranquilizar sus memorias y centrarse en el camino.

Continuó su rumbo a Mondstadt en lentitud, por más que ya haya pasado varios días sin hacer mucho, sentía que con el tiempo que tenía, estaba yendo rápido en ese viaje.

Pasó sin ahuyentar a las palomas que un niño alimentaba en el puente conectivo, sin realmente darle importancia a que el pequeño lo miró con completo asombro.

Él simplemente tenía en mente la idea de ver que ofrecía la nación desde la última vez que estuvo ahí.

Aunque su paso fue parado por dos guardias en la entrada, quienes tenían la vista centrada por completo en él.

Sentimiento Humano // KazuscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora