05

376 43 2
                                    

Habían pasado ya tres amaneceres desde que Wanderer había puesto un pie en la embarcación. Al momento estaban en camino a la nación del viento, con mucho camino por delante y apenas habiendo levantado las anclas en la mañana de ese día, al rato de terminar de ordenar todo para el rumbo del barco ya se había hecho de tarde, todos estaban en sus puestos con normalidad, hablando o viendo el camino, la mayoría enfocado en lo que debía hacer.

El forastero de cabellos oscuros había logrado escapar del bullicio en la parte alta de la cubierta, específicamente en el techo que cubría esa parte alta.

La tranquilidad era muy sencilla de conseguir de ese modo, había logrado estar tres días con contacto muy nulo a los humanos gracias a que siempre encontraba ese tipo de sitios en el barco.

Mirando el cielo y las aves, recostado en ese tejado que parecía bien cuidado, tan pacíficamente había llegado la noche, la luna brillante junto a las estrellas que decoraban el cielo eran el anuncio de que estaba por llegar la cena, ese momento que Wanderer no tenía oportunidad de escapar para no levantar sospechas extrañas.

Eran tantos en el barco que hacían turnos, unos comían primero y luego los que se habían quedado afuera cuidando sus puestos.

La comida no era el punto fuerte de la embarcación, lo que se comía no era malo, el problema era que se repetía mucho gracias a que a la hora de abastecerse solo se podían llevar ciertas cosas que no se pudran a los dos días, pero luego de tanto tiempo para todos era costumbre comer casi siempre cosas parecidas.

En ese momento de alimentarse todos los presentes hablaban con sus amigos y compañeros, sin duda los marineros de esa flota parecían todos muy unidos, sin duda eran como una gran familia.

El de sombrero por su parte trataba de comer lo más normal que se podía en cuanto a rapidez, aunque con un poco de velocidad extra para irse, seguía siendo algo incomodo tratar con tantos humanos, sobretodo si supuestamente se tenía que llevar bien con ellos.

Algunos intentaron hablarle, pero él solo respondía muy puntual con lo que pronto terminaba todas sus conversaciones, de todos modos ninguno siguió insistiendo.

Apenas terminada la comida se pudo retirar, a ese punto ya la mitad se había ido y era señal de que controló correctamente su forma de comer, orgulloso de eso salió de la sala para volver a ese sitio donde había estado reposando en la tarde.

Las baldosas no eran las mejores, pero no le incomodaban en su totalidad así que logró acomodarse fácilmente. El turno que cuidaba el barco de noche no era muy ruidoso, por no decir que eran callados, era algo bueno de esa embarcación, el momento que más disfrutaba en tranquilidad como lo es apreciar la luna y las estrellas que la acompañan, tan hermosas como siempre, tanto que le parecían irreales, con verlas le resultaba fácil relajarse, pero en ese instante no lograba despejar su mente, por más que no lo aceptara, el chico se había acostumbrado a las melodías de las aves de Sumeru al intentar descansar de noche, luego de unos días en ese sitio ya estaba comenzando a notar ausencia de algunas cosas que le eran comunes, aunque también estaba logrando familiarizarse con el sonido de las olas del mar y el rumbo de las nubes a la vista.

Deteniendo sus pensamientos una melodía reconfortante se comenzó a oír suavemente en el ambiente, por unos segundos creyó que estaba alucinando. No le costó mucho buscar con la mirada para dar con el origen del sonido, estaba algo lejos, pero logró reconocer la persona por la cabellera, un cabello blanco que resaltaba por sus ropas mayormente oscuras.

No lograba ver la silueta con claridad, aun así divisó que con ayuda de algo es que producía esa pequeña melodía, le generaba una nostalgia extraña, pero con su edad era normal haber escuchado algo similar en algún momento.

Sentimiento Humano // KazuscaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora