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El sol brillaba sobre New Orleans a las 15:23, y la gente se paseaba tranquilamente por las calles después de la victoria de los patriotas. La tranquilidad había regresado y el miedo, al fin, se había desvanecido.

Pero... ¿qué había sido de nuestros protagonistas?


***


— ¡Alastor! ¡ALASTOR, HIJO DE PERRA! ¿DÓNDE ESTÁS? ¡¿POR QUÉ ATACASTE SIN MI CONSENTIMIENTO, IMBÉCIL?! — gritó el coronel Valentino, encontrando una carta tirada en el suelo.

La abrió y leyó:

"Hola jefe, buenos días. Tal vez pueda notar que me fui del campamento. La razón es simple: ya cumplí con mi deber hacia el pueblo. Si quiere, puede quedarse con el crédito; no me importa. Solo quiero ver a mi mujer. Espero que reciba mucho éxito...

—Alastor"


Valentino apretó la carta en sus manos, mordiéndose el labio con furia.

—Hijo de perra... — murmuró entre dientes antes de arrojarla al suelo.

"Así que me fui volando. No iba a esperar un tren, no con las vías destrozadas por tanto desastre. Quiero sorprender a Charlie, verla después de tanto tiempo. Todo lo que hice, cada muerte, cada destrucción, fue por ella... aunque debo admitir que también disfruté de recordar viejos tiempos."

Frente a la casa de Charlie

Alastor tocó el timbre y esperó.

— ¿Hola? ¿Quién es usted? — preguntó una voz femenina desde el otro lado.

— ¿Disculpe? Esta es mi casa. ¿Quién es usted?

— Soy Vaggie, la amiga de Charlie. ¡CHARLIE! ¡HA LLEGADO TU NOVIO! — gritó Vaggie, sin dejarle pasar aún.

— ¿Por qué tanto misterio? Solo quiero ver a mi novia...

— Mmm... ¿seguro que no prefieres esperar? Quizás sería mejor dejarla descansar — respondió Vaggie con un tono de preocupación.

Pero Alastor, ansioso y sin esperar respuesta, cruzó la puerta y subió las escaleras hacia la habitación de Charlie.

En la habitación de Charlie

Alastor abrió la puerta y la encontró en la cama, pálida y frágil, como si un peso invisible la aplastara.

— Charlie... yo... — susurró, sin poder creer lo que veía —. ¿Qué te ha pasado? ¿Por qué estás así... tan cansada?

Charlie, al verlo, se levantó ligeramente y lo abrazó con fuerzas, estallando en lágrimas.

— Al... yo... yo... — sollozaba.

Alastor, sin saber qué decir, correspondió el abrazo, acariciándole el cabello con ternura.

— Cariño... ¿qué pasa? — le susurró suavemente, limpiándole una lágrima.

Vaggie apareció en la puerta, con una expresión seria.

— Charlie, ¿quieres decírselo tú, o prefieres que lo haga yo?

Charlie levantó la cabeza, secándose las lágrimas.

— Vaggie... ¿podrías dejarnos a solas un momento? Por favor...

Vaggie asintió y cerró la puerta, dejándolos solos.

Alastor la miró con ternura y preocupación.

— Mi amor... ¿qué rayos está pasando? — preguntó suavemente.

Charlie bajó la cabeza, mordiéndose el labio antes de hablar.

— Al... yo... estoy enferma — murmuró entre sollozos.

Alastor se puso pálido, sus ojos se llenaron de preocupación.

— ¿Enferma? Pero... ¿cómo? ¿Qué te han dicho los doctores?

— Fui al hospital y... — susurró con voz quebrada, — me diagnosticaron angina. Es... cuando el corazón no recibe suficiente sangre... Al, no sé cuánto tiempo me queda... temo que en cualquier momento...

Alastor la abrazó con fuerza, tratando de consolarla.

— No, cariño, no pienses en eso... estoy aquí contigo, y no te dejaré sola. Pase lo que pase... siempre serás la única mujer en mi vida.

Charlie lo miró con lágrimas en los ojos, una mezcla de tristeza y alivio.

— Lo siento, Al... sé que luchaste por nosotros y... y ahora no podremos cumplir nuestros sueños, nuestro trato de... — Alastor la interrumpió, posando un dedo en sus labios.

— Shh... no hablemos de eso ahora, mi amor — susurró antes de besarla con dulzura.

Ella correspondió al beso débilmente, sintiendo su calidez, y de repente las lágrimas cayeron con más fuerza.

— Lo siento, Al... perdóname... — dijo entre sollozos.

Alastor le limpió las lágrimas, mirándola con amor incondicional.

— No tienes nada que perdonar, corazón. Estaré contigo hasta el final.

Charlie intentó sonreír, aunque su expresión revelaba otro peso.

— Al... hay algo más que debo decirte, y es... aún más difícil.

Alastor respiró hondo, preparándose para cualquier cosa.

— Dime, amor.

— Mientras tú estabas fuera... descubrí que estaba embarazada... de ti — Charlie desvió la mirada, mordiéndose el labio —. Pero debido a la enfermedad... el bebé no sobrevivió... — rompió en llanto —. ¡Soy la peor mujer del mundo! ¿Qué clase de mujer no puede darle un hijo al hombre que ama?

Alastor bajó la mirada, intentando procesar lo que acababa de escuchar. Luego la miró con ternura.

— Cariño... no eres culpable de nada. Entiende... estoy contigo. Nada cambiará mi amor por ti.

Charlie, temblando de alivio y felicidad, se llevó las manos al rostro, tratando de contener las lágrimas.

— ¿Eso significa que... aún nos casaremos? — susurró esperanzada.

Alastor la tomó de la mano, sonriendo.

— Claro que sí, amor. Hasta que la muerte nos separe, ¿recuerdas?

Charlie lloró de felicidad, cubriéndose la boca.

— ¿Te parece si nos casamos mañana, mi bella demonio? Solo tú y yo, sin decirle a nadie más.

Ella asintió emocionada.

— ¡Sí! Siento que soy la mujer más afortunada del mundo, Al. Oye... ¿y cómo está Husk? No he sabido nada de él.

La sonrisa de Alastor se desvaneció, y su mirada se tornó oscura.

Charlie lo miró, preocupada.

— ¿Dije algo malo? Oh, no... cariño, lo siento... Husk era un buen amigo tuyo, ¿verdad? — dijo, abrazándolo con tristeza.

Alastor la estrechó con fuerza.

— Él me salvó... tiraron una bomba, y él... él me protegió. Solo Valentino y yo sobrevivimos — susurró, con una lágrima rodando por su mejilla.

Charlie lo abrazó con más fuerza, compartiendo su dolor.

— Lo siento mucho, amor...

Alastor cerró los ojos un momento, tratando de calmarse. Entonces, sin previo aviso, la cargó en sus brazos, haciéndola reír.

— ¡Alastor! ¡Para! — exclamó entre risas, y él la giró en círculos, haciéndola reír aún más.

— Mañana será un gran día, mi amor. No le cuentes a Vaggie; será nuestro secreto. Luego, nos iremos de esta ciudad para empezar nuestra vida juntos... hasta el final.

Charlie lo miró con una sonrisa radiante.

— ¿A Francia, quizás? Siempre he querido ir allí...

— Lo que usted desee, my darling.

Amor en tiempo de guerra -CHARLASTOR- TEMPORADA 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora