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Era el último día de Alastor en la ciudad antes de partir hacia la guerra. Había decidido aprovechar cada segundo con Charlie, su amiga, su novia, su todo. Afortunadamente, Charlie ya se encontraba mejor; las secuelas del desmayo habían quedado atrás, aunque aún la sombra de preocupación por la guerra le nublaba la mente. Charlie temía por él, pero quería que aquel día fuera inolvidable para ambos.

Alastor la miró desde el otro lado de la puerta, con una sonrisa que pretendía ser despreocupada.

—Bueno, bella dama, hoy haremos un bello paseo por la ciudad... —dijo, extendiéndole una mano.

Charlie sonrió y negó con la cabeza, divertida.

—Pero está nublado, Al —respondió, apoyada en el marco de la puerta.

—¿Y eso qué? Además, la niebla le da un toque romántico... aunque entiendo si prefieres quedarte aquí a solas conmigo... —añadió con un tono bajo y seductor, mientras le guiñaba un ojo.

Charlie sintió un rubor en sus mejillas, y rápidamente escondió su sonrisa.

—¡Vamos a pasear! —exclamó con entusiasmo, corriendo hacia un abrigo y poniéndoselo de inmediato.

Alastor soltó una risa suave mientras tomaba un paraguas, acercándose a ella.

—Muy bien, cariño. Hoy vamos a un lugar especial para mí... espero que te guste tanto como a mí —dijo, mirándola con una ternura que Charlie pocas veces había visto en él.

Su primer destino fue una pequeña tienda en el camino. Se detuvieron para comprar comida, helado y un mantel, ya que a última hora recordaron que querían hacer un picnic en el lugar especial de Alastor. El cielo estaba nublado, pero la idea de disfrutar un momento juntos les hacía ignorar la posibilidad de lluvia. Sin embargo, justo cuando salían de la tienda, el cielo estalló en gotas gruesas que cayeron sin piedad.

Charlie comenzó a reír, viendo cómo Alastor trataba de abrir el paraguas mientras su abrigo ya se encontraba empapado.

—Alastor, estás todo mojado —dijo, sin poder contener la risa.

—¿Y tú no piensas compartir el paraguas conmigo, verdad? —respondió, riendo junto a ella.

Charlie acercó el paraguas hacia él, empujándolo con una mano hacia abajo para cubrirlo.

—Está bien, toma el paraguas, cariño... no quiero que te enfermes antes de que te vayas —murmuró, dejando entrever un destello de tristeza en su mirada.

Alastor tomó el paraguas y la acercó bajo el cobijo de la tela, procurando mantener su sonrisa despreocupada.

—Así está mejor, aunque parece que la lluvia nos ganará antes de llegar al monte Hazbin —suspiró, mirando hacia el camino aún lejano—. Es mi colina favorita; tiene una vista hermosa, y cuando el sol muere en el horizonte, parece como si se desvaneciera en el mismo lugar. Solía ir ahí cuando... cuando estaba solo.

Charlie se acercó un poco más, tomando su mano con suavidad. Se puso de puntillas y le besó la mejilla.

—Oh, cariño... —murmuró, abrazándolo con fuerza por un momento—. Será mejor regresar a casa antes de que te enfermes.

Alastor la miró con cariño, asintiendo. Al comenzar el camino de regreso, le lanzó una sonrisa cómplice.

—¿Qué te parece si cantamos mientras caminamos? —sugirió, con un brillo especial en sus ojos.

—¿Qué canción tienes en mente? —preguntó Charlie, intrigada.

—"Can't Help Falling in Love". Es algo antigua, pero desde que te conocí se volvió una de mis favoritas, como que tiene mas sentido para mí.

—Es también mi canción favorita, Alastor... te amo —respondió, apretando su mano.

Alastor sonrió con dulzura y comenzó a tararear la melodía, mientras Charlie se unía, sus voces fundiéndose con la música de la lluvia.

—Wise men say... —comenzó Charlie, su voz temblando de emoción.

—Only fools rush in... —respondió Alastor, acompañándola con una mirada tierna.

—But I can't help... —cantaron juntos, mirándose como si el mundo a su alrededor dejara de existir— falling in love with you.

La melodía continuó mientras avanzaban, sus voces y el sonido de la lluvia creando una atmósfera mágica que los envolvía. Cada palabra que cantaban parecía llevar un peso, una promesa, y mientras se miraban, sus miradas reflejaban la profunda conexión que compartían.

Finalmente, llegaron a casa, empapados pero con el corazón rebosante de amor. Alastor dejó el paraguas a un lado y la miró intensamente, tomándole ambas manos.

—No sé qué haría sin ti, Charlie —susurró, sus dedos entrelazados con los de ella.

Ella le sonrió, sus ojos brillando con lágrimas que luchaba por contener.

—Y yo sin ti, Alastor... pero te esperaré —prometió, con la voz temblando de emoción.

Esa noche compartieron una última cena, con platos sencillos, pero todo sabía mejor con la presencia del otro. La lluvia seguía repicando en las ventanas, acompañando el suave murmullo de sus palabras. Se contaron historias, se prometieron cosas imposibles y, cuando la noche avanzó, se miraron en silencio, como si quisieran grabarse cada detalle antes de la despedida.

Alastor sostuvo la mano de Charlie con firmeza y susurró:

—No importa qué pase, voy a regresar por ti.


***

Amor en tiempo de guerra -CHARLASTOR- TEMPORADA 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora