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(Yo te avisé, tú sabes quién eres)

Línea: Kalego Gaiden.
Multimedia: @masa1xkane.
Cantidad de palabras: 4260.
Categoría: lime, comedia, fluff.

Need to know

—¿Tengo que hacerlo por ti?

Kalego detiene todo movimiento ante la pregunta.

Reacciona recién cuando siente al costado de su rostro enrojecido una caricia más larga que las anteriores, y alza la vista hacia las profundas pupilas contrarias sólo para volver a huir de ellas con los dientes apretados. Deduce, sin ver la expresión de Opera, que su escape la desanima, y se apresura a hablar. —No, no hace falta, sólo...

Los finos dedos que antes lo rozaron con suavidad se aproximan a su cara para atajarla, inclinarla en la dirección correcta para recibir un beso bastante nuevo, envuelto de audacia y al mismo tiempo imploro. Aunque Kalego pretende corresponder, evidencia para Opera que con su iniciativa se cohíbe más y por eso no alcanza a entregar plena cooperación, la cual en el fondo sí quiere demostrar. Cuando los labios posesivos lo sueltan, Kalego los contempla con la molestia de quien se ofende por un reclamo, pero no se queja. Se hunden en su mirada los ojos carmesíes de su líder, se desconecta brevemente de la tierra, el espacio entre sus rostros es llenado por un suspiro que no saben bien a quién le pertenece.

—No tienes idea de qué estás haciendo... —Opera habla, suave y todavía dominante, sentándose cuidadosamente sobre sus piernas—. Bueno, yo tampoco, esta vez no puedo corregirte, Kalego-kun. Pero si tenías tanto interés en saber, ¿por qué me evades? ¿No sabes qué hacer?

Aunque no sabe si aquello lo pronuncia para avergonzarlo o provocarlo, sí que lo ayuda a recordar una cosa: la razón "estúpida" por la que están ahí, a solas, en el sofá de una sala abandonada del instituto cuando el turno ya ha terminado, y en la progresiva destrucción de su falsa tolerancia. Porque por casi tres años se aguantó las dudas, perdió la paciencia y días atrás estalló, le cedió a Opera la oportunidad ideal para aprovecharse de su tibia curiosidad.

No hubo manera educada de hacerle la pregunta. Uno no va por la vida preguntándole a la gente qué tiene entre las piernas, cosa que, cuando entendió la cuestión, su senpai le recalcó hasta el cansancio.

Entonces ambos llegaron a un consenso. Resolverían la duda del modo que más justicia le hiciera a su relación personal, y todo quedaría entre ellos como un secreto.

—Respóndeme.

Kalego se ve obligado a esforzarse para que su voz vuelva a surgir sin quebrarse con esa incómoda conversación en mente.

—¿Esperas que sepa qué hacer? Nunca hice algo así con nadie...

—¿Nunca hiciste algo como qué? Te da miedo decirlo en voz alta, pero te atreviste a hacer una pregunta descarada cuando nos vimos a solas. Qué extraño.

Le cuesta retomar el diálogo. Todavía no puede procesar lo obscena que se le antoja la situación en sí, ni sabe cómo esconder cuánto le está gustando. No se atreve a bajar la mirada. Pierde el aliento con la sensación de tenerle encima, sentándose a esperar a que haga algo y haciendo ella las cosas sin pedirle permiso; sabe que todo roce es parte de un caminito hacia la boca del lobo, y sabe que Opera disfruta guiarlo a través de él. Todo le indica que seguirle el paso lo llevará a un callejón sin salida donde menos querrá evitar su confrontación, donde más vulnerable será.

Y aunque llegar al punto sin retorno construye el primer motivo de su encuentro y es la única opción donde se le asegura que saciará su duda, no quiere consentir al crimen tan fácilmente. Arrima la cara en el hombro de su cómplice, junta su pecho con el propio empujándole la espalda con los brazos, y la acorrala a sentarse más cerca de su entrepierna. Escuchar cómo se le entrecorta la respiración por un segundo lo complace lo suficiente para engreírse y recuperar la voz, como si no lo hubiese atacado un escalofrío por ese mismo ruidito sedoso. Las manos níveas de su líder se posan en sus brazos como para fingir que lo distancia, pero no producen retroceso.

𝐴𝑟𝑐ℎ𝑖𝑣𝑒𝑟𝑜 𝐾𝑎𝑙𝑒𝑟𝑎 - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora