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Línea: Arco Festival Musical.
Multimedia: @echo_pico.
Cantidad de palabras: 2060.
Categoría: fluff, comedia.

En confianza

La luz lunar entraba entonces, sin mucha fuerza, iluminando borrosamente los pasillos del instituto por los que se escabullían los dos amantes. Opera divirtiéndose con la tensión en la mirada de Kalego, él convenciéndose una segunda vez de lo que estaba por hacer, las manos entrelazándose más tímidas que reservadas. Había que cruzar varios salones en desorden para llegar a la preciosa puerta protegiendo la sala de música, y al conseguirlo los ánimos se elevaban frente a ella.

Al mayordomo le llamaba la atención que su subordinado no le soltara la mano, se forzaba el nudo en la garganta para evitar señalárselo; seguro que lo miraba más a él y adoraba más su aspecto somnoliento que el de la gran puerta del salón. Le daba igual estar casi prometidos, se seguía asombrando con todo lo que su Kalego era. Después de distraerse con su perfil trataba de mantener su atención en la voz autoritaria que florecía.

—Puede parecer que estaremos solos, pero es seguro que al menos uno de los intendentes nos escuchará. Así que prioriza la discreción.

Opera inclinó la cabeza a un lado con una sonrisita gentil, acercándose al docente mientras este abría la puerta para ambos. Kalego tardó en descifrar la burla escondida en sus ojos, el tono suave y sugerente de su pareja llegaba antes al diálogo que él al doble sentido. —¿Nos escuchará? ¿Qué vamos a hacer para que nos escuche? 

Ahí liberaba su mano, robándole un suspiro irónico y no por eso menos dulce o persuasivo, que se acompañaba con una mirada de reproche. Estar en confianza lo dejaba más expuesto a esa clase de bromas, no podía fingir no saberlo. Kalego se estiraba un botón de la camisa como si se acalorara y quejaba con los colmillos apretados, casi hablando para dentro. 

—Ni siquiera me voy a esforzar...

Cruzando la entrada, la sala estaba bastante mejor iluminada que el pasillo, el piano en medio de ella se embellecía con la luz constelada filtrándose por los ventanales. El músico, todavía atento, encaminó a Opera con él hacia la imponencia del instrumento principal. De todos modos su pareja se dirigiría a donde él quisiera con tal de cumplirse los caprichos, y en lo más recóndito del alma era muy consciente de ello.

Era uno de esos pianos que imitaban al artista, Opera tenía curiosidad por ver lo que revelaría cuando su enamorado lo usara. Lo había visto antes, pero se imaginaba que habría cambiado durante su paso a la adultez.

—Tengo suerte de estar aquí para escucharte.

Kalego asintió, fiel a su austeridad común.

Parecía particularmente orgulloso del estado por el que optaba el instrumento al reverenciarlo. Se acoplaba a él, se conectaba a él, transmitía la perfecta idea del músico que le gustaba ser, y esa fácil relación con la pieza sorprendía a Opera por momentos. Un piano refinado, oscuro, con esa misma aura de severidad e intensa disciplina que tenía el artista al mando, se adornaba de ásperos cuernos y alas infernales. Con calma, el demonio gato admiraba a su amante distanciarse para acomodarse frente al piano, pero lo seguía por reflejo y a pasos inofensivos, lejos de querer que el teclado los mordiera. Kalego no despertaba desagrado en el instrumento, se volvía su compañero de toda la vida en un segundo.

Opera tenía un recuerdo amable de él en su época de estudiante, su magnífico resultado en el Festival de Música de aquel año. Sin duda, pensaba bastante en él. Por segunda o tercera vez estaría teniendo una sesión privada con su músico preferido; ese pensamiento le plantaba una leve electricidad en los dedos, permitía que las ansias le escalaran la espalda. Llevándose los dedos al lindo nudo rojo de su traje para distraer las ideas problemáticas, volvía la vista al profesor.

𝐴𝑟𝑐ℎ𝑖𝑣𝑒𝑟𝑜 𝐾𝑎𝑙𝑒𝑟𝑎 - EN PAUSADonde viven las historias. Descúbrelo ahora