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Frente en alto había dicho Dahyun, pero ahí estaba Son Chaeyoung al día siguiente, justo afuera de la sala de empaque, con la mirada fija en el piso. Sentía que las piernas le temblaban como gelatina, ¿cómo se suponía que debía mirar a Mina a la cara? De seguro la chica ya había llegado, siempre llegaba antes de la hora de inicio. Temerosa, dio un paso para entrar a la sala.

—Son.

Imposible, imposible, imposible.

Se giró y ahí estaba la chica, recién venía llegando.

—M-mina.

—¿Tengo que decirte así? ¿O puedo decirte Chae? —levantó una ceja.

Chaeyoung se quedó muda. Mina suspiró.

—Oye, necesito que me ayudes a traer algo, ¿puedes? —sacudió la cabeza— Más bien es una orden, pero no te voy a obligar tampoco.

La menor asintió.

—Voy a dejar mis cosas y vengo, espérame aquí por favor —mostró la bolsa que traía colgando en su hombro.

La rubia entró a la sala. Desde la gran puerta principal, Chaeyoung la vio dejar sus cosas detrás del mesón donde solía sentarse a trabajar, luego la vio acercarse a Sana y decirle algo, la otra chica rio y le dio un pequeño codazo, Mina parecía fastidiada. Después saludó a Jihyo y caminó de vuelta hasta donde estaba Chae.

—Vamos —le dijo, tomando la delantera.

Ella la siguió tímidamente, en silencio.

—Chaeyoung —habló, mientras entraban al pasillo que llevaba a las bodegas del supermercado—, lamento haberte encerrado contra tu voluntad ayer —Mina abrió una puerta conocida, era la bodega de congelados—, es que no entendía por qué estabas tan extraña conmigo —entró a la bodega—. Ven—la llamó.

Chaeyoung miró con desconfianza.

—Te prometo que no voy a cerrar la puerta, si quieres me alejo —Mina dio varios pasos hacia adentro de la bodega, quedando totalmente separada de la puerta.

—¿Qué tenemos que llevar? —preguntó, resignada.

—Dos cajas de helados, son de un pedido 

Mina sonaba sincera, y ya estaba alejada de la puerta, así que entró lentamente. La otra chica se agachó a tomar un par de cajas que habían en el fondo de la bodega y Chae la imitó, cuando se dieron la vuelta para salir, la puerta se cerró en sus caras.

—No puede ser —Chae cerró los ojos, sin poder creérselo.

—Te juro que yo no fui —Mina dejó las cajas en el suelo y levantó las manos.

—Se que no fuiste tú, pero ¿cómo pasó entonces? —dejó sus cajas en el piso también y se acercó a la puerta para examinarla.

—No puedo creer que nos quedamos encerradas otra vez.

—¡Hola! —Chaeyoung comenzó a golpear el metal y llamar con desesperación, tal como Mina lo había hecho la primera vez —¡Ayuda, por favor!

—No tengo señal, aquí nunca hay —Mina miraba su teléfono.

—¿Le dijiste a alguien que vendríamos? Te vi hablar con Sana, seguro le dijiste a ella... ¿verdad?

—No, no le dije eso a Sana.

—Maldición —siguió golpeando la puerta—. ¡Hola!

—Chaeyoung, déjalo, gritemos cuando escuchemos gente afuera, no te desgastes.

—Pero-

—Ven —la mayor se sentó en el piso junto a las cajas—, vamos a esperar sentadas.

—No... yo... —la pelinegra se puso nerviosa.

Shopper (Michaeng)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora