Precious.

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La cara de Vash demostró más dolor del que había sentido en su vida.

Jamás había esperado que Nai fuera tan malo con él, mucho menos que estuviera diciendo cosas tan crueles. Ese no era su Nai, se lo habían cambiado y quería al otro de regreso, no al desinteresado y malo.

—¿Qué? —soltó Vash en un susurro, tan bajo que casi no pudo escucharlo.

—¿Cuántas veces o qué tengo que decirte para que lo entiendas? Ya no quiero ser parte de este juego en dónde lo único que haces es irte y volver cada que te da la gana.

Vash suspiró. Sabía a qué iba todo eso y aunque entendía las razones de Nai, no podía ceder ante sus peticiones, menos si no pedía o decía nada, por más que para Knives estuviera claro.

—Bien... ¿En serio quieres que me vaya? —la voz y pregunta de Vash sonó tan bajo que por poco y Nai no lo escuchaba.

El sonido de la sábana apretarse por el puño de Nai fue todo lo que pudo escuchar después, y todo lo que Vash tuvo que usar para entender. Pero quería escucharlo de sus palabras exactamente, quería hacerse trizas el corazón intentando entenderlo, sacarle las palabras y si ya no tenía solución, irse.

—Quédate o vete, ya me da igual. Sólo déjame en paz. —el sonido de la voz de Nai sonaba lleno de hartazgo, como si se tratase de explicarle a un niño de diez años de que se trataba. En ese punto, la tristeza se había vuelto resentimiento y molestia. Ya no solo un simple enojo entre ambos.

Vash se acercó, arrodillándose entre sus piernas para quedar a su altura y poder ver su rostro con la poca luz que entraba de la ventana.

Ellos jamás habían tenido límites en cuanto contacto se trataba, a Nai le encantaba estar cerca de Vash pero ahora, lo único que pudo hacer fue verlo tan molesto, que sus cejas se juntaron y su boca formó una línea recta. Aprovechó para poder verlo a los ojos, llevando una de sus manos hacia su cuello, acariciando esa parte hasta detenerlo de sus mejillas con poca fuerza, pero la suficiente para que Vash lo mirara sin separar el contacto visual.

—No entiendo que tengo qué hacer para que te quede claro que ya no te quiero... Así.

Vash quería llorar. No como siempre lo hacía, exagerando para que Nai hiciera algo que quisiera; quería llorar en serio, como lo hacía cuando le extrañaba o sucedía algo realmente malo. Con su corazón en la mano, sentía que Nai lo había tomado y estaba apretándolo con fuerza. No sabía a qué se refería con no quererlo “así” y no se quedaría con la duda.

—¿Cómo que... Así?

—Bien sabes cómo. No tengo que explicarte lo que hacemos cuando no te importa que sea yo. ¿No? ¿O sabes qué? por primera vez lo haré, hermanito.

Nai tomo con aún más fuerza el rostro de Vash, el aliento de Vash chocaba contra el suyo y viceversa, estaban tan cerca que lo único que pudo hacer fue contener la respiración, nervioso.

—Ya no quiero ser el idiota que se la pasa detrás de ti, buscándote, pidiéndole a todos los dioses que te cuiden. Ya no siento que el corazón me da un vuelco cada que te veo, más bien me da angustia. Ya no siento esta especie de enamoramiento que me carcomía cada que pensaba en tí, olvidando si estaba mal, porque no me importaba y tú lo sabes. Cada que parecía tener una conexión contigo o estar construyendo algo, te ibas. Así que Vash ¿Dime cómo puedo sentirme?

La mirada de Nai era dura, jamás lo había visto  y eso lo hacía morderse los labios de impotencia para no soltar las lágrimas que estaban atoradas. Sentía que se le habían acabado las razones para volver una vez más, y lo peor era que lo entendía.

—Y ahí es donde te quedas callado una vez más. — soltó el rostro de Vash, dejando caer su mano. —Nunca tienes nada que decirme y no sé que esperaba ahora, porque jamás lo has hecho. Soy un estúpido. —la decepción en la voz de Knives era algo que se notaba y Vash no sabía que hacer. No quería perderlo, pero tampoco sabía cómo hacerse cargo de la situación, le causaba tanto malestar que lo único que quería es salir corriendo. Sabía que nada de lo que diría ayudaría.

—Nai... Yo... No...

—Vete, Vash. Déjame ya, por favor. De una vez por todas. Ya. ¡Ya!

Vash se levantó, acariciándose la mejilla. Jamás había sentido tanta tristeza junta, puesto que nunca se había imaginado que Nai alguna vez lo trataría mal y aquello parecía un mal sueño, uno que saldría de su inconsciente y que pensó, jamás sucedería.

Salió del cuarto rumbo a la habitación libre que tomaba a veces cuando necesitaba espacio de Nai y se recostó en la cama. Las lágrimas comenzaban a caer por su rostro y limpiándose, empezó a pensar en qué había hecho para merecer eso. ¿Su hermano ya no lo quería? Si eso sucedía, podía y quería remediarlo. Haría todo lo que Nai quisiera, incluso si tenía que sacrificar su propia felicidad.

Se secó las lágrimas y decidió quitarse la ropa para dormir. A Vash no le gustaba su cuerpo, en realidad, no era como que lo odiase pero tenía distintas heridas y ni hablar de su brazo y espalda, que estaban llenos de cicatrices y su prótesis. Se quedó contemplandolo por segundos y recordó las veces que Nai le había hecho sentir hermoso sin pedirlo.

Y recordó, que él jamás le había regresado alguno de esos cumplidos, realmente intentó recorrer hasta el último de sus pensamientos recordando alguna cosa que Vash le hubiera reconocido.

Recordó que jamás le había hecho algún halago, porque siempre colgaban de sus labios, quedándose en una voz entrecerrada que nunca supo cómo alzar.

De hecho, corría siempre que Nai quería simplemente decirle algo más íntimo, aceptando contacto físico pero jamás algo más allá de eso, negando la relación con su gemelo o cualquier cosa que el tenía que decir. Creyó que para Nai era lo mismo, olvidando aquellos ojos que lo veían como una maravilla y que tanto pesaban en el alma de Vash.

Todo cayó como un balde de agua helada y dolió tanto, casi como físicamente. Se había comportado como un cobarde poniendo siempre cosas adelante antes que a Nai; como su trabajo, sus ideales, su forma de amar e incluso, cualquier cosa que no fuera tan relevante y eso le había causado resentimiento o tanta tristeza que nunca fue capaz de ver.

Incluso recordó cuando Nai se había intentado acoplar a su forma de vivir, viajando con él durante un tiempo y la simple mención de hijos o matrimonio aunque fuera como un simple sueño imposible, hizo una vez que el ambiente entre ellos se tornara incómodo porque Vash cambió el tema.

Lo recordaba muy bien.

Y también la cara de tristeza de Knives cuando notó que Vash le reafirmaba que esos planes solo eran sueños. No tenía que decir más porque, siempre le había afirmado que quizá ni ellos tendrían un buen final. ¿Entonces por qué dolía tanto, si lo sabía o lo intentaba adelantar a ello?

Vash quería arreglarlo, quería salir a rogarle de rodillas que le perdonara por todo lo que le habia hecho sentir, por como lo había tratado o subestimado, por su propio carácter que contrastaba tanto con él. Para Knives era más difícil hacer amigos, socializar e incluso tener relaciones cercanas y aunque eso no era culpa de Vash, era todo lo que el tenía. Y no podía haberle hecho eso, dejándolo tirado cuando quizá muchas veces sin decirlo, lo necesitó.

Vash sintió la desesperación creciendo en su estómago, quiso gritar por haber sido tan estúpido y egoísta, también por no darse cuenta de que con cada cosa que había hecho, lo había alejado de tal modo que ya no quería saber nada de él.

Y lo merecía.

Pero no había nada que se le ocurriera para que Knives le perdonara y pensarlo lo hacía marearse y sentir molestia físicamente. ¿Que tal si simplemente Knives ya no lo quería más?

Claro, lo había dicho. Y aunque una pequeña esperanza se acrecentaba en el pecho de Vash, sabía que el camino que estaba por recorrer, sería difícil y le costaría muchas lágrimas.

Come Back Home. Donde viven las historias. Descúbrelo ahora