–¡¿Qué?!? ¿Con papá?—No podía dar crédito a lo que estaba escuchando. No podía irme con mi padre, no ahora, no en este momento. – Pero... ¿por qué, mamá?
–Cielo, hace mucho que no ves a tu padre y ya es hora de verlo. Además, Bob y yo nos vamos a ir de vacaciones, ya sabes que puedes venir si quieres, pero, Addie, por favor, tienes que ir con tu padre.— Me parecía totalmente injusto, que se fuese a ir con su novio de vacaciones mientras yo me tenía que quedar en el pueblo de mi padre. — Por favor, hazlo por mí y por él, ya sabes que tiene muchas ganas de verte, hace ya tanto tiempo... —Estaba jugando sucio, lo sabía perfectamente.
– Está bien... aunque sabes que te voy a echar mucho de menos, tres meses es mucho tiempo — Ahí tenía mi venganza, yo también sé usar el chantaje emocional. En mi semblante se dibujó una sonrisa pícara, y al entender ella lo que estaba planeando, se rio y me dio un abrazo.Mis padres se habían separado cuando yo tenía ocho años. Lo pasé bastante mal, la verdad, aunque poco a poco lo he ido superando y me he acostumbrado a la nueva situación. Vivíamos en Cavendish, un pueblo costero situado en la Isla del Príncipe Eduardo, en Canadá. Me encantaba ese sitio, era, sinceramente, mi lugar favorito en el mundo. No sé cómo pudo cambiar tanto mi pensamiento en relación a mi hogar. Después del divorcio, mi madre y yo nos mudamos a Vancouver, lo sé, un cambio radical. Me costó mucho adaptarme a la nueva ciudad, ya que era totalmente diferente. Estaba acostumbrada al ritmo de vida tranquilo de pueblo, donde parece que todo va con calma, y el tiempo pasa más lentamente. Se respiraba serenidad y, en definitiva, paz. Sin embargo, Vancouver era todo lo contrario. Al ser una de las grandes ciudades de Canadá, el estilo de vida era completamente distinto del que yo estaba acostumbrada. Pese a todo, me acabé enamorando de la ciudad: El Stanley Park, El Mundo de la Ciencia, con aquel original diseño que me fascinó desde el primer día en que lo vi; el Nitobe Memorial Garden, y un largo etcétera de lugares que me encantan.
Con todo, hacía mucho tiempo que no veía a mi padre, como ya había mencionado mi madre. Sí que es cierto que hablábamos una vez al mes, y nos veíamos en alguna que otra ocasión especial. La última había sido hace dos años, en mi decimosexto cumpleaños, ya que mi madre había montado una fiesta enorme, y yo había insistido en invitarle a él también.
La verdad, sigo sin saber exactamente el motivo por el cual se separaron, es algo de lo que mi madre nunca quiere hablar.
Lo que sí que sé es que ella lo pasó muy mal, y es por ello, por lo que yo no quiero estar con mi padre, como si a día de hoy, cuando ya han pasado diez años desde el divorcio, tenga la obligación o la necesidad de estar enfadada con él. Mi madre se culpaba de ello a sí misma, ya que decía que me había inculcado una mala relación con él, y por eso, ahora está tratando de cambiarlo, obligándome, por ejemplo, a pasar el verano en Cavendish.En el fondo me dan pena los dos, por lo que he pensado que la única manera de poder contentarlos a ambos, es obedecer a mi madre y pasar mis vacaciones con él.
El problema que tengo es que estoy preparando el repertorio para la prueba a la Orquesta Filarmónica de Montreal, como primer violín, ya que había quedado un puesto vacante. Ese era mi sueño desde que empecé mi carrera como violinista, a los cinco años. Mi madre se dedicaba a la música, dando clases de violín en el conservatorio, y precisamente, había sido ella quien me había introducido a este mundo, que se convirtió en mi pasión. Como iba diciendo, no sé exactamente cómo voy a hacer en casa de mi padre, ya que no tengo a mi madre para darme consejos ni para corregirme, aunque ya se me ocurrirá alguna solución...
* * *
Salí de casa el uno de julio después de despedirme de mi madre y de su novio, Bob. El trayecto en avión desde Vancouver a Charlottetown era de casi once horas, que, sumándole el viaje en autobús hasta Cavendish, hacía más de un total de doce horas, por lo que se me hizo demasiado largo y agotador.
Mi padre vivía en una casa de planta baja de tamaño bastante reducido, pero igualmente acogedora. Aunque me había escrito un mensaje cuando por fin había llegado, diciéndome que no estaba en casa, si no en su restaurante. Mi padre lo había abierto antes de que hubiese nacido, y por lo que yo recuerdo, estaba plenamente enamorado de él. Servía prácticamente de todo, aunque estaba especializado en comida tradicional.
El restaurante se situaba en el centro del pueblo, en un edificio, también de planta baja, no muy grande, pero sí lo suficiente como para albergar a bastantes personas.
Cuando crucé la puerta, inmediatamente sonó la campanilla que indicaba la entrada de alguien. Vi a mi padre tras el mostrador, sirviéndole una cerveza a uno de sus clientes, cuando tropecé con un chico más o menos de mi edad. Llevaba una caja con objetos en sus manos, que se le cayó al chocar conmigo.
–Mira por dónde vas —dijo en tono serio mientras recogía sus cosas del suelo.
–P-p-per-perdón... — No sabía muy bien qué decir, me sentía muy avergonzada en ese instante.
En ese momento, salió por la puerta con una sonrisa prepotente.
¡Qué idiota! Ya le había pedido perdón, no sé qué le pasa a la gente aquí, en serio.Buena manera de empezar las vacaciones...
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Lluvia de estrellas ( Candela Bande)
RomanceAdeline tiene que pasar el verano con su padre, obligada por su madre. Allí, en el tiempo que le queda cuando no está ensayando para entrar en la orquesta de sus sueños como primera violinista, conocerá lo que es enamorarse, bajo una lluvia de estre...