Capítulo 3

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El día siguiente dormí como nunca lo había hecho antes.
Me levanté alrededor de las once y media de la mañana, y aún seguía cansada.
El sol brillaba a través de mi ventana, que tenía unas vistas preciosas; y mi padre ya se había ido a trabajar, pues en el restaurante también servían desayunos.
Me levanté por fin, y me dirigí a la cocina.
Puse a calentar un café y cogí unas galletas de la despensa.
Sinceramente, soy una de esas personas capaces de disfrutar los pequeños momentos de la vida, y uno de mis favoritos son los buenos desayunos.
Adoro el café. La verdad es que es un de los mejores regalos que me pueden hacer.
Mi padre tenía una cafetera de las buenas, que hacía unos expressos que eran lo mejor del mundo, por eso puedo decir que hoy empecé bastante bien el día.

Luego, me di una ducha caliente, y me vestí con unos shorts negros, y un top rojo de estampado floreado.
Me encantaba cómo iba.

Estuve pensando un buen rato qué hacer, ya que, de momento, Luca no me había escrito, por lo que entendí que no habían quedado.

Se me ocurrió ir a dar una vuelta por el pueblo, así que me cogí una chaqueta, aunque no creía que me hiciese falta, ya que hacía bastante calor, y salí de casa.

Sinceramente, nada había cambiado.
Cavendish seguía siendo el mismo pueblo de la Isla del Príncipe Eduardo que nadie conocía.
Paseaba por unas callejuelas, cerca del paseo, cuando de repente se me iluminó la mirada.
¡Había una tienda de música!
No dudé ni un instante en entrar.

Atravesé el umbral de la puerta e inmediatamente me saludó la persona que había tras el mostrador. Se trataba de un chico, que parecía algo mayor que yo, de pelo oscuro, y con unos ojos que ya me parecía haber visto antes.
–Hola,—dijo sonriente—¿eres nueva por aquí?
Dios no me podía creer que estuviesen otra vez con eso.
–No. Viví aquí de pequeña, mi padre es el dueño del Rizvi Grill —añadí. La verdad es que era bastante conocido por aquí.
–¡Claro! Entonces eres la hija de Thomas...
–Sí. ¿Conoces a mi padre?—pregunté con curiosidad.
–La pregunta es quién no le conoce aquí. —contestó riéndose—A todo esto... ¿Buscabas algo en especial?
–No, no. Venía a echar un vistazo–respondí.
–Pues, adelante —indicó haciendo un gesto con los brazos y sonriendo.
Le devolví la sonrisa, y dirigí la mirada hacia los estantes llenos de discos. Tenían de todo: pop, rock, hip hop, música clásica, jazz...
También tenían un montón de instrumentos.
Avancé por el pasillo hasta que lo vi.
No me lo podía creer.
Al fondo de todo, estaba colgado y a la venta el violín de mis sueños.
Un Scala Vilagio Antonio Stradivari Concert 4/4.
Era precioso.
Además que sonaba genial, por lo que había escuchado.
Yo ya tenía un violín, bastante bueno, pero pensé que para poder entrar en la Filarmónica de Montreal, tendría que tener el mejor violín de todos.
Y este era muy, pero que muy bueno.
Miré el precio, aunque ya sabía que se me iba a hacer muy caro.
No estaba equivocada.
Al verlo , abrí los ojos como platos.
Se me acercó el chico por detrás.
–Muy caro, ¿eh?—me dijo.
–Demasiado—dije decepcionada.
–No te preocupes, ya ahorrarás— me intentó consolar.
–Eso espero—contesté suspirando.

Salí poco después de la tienda de música, pero con dirección, esta vez, al restaurante de mi padre, ya que, como había hecho ayer, iba a volver a comer allí.
–Oye, papá... ¿Tienes algún puesto libre como camarero?—les solté mientras jugaba con un macarrón que tenía en el plato.
Se me había ocurrido la idea de que, mientras no conseguía entrar en ninguna orquesta, podía hacer un trabajo de verano y ayudar a mi padre en el negocio. Así ahorraría un poco para poder comprar el violín...
–Pues, justamente despedí el otro día a uno de mis camareros, así que sí... —contestó— Y, ¿para quién sería?
–Pues, verás... —tardé unos instantes en contestar —Para mí
–¿Para ti?—me preguntó extrañado — ¿Es en serio?
–Sí. Como sabrás, estoy preparando mi audición para la orquesta, así que se me ocurrió que podría trabajar un poco antes, para tener algo de dinero...
–Ya veo... —dijo pensativo.
–Entonces, ¿qué dices?
–Bueno... Pues creo que es muy buena idea. Podríamos probar unos días a ver qué tal, y si va bien, te contrato definitivamente.
   No me lo podía creer.
–Vale, muchas gracias. —dije abalanzándome para darle un abrazo.

                   ***

Esa tarde estuve trabajando por primera vez. Serví comidas, de personas que parecían haber dormido todavía más que yo; bebidas, y todo eso.
Tengo que decir que me hizo bastante ilusión.
Siempre tuve el recuerdo de mi padre haciéndolo, y ahora era yo quien ocupaba su lugar. Bueno, no exactamente, pero ya me entendéis.

Mi padre había dicho que tenía que salir un momento y me quedé yo sola. A última hora, cuando ya se habían servido todas las cenas, y no había nadie en el restaurante, sonó la campanilla, y en la puerta, se encontraban mi padre y...¿Noah?
¿Qué hacía Noah con mi padre?
Les escuché vociferar.
–Noah ya te he dicho que no— dijo mi padre armándose de paciencia, entrando a toda velocidad en su restaurante.
Noah le seguía detrás.
–Venga Thomas, por favor. Te prometo que no va a pasar más, en serio. Dame una última oportunidad. Ya sabes cómo andan las cosas... —suplicó este.
Ninguno de los dos pareció darse cuenta de mi presencia en ese momento.
Mi padre pareció volver a plantearse lo que al parecer Noah le estaba pidiendo, por lo que tomó aire antes de contestar.
–Está bien. — la expresión del chico cambió por completo— Pero no va a volver a pasar. ¿Me has oído?
–Sí, Thomas. Muchas gracias.
Noah parecía aliviado.
En ese instante, mi padre salió disparado negando con la cabeza hacia la cocina, donde se metió.

Una vez que estuvimos los dos solos le pregunté:
–¿Se puede saber qué haces tú aquí?
–Pues resulta que ahora somos compis de trabajo —dijo con una sonrisa irónica.
–¿Cómo?—dije horrorizada.
–¿Qué? Tampoco soy tan mal compañero...
–Me refiero a qué demonios haces trabajando en el restaurante de mi padre
–Ay mi pequeña Addie, llevo trabajando aquí mucho más tiempo que tú.
No podía dar crédito a lo que estaba oyendo.
¿Desde cuándo Noah conocía a mi padre, y mucho menos trabajaba para él?
–Y entonces, ¿Por qué mi padre te acaba de contratar, o lo que quiera que acabe de pasar?
Se rio antes de contestar.
–Aparecí el otro día muy borracho. No era la primera vez, y tu padre tiene un límite. Se enfadó conmigo y me echó— no me lo podía creer. Seguí escuchando— ¿Te acuerdas el otro día que me choqué contigo? Estaba recogiendo mis cosas.
   ¡Vaya! Esto sí que era sorprendente...
Puse los ojos en blanco y me reí.
–¿Y ahora qué te pasa?—me preguntó molestado.
–Nada, que no me puedo creer que vaya a trabajar contigo, Noah— dije riendo.

Lluvia de estrellas ( Candela Bande)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora