Capítulo 2

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–¿Adeline?— mi padre acababa de dejar de hacer lo que le mantenía ocupado, para venir corriendo a darme un profundo abrazo, como si pudiese compensar tantos años de ausencia en unos pocos segundos.
–Hola, papá — dije por fin cuando nos separamos.
–Madre mía, ¡qué mayor!— me estaba empezando a sentir un poco incómoda, por lo que, cuando se dio cuenta, cambió de tema. — Y dime, ¿cómo está tu madre? Hace mucho que no hablo con ella.
– Bien, bien... Está como siempre. De crucero con su novio.
–Hmmm, ya veo— dijo añadiendo una sonrisa un tanto nostálgica. —Cambiando de tema... Te tengo que presentar a alguien. Bueno, más bien, recordar a alguien.— aclaró mientras me guiaba hacia la barra. Allí se encontraba un hombre que rozaba los cincuenta años, acompañado de un chico aparentemente de mi edad, con pelo rubio y ojos marrones, cuya cara me sonaba bastante familiar—¿Te acuerdas de Luca? Erais muy amigos de pequeños.

¡Madre mía, pues claro que me acordaba de él! No me puedo creer que esté tan cambiado...
–Dios mío, Luca. ¡Cuánto tiempo!— le dije mientras me acercaba para darle un abrazo.
–Hola, Adeline. Me alegro de verte—añadió con una sonrisa.
Luca era mi mejor amigo de pequeña. Éramos inseparables, de hecho, lo recuerdo como la única persona que estuvo ahí siempre, y a la que más eché de menos cuando me mudé a Vancouver. Fue muy duro para mí separarme de él. No me podía creer que hubiese pasado tanto tiempo...
–Verás, hija... Se me ocurrió que, como Luca vive aquí y tiene su grupo de amigos, podría presentártelos, y así tienes algo que hacer —propuso mi padre, intercalando miradas entre mí y mi antiguo amigo. — Claro que, siempre y cuando, le parezca bien a él.
–¡Pues claro que sí! Vamos a bajar todos hoy a la playa, por si te apetece venir. Si quieres puedo pasarme por tu casa sobre las cinco y vamos juntos.
Estuve pensando en qué contestar. Me parecía muy educado por su parte, aunque tenía pensado ir a dar una vuelta por el pueblo para ver qué cosas nuevas había y todo eso... Claro que podía posponer el paseo para más tarde...
–Vale, muchas gracias— contesté finalmente con una sonrisa. — Entonces, ¿en mi casa a las cinco?
–Perfecto.

                ***

Comí en el restaurante, pues mi padre aún no había terminado de trabajar. Me pedí una hamburguesa de queso, que estaba buenísima, mientras nos poníamos al día. Después de todo, había pasado mucho tiempo.
Mi padre no me contó muchas novedades. A fin de cuentas, en Cavendish nunca pasaba nada interesante.

Cuando ya no quedaba nadie en el restaurante, mi padre cerró y nos fuimos a casa.

Desde que crucé el umbral de la puerta, me invadieron demasiados recuerdos de mi infancia. Después de todo, había estado viviendo allí ocho años de mi vida.
Todo seguía exactamente igual a como lo recordaba.
Tras pasar la puerta, había un amplio espacio donde se encontraba el salón-comedor.
Mi sofá rojo favorito estaba en el mismo sitio de siempre, y en la mesa de roble, se seguían sirviendo las comidas, aunque ahora, en vez de tres, solo se ponía un plato.

Continué avanzando por el pasillo.
Mi habitación se situaba al fondo a la derecha.
Entré.
Nada había cambiado. Era como si el tiempo no hubiese pasado por allí. Todo estaba igual: las paredes seguían pintadas de rosa claro, mi cama continuaba cubierta con una colcha de cuadros blancos y negros, y adornada con mis peluches.

Me senté a recordar, tanto los buenos como los malos momentos, cuando sonó el timbre.
Salí a abrir la puerta, y en ella me encontré a Luca.
¡Madre mía! Me había olvidado de que habíamos quedado.
Miré a mi reloj, y efectivamente, marcaba las cinco y dos minutos de la tarde.
–Dios, Luca. Perdón. Perdí completamente la noción del tiempo. —me disculpé mientras me pasaba una mano por la frente.
–Tranquila, no pasa nada.
–Oye, ¿me das cinco minutos para cambiarme, y ya voy?
–Claro, no te preocupes —añadió con una sonrisa.

Me puse el bikini y por encima una minifalda blanca y un top azul celeste. Cuando ya estuve volví corriendo junto a Luca.
–Ya estoy— dije jadeando, por la velocidad a la que me había cambiado.
–Vale—me contestó riéndose.

Caminamos desde mi casa hasta el paseo, que se tardaba alrededor de cinco minutos.
No sé si ya lo he mencionado, pero Cavendish es un pueblo muy pequeño.
Cuando llegamos, bajamos a la playa.
Era preciosa. En comparación con el pueblo, era bastante grande y larga, y lo más particular que tenía, era que había una especie de acantilados de tierra rojiza a lo largo del paseo.
Sinceramente, estoy enamorada de esa playa.
No había mucha gente. Las personas estaban repartidas en pequeños grupos que hacían diferentes actividades: los niños más pequeños se entretenían haciendo castillos de arena, mientras los adolescentes jugaban en grupo a voleibol.
Anduvimos unos metros, hasta que nos encontramos con la que supuse que era la pandilla de Luca. No eran muchos, y estaban sentados en la toalla.
–Hombre, Luca—saludó uno de ellos, que medía alrededor de uno noventa y parecía afroamericano.
–Hola, chaval— contestó este chocándole la palma.— Os tengo que presentar a una vieja amiga... Esta es Adeline, vino a pasar el verano aquí.—añadió, mientras todos me inspeccionaban.—Estos son Will, Maddie, Kim y Noah.
Ay dios mío. No podía creerlo. El tal Noah era el mismo chico de pelo negro con ojos azules con el que me había chocado en el restaurante de mi padre.
¡Qué vergüenza!
Traté de no darle importancia, y intentar comenzar desde cero.
–Hola —dije un tanto incómoda.
–Hola, entonces, ¿eres nueva por aquí?—preguntó Maddie con una sonrisa. La verdad es que parecía súper maja.
–Bueno, no exactamente. Mi padre vive aquí.
–Ahh, —contestó— igualmente bienvenida.
–Gracias.
No tardé mucho tiempo en enterarme de que Noah y Kim estaban saliendo juntos, al igual que Will y Maddie.
Todos eran muy agradables.
Estuvimos hablando, jugando a voleibol y la verdad es que no mucho más, aunque el tiempo se me pasó bastante rápido.

Cuando eran las nueve y media, decidimos irnos, ya que nos esperaban a todos en casa.
–Addie, ¿te acompaño?—me preguntó Luca.
Inmediatamente, Noah se metió en la conversación.
–Tío, si quieres voy yo con ella, mi casa está al lado de la suya.
–Emm... ¿Es que no tengo voluntad para elegir?—me estaba empezando a molestar que no contasen conmigo para tomar decisiones.
–Claro. Perdón, Ad.—se disculpó Luca.
–No pasa nada.—le quité importancia.—Y la verdad es que me da igual quién venga conmigo, o también puedo ir sola. Si quiere que venga Noah, no quiero que des la vuelta entera al pueblo para volver.
–Me parece genial. —dijo Noah, con una sonrisa pícara, mientras se volvía hacia Luca.—Adiós colega.
–Mmmm... Chao— dijo este algo confundido

Noah y yo salimos de la playa. Subimos por el paseo y empezamos a andar.
–Oye, sabéis que no me tenéis que acompañar, ¿verdad? No soy ninguna niña, y estamos en el siglo veintiuno. —dije.
–Si además de patosa también es borde...
Me paré en seco para contestarle.
–Pero, ¿a ti qué coño te pasa? ¿Por qué no te vas con tu novia y me dejas en paz?
Se rio.
–Hmmm no sé, ya estamos a punto de llegar.
–¿Y cómo sabes dónde vivo?—pregunté extrañada.
Tardó unos instantes en contestar.
–Tengo contactos—contestó finalmente.
–¿Qué? ¿Quién?
–Lo dejaremos para la próxima vez.
Cuando me di cuenta, tenía mi casa delante de mí, así que no me dio tiempo a contestar, porque dijo:
–Hasta la próxima, patosa.

Me quedé mirándole con cara de tonta, cuando él se dio la vuelta, y yo volví a la realidad.
Abrí la puerta y entré en casa.

Lluvia de estrellas ( Candela Bande)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora