Capítulo 8

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Por primera vez Sirius entendía a James cuando no podía apartarse de Lily. Ellos tenían veinte años, si. Pero aún así, había una emoción extraña en la necesidad de buscar cualquier tipo de contacto con la otra persona. Nymphadora había pasado por Grimmauld Place y ahora estaba cenando junto a ellos. El decoro por la decencia de Elizabeth, no por la suya que ya a estas alturas de su vida poco le importaba, era lo único que lo detenía de sentar a la rubia en la mesa, besarla y acariciar cada parte de ese precioso cuerpo.

—¡Qué me pases el puré!— Nymphadora le arrojó un trozo de pan a la cara para sacarlo de su mente. —¿Estas desarrollando demencia senil?

—¿Cómo no haces bromas con la edad de Lunático? ¡Soy ocho meses menor!— el ánimo de la chica, junto con el rosado chillón de su cabeza, se apagó. Sirius presentía que Remus había hecho algo que, aún peor que enojarla, la había lastimado.

Una parte de él supo, en el mismo instante en que su sobrina comenzó a sonrojarse en presencia de Remus, que iba a sufrir. Conocía a Lunático como la palma de su mano, conocía todas sus inseguridades y complejos y lo había visto alejar, incluso en su juventud, a cada muchacha que mostraba afecto por él. Sabía que Remus no había pasado más de una noche con la misma persona nunca, lejos de ser un rompecorazones lo hacía porque estaba temeroso de desarrollar algún tipo de emoción.

—Remus piensa que soy una tonta. A veces pienso que cree que no sé lo busco o quiero, pero tengo claro lo que espero. Solo que nunca sucede y justo cuando creo que hará o dirá algo, se arrepiente y huye.

—No conozco demasiado a Remus pero sí sé lo que se siente querer hacer algo y que el miedo te lo impida— Elizabeth le sonrió conciliadora— Si él te quiere y lo detiene el miedo, no está luchando contra ti, está luchando contra sí mismo.

—Lo sé, todo por la estúpida licantropía— Sirius se puso la mano en la frente, su sobrina era tan discreta como las túnicas de Dumbledore— ¿Por qué reaccionas así? ¿Liz no lo sabía? Oh, bueno no es un secreto dentro de la Orden y no debería serlo en ningún sitio. Tampoco es como si fuese algo terrible, lo ocultan como si tuviese que sentir vergüenza de ello.

—No se trata de nosotros, se trata de él. Es él quien decide ocultarlo. Siempre ha sido así. Y estoy convencido de que Lunático se siente, como mínimo, poca cosa para ti. Nymphi, solo te diré que si vas a ir por ese rumbo prepárate para sufrir, al menos hasta que entre en razón.

—No creo que pueda escoger otro rumbo a estas alturas— rara vez Nymphadora decía algo con tal seriedad y Sirius comprendió que su sobrina estaba irreparablemente enamorada de su mejor amigo.

* * *

Nymphadora se fue pasada la medianoche, un poco más alegre por la charla y quizás por el trago que le ofreció Sirius. Elizabeth había lavado los platos con un movimiento de varita y se había acercado a él con cierta timidez cuando estaba encaminado a su habitación. Los ojos chocolate lo miraron con esa coquetería que lo enloquecía. Extendió la mano para guiarla hasta él.

—Nunca te detengas a preguntarte si me apetece tu compañía, Elizabeth, la respuesta siempre será sí. ¿Quieres venir conmigo?— Su delicado cuello se sentía pequeño contra su mano, intentó descartar el pensamiento sexual que aquello le producía. —Puedes marcharte luego o quedarte a dormir, lo que quieras hacer estará bien.

Elizabeth asintió. Sirius la besó, sin demasiada intensidad, solo para darle el afecto necesario y transmitirle confianza. La guió dentro de su habitación, se sentía como un niño en navidad al tener a la mujer más hermosa que había conocido en su cuarto, con las mejillas sonrojadas y los labios partidos en una pequeña sonrisa.

—¿Quieres ponerte algo mío? No mentiré, usualmente duermo sin pijama pero me pondré algo para que estés más cómoda ¿De acuerdo? ¿Está bien si solo uso pantalón?— Sirius la trataba con la suavidad de una pluma, quería proteger la delicadísima comodidad que parecía sentir Elizabeth con él, especialmente con todo lo que había sufrido a mano de otros hombres. Era extraño, pensó, que no solo estaba protegiendo a la mujer sino también tratando de que la niña que había sido se sintiera segura.

Sirius se había cambiado en el baño contiguo a la habitación, el pantalón de pijama le molestaba por la falta de costumbre, pero valió la pena volver a la habitación y verla. Oh por Godric Gryffindor, era la criatura más bella que había pisado la tierra. La parte de arriba del pijama que él no utilizaba hacía de camisón. El color borgoña hacía que su piel se viera aún más pálida y etérea, el cabello rubio caía por sus hombros y la ausencia de maquillaje la hacía parecer aún más joven.

—¿Pijamas de terciopelo?— le rodeó el cuello con los brazos y se puso en puntas de pie para besarlo— Eres un niño rico, después de todo.

—¿Te burlas de mí? Pequeña irrespetuosa— Elizabeth llenó la habitación con ese sonido maravilloso que era su risa cantarina. Sirius la guió a la cama y la dejó escoger sitio. La observó trepar a su cama y hacerse un pequeño ovillo del lado izquierdo, se acostó junto a ella, mirándola, antes de atraerla para besarla mientras la cubría con la gruesa manta para separarla del frío.

Que maravilla ocultarse del frío en el calor del cuerpo de una mujer, el beso se volvió más intenso, más descoordinado, podía sentir las preciosas curvas de su cuerpo pegadas al suyo y como sus pequeños pies descalzos rozaban los suyos.
De pronto todo se terminó, Elizabeth se alejó de él con un sonido ahogado.

—Lo siento, tú… — Entonces Sirius comprendió que lo que la había asustado era darse cuenta de su erección contra su muslo.

—Ven aquí, tranquila— Elizabeth volvió a acercarse, acurrucándose contra él. Sirius la besó despacio, le acarició el cabello y la espalda— Eso solo significa lo mucho que a mi cuerpo le gusta el tuyo.

—Demonios, soy una mujer adulta, debería poder…Lo siento, debe ser frustrante para ti— Escondió su preciosa carita en el hueco de su cuello, Sirius la rodeó aún más con sus dos brazos para protegerla de todo, incluso de sus pensamientos.

—Estás hablando con alguien que pasó doce años en una celda en Azkaban, ahora estoy en una cama cómoda con una mujer preciosa, estoy muy lejos de sentir frustración. Además, ya podrás. Cuando puedas, me sentiré honrado si es a mi a quien escoges y aún si no lo haces, estaré feliz por ti.

—No podría imaginarme a nadie mejor.

—Mañana dilo frente a todos, así podré jactarme de ello— Que si, era complicado no poder ir más allá con una mujer que deseaba tanto, llevaba varios días viviendo a duchas frías y masturbaciones como si fuese un adolescente, pero había mucho más en el vínculo que estaba desarrollando. La felicidad lo invadió cuando la sintió reír contra su cuello y no se comparaba a nada que hubiese sentido antes.

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