Wednesday
El fogonazo de un rayo. El ataque de un tiburón. Ganar la lotería.
No. Taché todas las palabras con una línea. Demasiado típico. Me di unos toquecitos con el bolígrafo en los labios. "crudo." ¿Qué era crudo? "la carne", pensé con una risita. Eso quedaría muy bien en una canción.
Mi bolígrafo dibujó un par de líneas más, ocultando las palabras hasta que quedaron irreconocibles, antes de escribir una única palabra: "amor". Eso sí que era crudo de encontrar en mi mundo. En su versión romántica, al menos. Me di cuenta de lo silenciosa que estaba la clase, de que había vuelto a distraerme, aislándome de lo que sucedía a mi alrededor. Con el paso de los años, había aprendido a pasar desapercibida y a manejar la situación si alguna vez llamaba la atención sin quererlo. Deslicé mi libro de Química por encima de mi cuaderno, que estaba lleno de que cualquier cosa menos apuntes de Química, y alcé la cabeza lentamente.
La mirada del señor Ortega estaba fija en mí.
-Bienvenida a la clase de nuevo, Addams.
Todo el mundo se rio.
-Estoy seguro de que estabas escribiendo la respuesta -dijo
-Claro. -Había que seguir como si nada, como si no tuviera sentimientos.
El señor Ortega lo dejó pasar, como yo esperaba que hiciera, y procedió a explicar la actividad de laboratorio de la siguiente semana y lo que teníamos que leer para prepararla. Como me había dejado escapar de su anzuelo tan fácilmente, pensé que podría escabullirme sin que se diera cuenta cuando acabara la clase, pero cuando sonó el timbre me llamó. -¿Señorita Addams? Concédeme un minuto de tu tiempo. Intenté pensar alguna buena excusa para irme con el resto de mis compañeros.
-Me debes al menos un minuto, en vista que los últimos cincuenta y cinco no me los has dedicado a mí.
El último alumno salió de la clase y yo di unos pocos pasos hacia delante.
-Lo siento, señor Ortega -dije- . La química y yo no nos llevamos bien.
Él suspiró.
-Esto es cosa de dos y tú no has estado poniendo de tu parte.
-Lo sé. Lo intentaré.
-Sí, lo harás. Si vuelvo a ver tu cuaderno en clase, me lo quedo.
Ahogué un gruñido. ¿Cómo iba a sobrevivir a cincuenta y cinco minutos diarios de tortura sin distracción?
-Pero tengo que tomar apuntes. Apuntes de Química. -No me acordaba de la última vez que había tomado un solo apunte en Química, mucho menos en plural.
-Puedes tener una hoja de papel, que no esté unida a un cuaderno, y me la enseñarás al final de cada clase.
Apreté mi querido cuaderno verde y morado contra mi pecho. Dentro tenía cientos de ideas para canciones y sus letras, estrofas a medias, dibujos, trazos y pensamientos. Era mi salvavidas.
-Este castigo es poco corriente y cruel.
Él soltó una risita. -que molesto -pensé.
-Mi trabajo es ayudarte a aprobar mi asignatura. No me has dejado otra opción.
Podría haberle ofrecido una lista de otras opciones.
-Creo que hemos llegado a un acuerdo.
Lo miré de una forma escalofriante que habría hecho temblar a cualquiera y rodé los ojos.
"Acuerdo" no es la palabra que habría elegido yo. Eso implicaba que ambos habíamos dado nuestra opinión al respecto. Una palabra más acertada habría sido "norma", "ley"... "decreto".
-¿Tienes algo más que decir? -preguntó el señor Ortega.
-De hecho sí -pensé en mi mente.
-¿Qué? Ah, no Está bien. Nos vemos mañana.
-Pero ¡sin el cuaderno! -gritó a mi espalda.
Esperé a que la puerta se cerrara detrás de mí para sacar de nuevo el cuaderno y escribir la palabra "decreto" en una esquina. Era una buena palabra. No se usaba lo suficiente. Mientras escribía, mi hombro chocó contra alguien y casi salgo volando.
-Ten cuidado, Imán -dijo Enid pasando con su grupito.
Ya habían pasado dos años y la gente seguía llamándome por ese mote. No reaccioné, al contrario, me le quede observando con mi mirada llena de ira, por alguna razón esa chica me ponía de los nervios -dios, es tan insoportable -pensé, pero, cuando me dejaron atrás, me imaginé tirándole el bolígrafo que tenía en la mano a la espalda, como si fuera un cuchillo.
-Parece que vayas a matar a alguien -dijo mi mejor amigo, Eugene, caminando a mi lado.
-¿Por qué la gente sigue acordándose de el estúpido mote que se inventó Enid? -gruñí. Un mechón oscuro y ondulado se había escapado de su prisión de goma y me había caído en los ojos-. Ni siquiera me pega ese apodo.
-Los motes no tienen que pegarte simplemente lo hacen para molestarte.
-Ya lo sé Eugene, no soy estúpida. No estaba cuestionando sus habilidades de crear motes. Aunque dejaba bastante que desear. Decía que la gente no se debería acordarse de él todavía. Después de dos años, sigue sin tener gracia gracia.
-Lo siento -dijo Eugene jalándome del brazo.
-No tienes que disculparte por ella. Ya no es tu novia. Y, de todas maneras no quiero que te sientas mal por mí.
-Bueno, pues lo hago.
-Es estúpido e infantil. Creo que la gente lo dice por costumbre en lugar de pensar en lo que están diciendo. -Comentó Eugene.
Yo no estaba muy segura de coincidir con el, pero decidí dejar el tema.
-El señor Ortega me ha prohibido tener el cuaderno en clase.
Eugene se rió.
-Vaya, vaya. ¿Cómo vas a vivir sin una de tus extremidades? -Me soltó con una sonrisa.
-No lo sé, y encima tenía que ser Química. ¿Cómo esperan que atendamos en esa clase?
-A mi me gusta la Química -dijo.
-Deja que lo diga de otra forma: ¿cómo esperan que una persona normal atienda en esa clase?
Solté una risita y me lanzó una mirada que me hizo callar.
-¿Te estás llamando normal a ti misma?
-Vaya, parece que juntarte conmigo me esta llevando a la ruina, has mejorado -dije, dejando que el se anotase el punto.
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Perdonad si hay mala ortografia, lo he tenido que revisar en el móvil 🥲