Mi hermana Lía estaba esperándome en una zona donde no estaba permitido aparcar cuando me subí a su coche.
-Buenas.
-Hola -dijo-. ¿Qué tal las clases?
-Como siempre.
Por un momento, pensé en mencionar los mensajes de la mesa, pero decidí no hacerlo. Si Eugene no comprendía su importancia, Lía mucho menos.
Esperó a que un grupo de chicas cruzaran por delante de nosotras y luego avanzó con el coche.
-Cuando yo iba al instituto...
-El año pasado -la interrumpí.
-Sí. Tenía que volver a casa en autobús o esperar a que mi madre me recogiese con el monovolumen.
-Mamá me vino a recoger a mí la semana pasada.
-Bueno, pues en mi caso era todos los días. Todos los días, Wednesday. Y aún así, me las apañé para tener muchos amigos. Tienes suerte de que me haya comprado un coche. Un coche bonito que no da vergüenza . -Ese era el discurso que solía echarme cuando me llevaba de vuelta a casa. Me había quedado ya sin respuestas sinceras.
-Sí. Qué suerte tengo. Gracias, Lía. ¿Cómo podré devolvértelo? -Apoyé la cabeza contra la ventanilla y me pregunté si se daría cuenta si me echaba una siesta.
-A lo mejor debería trabajar más horas en la tienda del campus para que experimentaras todos los días la verdadera tortura que es. -Lía suspiró y miró por el retrovisor-. Una vez se tiró diez segundos tocando el claxon porque no la veía. Y otra me hizo llevar a Pericles al baño y él estuvo gritando todo el rato que se iba a hacer pis en los pantalones.
Me reí.
-Te hace gracia porque no te pasó a ti.
-Me hace gracia porque yo tengo mis propias historias, Lía. Tu no eres la única en este coche que tiene dos hermanos y unos padres raros.
-Dentro de este coche tan bonito y casi nuevo.
-Sí, el culmen de la clase y la sofisticación. Precioso. ¿Cómo se llama este color' ¿Azul cobalto o azul Prusia?
-Ni gracias ni nada.
Sonreí y Lía encendió la radio. No teníamos el mismo gusto musical, ni de lejos. Porque obviamente el mío es insuperable. Cuando me vio poner cara de asco, bajó la ventanilla, subió el volumen y sonrió ella también.
***
-¿Qué es eso? -preguntó Lía cuando entramos en la cocina y puso las llaves del coche sobre un plato que había en la encimera.
Yo estaba detrás de ella, así que no podía ver a qué se refería. Al dar un paso hacia un lado para mirar, una cosa blanca y peluda pasó como un rayo junto a mi pie, y mi hermano Pericles salió corriendo detrás. Lía gritó. Yo tiré la mochila al suelo y me subí a la encimera, sentada con la espalda apoyada contra los armarios y observando el suelo con desconfianza.
Mamá se rio entre dientes.
-Es un conejo. -Levantó la vista desde donde estaba, sentada a la mesa, ensartando un abalorio en un trozo de alambre para lo que parecía ser un pendiente.
-¿Un conejo? -preguntó Lía-. ¿Nos lo vamos a comer?
-No, claro que no. Lo he salvado de ese destino. Pericles tiene que aprender a ser responsable, así que le he traído una mascota.