🟥 Capítulo 8🟥

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Desde pequeño Mario se dio cuenta cuando sus padres empezaban a dejarlo solo sin avisarle. La primera vez no pudo evitar sentirse decepcionado y triste al ver qué sus padres nunca llegaron a la escuela siendo que había reunión ese día.

A pesar de que la directora y la maestra los habían llamado no contestaron ni llegaron, en el resto de ese día la maestra lo cuidó, siempre teniendo una mirada de pena.

No era tonto, sabía que le daba pena ver cómo sus padres no llegaron por él, aunque ella luego intentara ocultarlo.

Y así empezaron a suceder más faltas, primero en ir a recogerlo o llevarlo, luego empezaban a faltar a los festivales y eventos escolares, y después, a su graduación de la primaria. En la cuál, había salido con honores y un diploma por su desempeño tan bueno.

En secundaria sucedió lo mismo, era raro cuando sus padres se presentaban, y eso empezó a hacer que fuera el objeto de burlas debido a la ausencia de sus padres. A pesar de eso, intentó salir adelante, siendo el mejor, estando siempre en el cuadro de honor, sin faltas, siendo el que mejor calificación tenía. Solo para que le presten atención pero esta nunca llegó.

En la preparatoria también fue lo mismo, aunque en un punto tuvo que empezar a trabajar de medio tiempo como carpintero y plomero para así seguir pagando algunas cosas de sus estudios.

A veces no podía evitar desear tener un hermano, aunque fuera un año menor que él, o mínimo un gemelo, al menos su vida no sería solitaria y tal vez así sus padres al menos estarían presentes en la vida de uno de los dos.

Mario continuó luchando y trabajando duro para cumplir sus metas a pesar de la falta de apoyo y atención de sus padres. Pero como cualquier ser humano, sus emociones y sufrimiento no podían ser ignorados por siempre.

La comida se convirtió en su consuelo, en su escape temporal de la soledad y el abandono. Comer se volvió su manera de lidiar con la ansiedad y la tristeza que lo acompañaban en su vida.

Pero después de graduarse de la preparatoria y mudarse a un lugar nuevo, decidió que era hora de cambiar. Se inscribió por un tiempo a un gimnasio que estaba cerca de su casa y comenzó a hacer ejercicio, aunque todavía luchaba con su adicción a la comida.

Sin embargo, a pesar de su esfuerzo por dejar atrás su dependencia de la comida y su desconfianza hacia los demás, todavía se encontraba luchando con los traumas de su infancia. El abandono y la falta de atención de sus padres habían dejado cicatrices emocionales profundas en su vida.

A pesar de esto, Mario encontró consuelo en su trabajo como fontanero y héroe del Reino Champiñón. Sabía que había muchas personas que dependían de él y que confiaban en él para salvar el día.

A medida que su fama crecía, también lo hacía su sentido de responsabilidad. Sabía que tenía un deber con las personas del Reino Champiñón y no podía defraudarlas.

Pero aún así nunca podía evitar sentir esa desconfianza con la gente de su alrededor, nunca confiaba en las promesas de sus amigos, por más que supiera que era extraño que cancelaran los planes.

No podía evitar siempre pensar en que simplemente nunca pasaría, tantas promesas vacías de sus padres a lo largo de su vida también le habían afectado.

Ahora que sabía que tenía hermano y que nunca lo conoció no podía evitar sentir algo de odio hacia este, sus padres estuvieron tan ausentes por su culpa.

Si su maldito saco no se hubiera caído nada de estos estaría pasando seguramente, a veces deseaba también que su saco se hubiera caído del pico de la cigüeña.

Morir joven antes de haber tenido una vida tan mierda el la cuál sus padres nunca cumplieron con su rol y simplemente buscaban a alguien que ya en el tiempo en el que empezaban a buscar seguramente ya estaba siendo abono de un árbol.

El "príncipe" BooDonde viven las historias. Descúbrelo ahora