𝑡ℎ𝑒 𝑟𝑒𝑎𝑙 𝑆𝑝𝑟𝑒𝑒𝑛

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-¡Y Aldo me dijo que las hormigas se volverían gigantes si las metíamos a la piscina! Pero me mintió... - Bufo Roier, cruzándose de brazos. Spreen rió.

-Seguro Aldo tampoco tenía idea de que las hormigas no iban a crecer si se arrojaban a la piscina. - Articuló Spreen, con la vista fija en la carretera.

- Aldo siempre me miente... pero lo amo... es mi mejor amigo.. - Empezó a balbucear el castaño, soltando pequeñas risas. - Pero Osito, no te pongas celoso. Yo también te amo a ti.

Spreen no dijo nada, pues su vergüenza no le dejaba.

- Es ahora cuando me dices que tú también me amas,osito - Le recordó Roier, sonriendo ampliamente, pero sin mostrar sus dientes. Ante aquella mirada de cachorro, Spreen simplemente no pudo negarse.

-También te amo. - Murmuró, sonriendo avergonzado.

Roier se calló en ese momento y los que siguieron después, y Spreen lo agradecía, pues no quería morir de la vergüenza por otras cosas que se le pudiesen salir a Roier en ese estado de ebriedad, donde parecía no tener filtro alguno a la hora de hablar.

Un par de minutos después, ambos estaban frente a la cas de Spreen, quien hace tan solo un par de meses vivía solo con su hermano mayor, Robleis, quien le habia recibido con los brazos abiertos cuando volvió del intercambio estudiantil en Estados Unidos. Sus padres le habían pedido que volviese a Argentina, pero Spreen prefirió vivir con su hermano, después de conocer personas tan fantásticas como las que eran sus nuevos amigos, no se arrepiente de su decisión.

Salió del auto, pensando que tendría que abrirle la puerta a Roier y llevarlo él mismo hasta el interior de la casa, pero se sorprendió en cuanto el mayor abrió la puerta y salió por su cuenta, caminando entre tropezones hacia la entrada.

Spreen le siguió rápidamente, posicionándose a su lado.

-¡Rivers! - Grito Roier, deteniéndose unos metros antes de llegar a la puerta.

-Roier, Rivers no se encuentra aquí, esta es mi casa. - Le hizo saber Spreen, parándose frente a Roier, quien le miró con el ceño fruncido.

-¿Por qué me trajiste a tu casa, Spreen? - Preguntó Roier, enarcando una ceja.

-No tenías donde dormir. Yo me ofrecí a darte hospitalidad porque sé que mi hermano no pasará aquí la noche, además, a él no le molestará. - Le explicó Spreen, esperando que Roier le entendiese.

Este sonrió.

-Si querías que durmiera contigo no tenías que inventar una excusa.. - Roier hipó. - Yo hubiese venido.. si era contigo.... sin importar nada..

Spreen sintió calientes sus orejas.

- No, Roier.. yo.. y-yo..

Roier abrazó a Spreen, acercando en demasía su rostro al del menor.

- Silencio Osito, Despertarás a Rivers.. - Susurró Roier, mirando fijamente a los labios de Spreen, quien empezó a entrar en pánico de inmediato. ¿Y si Roier lo besaba? ¿Qué se supone que debería hacer si Roier lo besa? ¿Apartarlo? ¿Y si se sentía rechazado?

Pero no tuvo tiempo de pensar mucho más, pues Roier le besó en la nariz y se apartó, tambaleándose hasta la puerta, donde empezó a golpear aparatosamente, sin cuidado alguno. Spreen tuvo que respirar más de tres veces, contando hasta diez.

Spreen camino hacia él y lo apartó levemente de la puerta, dándole tiempo para mirar con una sonrisa boba y abrazarlo por la espalda, trepando en su cuerpo como un pequeño koala.

El menor sonrió y abrió la puerta, luchando por no caer hacia atrás y herir a Roier. Cerró la puerta de su hogar una vez ambos estuvieron adentro.
Roier enredo sus brazos en el cuello de Spreen y apoyó su mejilla en el hombro del menor, suspirando pesadamente.

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