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La luna, que parecía más brillante que de costumbre,  iluminaba perfectamente el camino que los llevaba hacia la cabaña, lo que agradecían ya que así no tendrían que llevar cosas extra para iluminar el camino.

– ¿Porque tenía que venir yo también? – Protesta Hans – Hubiera preferido quedarme durmiendo en mi adorada cama –

Atzel no tenía una verdadera razón para traerlo,  solo siguió caminando en silencio perdido en sus pensamientos, lo que le dió a entender al mago que por más preguntas hiciera no le respondería.

  – ¿Almenos me darás alguna pista de a quien veremos? –

  – ¿Porque debería?, Tú irás a beber un poco de cerveza nada más –

– ... ¿Estás bromeando cierto? – Le pregunta sin poder creer que lo trajo para nada.

– ¿Me has visto bromear? – El pelinegro acelera ligeramente el paso al empezar a ver la cabaña a lo lejos.

– Idiota –

El mago le sigue el ritmo de caminata por lo no tardan más que un par de minutos en llegar a su destino. Al ingresar todo lo que pueden ver es a alguien sirviendo cervezas a los clientes de aquel lugar, que eran más de los que deberían haber a esa hora de la noche.

– Pide lo que quieras – Es lo último que escucha Hans de parte del ojiazul antes de verlo marcharse por las escaleras que daban al segundo piso del lugar.

El mago sin otra cosa más que hacer aprovecha que el no será el que va a pagar para pedir cualquier cosa que sirvan ahí para darse un festín.

En el segundo piso el pelinegro se encontraba frente a una puerta, custodiada por dos personas, que daba a una habitación.
Tocando levemente un número específico de veces la puerta no tardo en escuchar un pase de una voz femenina que se encontraba en el interior.

– Que caballero más puntual – Escucha Atzel al ingresar a la habitación.
 
La habitación no era más que una sala con un par de farolillos para iluminar el lugar y una mesa con unas sillas.

– No podía permitirme hacer esperar a la princesa Ingrid sabiendo que se escapó para venir a este encuentro nocturno –

La chica ríe levemente ante la respuesta del caballero, mientras este camina hacia ella para sentarse en una de las sillas vacías que habían.

– Si tú escribes es porque algo pasa, tenía que venir de igual manera –

– Entonces no le haré perder mucho tiempo  –

– Mis oídos están atentos a las palabras que quieras decir Zel – Dice llevándose a la boca una taza para beber algún líquido que le habían servido mientras esperaba.

Ese apodo que hace tanto tiempo no escuchaba.
 
– Quiero adelantar el golpe de estado –

El sonido de algo romperse es todo lo que se escucha a continuación en el lugar.

El Séptimo Contratista Donde viven las historias. Descúbrelo ahora